Hay política en el fútbol, partiendo de la definición básica de que la primera trata sobre las organizaciones conformadas entre humanos. Desde mayo de 1904 existe una entidad que gobierna a todas las federaciones de fútbol en el mundo: Fédération Internationale de Football Association (FIFA por sus siglas en francés), con sede en Zúrich, Suiza. Interesante combinación.
La FIFA es un gobierno que impone sus reglas y la federación que osa no cumplirlas, siendo miembro activo, está condenada al destierro. Tiene ciertos visos de ser democrática, pero esto, más bien, es un eufemismo. Es conocido por todos los versados en el tema que bajo presidencias anteriores en el área de la Concacaf fueron creadas tantas federaciones como número de votos se necesitaban para reelegirse en el máximo ente rector, como le llaman. Es así que a El Salvador ahora le toca en su calvario clasificatorio enfrentarse a selecciones de países que debemos buscar en el mapa para saber su ubicación en el Caribe, donde se juega más el béisbol o el críquet.
El fútbol también es entretenimiento, y negocios, en su máximo esplendor, con justas igualadas, quizás, solo por los Juegos Olímpicos, que reúnen a lo mejor de lo mejor en la rama deportiva. Por ello, lograr la ansiada clasificación a un Mundial despierta pasiones nacionales; después de todo, las banderas que ondean en las sedes de los mundiales y los himnos que se cantan no son los de federaciones, sino los de cada Estado participante. Y de la FIFA, claro.
Casi la totalidad de los salvadoreños soñamos con que nuestra bandera ondee entre las selecciones clasificadas. Pero entonces entra en juego la política. Y la pregunta persiste, ¿qué hacer para lograr clasificar? Infinitos minutos en radio, televisión, mares de tinta en prensa escrita y larguísimos textos en la web han dado respuestas.
Pero creo que es válido preguntarse ¿le interesa a la FIFA que El Salvador clasifique? No es una interrogante novedosa, mucho menos. Pero tomando en cuenta la coyuntura del balompié en nuestro país, a partir de las investigaciones que la Fiscalía General de la República (FGR) desarrolla en la Federación Salvadoreña de Fútbol (Fesfut), podríamos obtener más respuestas.
En lugar de esperar el resultado de las pesquisas, que incluyen directamente al presidente de la Fesfut y otros directivos, la FIFA tiene como premisa imponer una sanción, ya que, supuestamente, según sus estatutos no acepta la intromisión de otro gobierno, aunque las federaciones reciban recursos estatales. Y la federación y sus acólitos a coro repiten el mismo verso.
¿No sería conveniente para el fútbol salvadoreño que la FIFA trabajara coordinadamente con la FGR para dilucidar cualquier duda sobre la administración local luego de una denuncia? ¿Por qué el temor a que las autoridades fiscales hagan su trabajo y brinden los resultados? ¿Acaso se destaparían cloacas cuyo contenido es preferible para algunos —o muchos— que no salgan a luz pública?
Y lo que es mejor: ¿no terminaría este proceso conjunto en un buen resultado para que El Salvador cuente con un escenario factible durante la próxima clasificación al Mundial? ¿O prefieren que sigan participando solo las naciones del área cuyos habitantes tienen más altos ingresos o mayor población que asiste a los estadios, asegurándose cuantiosas ganancias? Si el Pulgarcito de América clasifica desplaza a otra federación de la Concacaf considerada quizás más apetecible financieramente.
Para algunos —o muchos— lo mejor es bloquear cualquier esfuerzo del Gobierno, por medio del Instituto Nacional de los Deportes (Indes), por sanear al fútbol salvadoreño. A lo mejor el verdadero interés es que nunca vayamos al Mundial.
En el plano meramente político —concerniente a administrar lo público— pareciera que ciertas potencias económicas están implementando la misma estrategia en contra del Gobierno liderado por Nayib Bukele. ¿Estarán en sintonía con la FIFA? Y lo peor, hay salvadoreños que aplauden ese mismo juego.