Si hay algo de lo que se puede jactar Dallas, con relación a la comunidad salvadoreña, es de tener a su Cipitío, encarnado en Óscar Orellana, un salvadoreño de Ciudad Dolores, Cabañas, que radica en Estados Unidos desde hace casi 20 años.
Sin tener la voz de un infante y su carcajada prolongada, Orellana, investido con el personaje de la narración popular salvadoreña, socializó en Dallas, por primera vez, para el juego de Copa Oro, en el Cotton Bowl, entre El Salvador y México, en julio de 2021. Se tomó como escenario el parqueo de ese estadio, que fue sede del Mundial de 1994. Se metió entre la barra cuscatleca y fue aceptado, para moverse al ritmo del Carbonero y del Torito Pinto.
«Antes de ese juego, yo tenía la charra pero si me iba a así para el estadio, iban a decir que era mexicano. Fue entonces cuando decidí vestirme de Cipitío. Conseguí la matata y unos caites improvisados, ceniza y me fui al estadio. La matata es la más cara de mi atuendo, porque la compré aquí en Estados Unidos. Allá en El Salvador, es más barata», dijo Orellana, quien abrió las puertas de su casa, en Dallas, a «Diario El Salvador».
En ese juego causó grata impresión entre los salvadoreños en Estados Unidos y fue el blancos de los reflectores. Así, se atrevió a viajar a El Salvador, para algunos juegos de la Azul, en el octogonal de Concacaf. «Pero recuerdo que en «Vietnam» [sol general] me gritaban, este cipitío está seco», contó el connacional.
Pero Orellana, especialista en el trabajo de techos, en Dallas, ahora planea seguir a la selección de El Salvador en Ohio, para el juego ante Estados Unidos, el 27 de este mes, por la octogonal de la Concacaf. Es de los cuscatlecos que se atrevería a desafiar, con su disfraz, la baja temperatura de esa ciudad estadounidense.
«Tenemos poca posibilidad de ir al Mundial, pero nosotros le estamos pidiendo el milagrito al abuelo Tlaloc, para el triunfo de la selección en Ohio», dijo Orellana
¿Cómo surgió?
Orellana llegó desde muy joven a Dallas. Ahí hizo su bachillerato y luego se dedicó a trabajar en los techos, para la manutención de su familia. Pero recuerda, desde su infancia, al personaje del Cipitío. «Recuerdo haber visto en mi infancia al mero mero Cipitío, que es un ícono salvadoreño y así me vestí para ir a ver a la selección», indicó.
Por ahora, en su presentación solo le queda pendiente conseguir los guineos majonchos, que según la tradición oral salvadoreña, era lo que comía el Cipitío, además de la ceniza. «Tengo ahora unos caites hechizos ahora, pero ya vamos a conseguir los meros meros», indicó Orellana