Ya sabemos los salvadoreños que la moda, lo usual, el «modus operandi», lo que hicieron ARENA, el FMLN y sus grupos aliados para mantenerse en el poder fue siempre tener a los criminales como aliados, sus ejecutores operativos.
Ya está más que claro que esos partidos diseñaron planes que ponían la vida de los salvadoreños como moneda de canje.
Esto no es cuento ni especulación, consta en varios procesos judiciales, unos aún abiertos, relatos periodísticos y declaraciones de diferentes miembros de ambos grupos políticos del pasado y criminales. Le consta a un pueblo entero que sufrió por ellos.
En esa oscura época nuestro Estado se convirtió en el garante de toda especie de mafias y grupos del crimen organizado.
Apenas una muy difusa línea separaba nuestras instituciones, que eran conducidas por gente carente de principios, de grupos delincuenciales de todo tipo. En un momento esa línea se desvaneció por completo.
Y el resto es historia, de la más cruenta y violenta de nuestro país. Historia que una gran mayoría de salvadoreños aún llora, lloramos, porque perdimos seres que amamos, porque fueron esos mismos grupos de siempre quienes unos años antes habían iniciado la guerra que mató a El Salvador.
Estos grupos tuvieron siempre sus financistas que invertían en el macabro negocio de la muerte. Y tenían sus voceros, sus medios informativos cómplices, sus operadores y también sus mercenarios.
Ante la comisión que busca el desafuero de Norman Quijano, a petición expresa del fiscal general, se sentó un testigo que con actitud prepotente dijo que él hacía y escribía lo que quería en las publicaciones de «El Diario de Hoy».
Aunque él insiste en que actuó como periodista, se sabe que su trabajo desde que puso pie en El Salvador de la fatídica guerra de los ochenta fue el de mensajero, como los palabreros que tanto ha defendido y de los que se jactó ante juramento de ser su amigo.
Su nombre: Arnd Richardt Lüers, alias Paolo.
Durante todo el tiempo que tuvo que rendir declaraciones por hechos que también ya son parte de un expediente judicial penal y en el que claramente aparece su asociación con el entonces candidato a la presidencia por el partido ARENA, él trató de desligarse.
Dejó la sensación de haber mentido otra vez como cuando burló al Seguro Social no pagando las retenciones de los empleados de su empresa. Pero dejó claro cuando atestiguó que él tenía un trabajo que iba mucho más allá de hacer reportajes y columnas burlescas de opinión. Y que tenía una cercanía con el objeto de esta comisión.
Norman Quijano es cercano a él. Lüers aparecía como uno de sus consejeros cercanos en su fallida campaña. Hay elementos probatorios de que él sabía que ARENA buscaba parte de sus votos en la segunda vuelta electoral en 2014, a cambio de negociar con los amigos de Lüers.
De haber ganado ARENA en 2014-2019 se hubiera aumentado el caudal del río de sangre: había grandes cantidades de dinero de por medio como lo hemos podido saber con claridad prístina.
Se prometieron a las maras poner ministros de Gobierno a su gusto, se les darían cuarteles de nuestras FF. AA., vendrían las curules para ellas seguramente. Ya no existían los límites con tal de lograr el poder.
Es imposible al día de hoy que puedan ocultar que la violencia y el caos social fue su gran insumo electorero, así como el eje fundamental de los gobiernos anteriores.
Ellos nunca dejaron de hacer lo que los caracterizó desde sus orígenes en los lejanos setenta y ochenta: mercaderes de la muerte.
Y Lüers ha estado siempre muy cerca de esos macabros negocios.