Consuelo Suncín y Antoine de Saint-Exupéry de nuevo brillan en Francia.
Ella, con el rostro joven, viendo de frente, y el pelo corto ondulado, en una foto sepia, o de perfil, dentro de un pequeño marco ovalado, además de una meditabunda Consuelo con la mirada hacia abajo y un enorme tocado que termina en especies de plumas negras.
Consuelo parada junto a un enorme árbol, posando con un grupo de amigos… Consuelo de todas las épocas y en muchos de los lugares que visitó.
Y junto a las imágenes de la condesa salvadoreña están las de El Principito, la caracterización de su amado conde, Antonie, quien la inmortalizó como La Rosa.
Algunos principitos están recreados como pinturas, otros son delicadas figurillas, están hechos como de porcelana, muy coloridos y con la capacidad de mantenerse en pie.
Además de las imágenes de la condesa y de las de El Principito hay una bicicleta con alas de avión que cuelga del techo, un estante con un sinnúmero de piezas de madera: un caballito en forma de balancín, un patito, un barco con las velas izadas, unos cubos con las letras del abecedario pintadas en rojo.
Peluches de animales, principitos hechos de tela, hay baobabs dibujados o pintados, aeroplanos antiguos de todos los tamaños y pendiendo de hilos a diferentes alturas… En verdad es un mundo mágico el que crearon Consuelo y Antonie para ellos y para la humanidad.
Al margen de la intensa y complicada relación que vivieron, o de la tragedia que marcó al aviador, Francia o muchos franceses prefieren recordar a Consuelo y Antoine como los creadores, y a la vez protagonistas, de un mundo mágico, y eso fue justamente lo que se pudo vivir hace unos días en la capital francesa.
Con el nombre «Évocation de la vie d’Antoine et de Consuelo Saint-Exupéry», la asociación Le Pilote et La Rose montó una magnífica exposición con cientos de piezas personales de los recordados condes.
De ella sobresalen las fotografías. De él hay innumerables recuerdos: muñecos con trajes de aviador, aviones de todos tamaños y materiales, sobre todo el estudio donde posiblemente pasó horas escribiendo y quizá fue en ese espacio donde imaginó a su amada convertida en rosa, creó al pequeño príncipe e ideó su viaje interplanetario hasta la Tierra, donde conoció a su amigo el zorro.
Es increíble poder conocer, aunque sea en las imágenes que se publicaron en torno de la exposición, el estudio del conde aviador, su escritorio de madera cruda sobre el que hay una lamparita a la derecha, una figurilla de avión a la izquierda y papeles por todos lados.
A la derecha del escritorio está un perchero con abrigos de cuero y en el respaldo de la silla, que hace juego con el escritorio, hay otro abrigo más y un ataché antiguo, con correas y hebillas.
Fueron 15 días, aproximadamente, de exposición, desde el 19 de junio hasta el 2 de julio pasado, donde cientos de personas tuvieron la oportunidad de aproximarse al mundo de los Saint Exupéry.
Fue en Ormesson, un barrio parisino, donde se abrió el mundo íntimo de Consuelo y Antonie a un público ávido de curiosidad y deseoso de conocer más sobre la emblemática pareja.
En El Salvador, los descendientes de la condesa, como su sobrina nieta Abigaíl —y su esposo Érick—, compartieron orgullosos fotografías de la exposición. En las redes sociales otros parientes de ella también divulgaron imágenes.
En el sitio web de Ormesson aún está colgada la invitación digital que se elaboró para el evento. El fondo de la tarjeta es oscuro como la noche y sobre un pequeño montículo verde están sentados, de espaldas, el zorro y El Principito, este último con una bufanda amarilla que se mueve con el viento.
Abajo de la invitación hay algunas anotaciones. Una denota la trascendencia de la exposición: «Le Pilote et La Rose présente cetteformidable exposition» (La asociación El Piloto y La Rosa presenta esta formidable exposición). Y la otra, quizá más interesante que cualquiera, es que el evento fue gratuito («Entrée gratuite»). Solo debía programarse la visita con antelación.
Este año, definitivamente ha sido memorable en torno de los Saint-Exupéry. Se cumplieron 90 años desde que el conde y la salvadoreña se casaron (el 23 de abril de 1931), se festejó el 78.º aniversario de la primera vez que se publicó «El Principito» (la obra vio la luz en abril de 1943).
En mayo pasado, en Francia, se publicaron más de 160 cartas y telegramas que la pareja intercambió entre 1930 y 1944, junto a fotografías, esbozos de Saint-Exupéry y dibujos de su esposa y artista.
En noticias se publicaron fragmentos de las misivas que relatan la tormentosa y profunda relación que mantuvieron:
«Consuelo, cariño, no sabes hasta qué punto me haces sufrir», dice él.
«Lloro de emoción, tengo tanto miedo de exiliarme de tu corazón», escribe ella.
La divulgación de las cartas solo fue posible tras años de litigios entre los familiares y los herederos del patrimonio de los condes, quienes no tuvieron descendientes directos. Y es que, por orden de Consuelo, fue su mayordomo, el español José Martínez Fructuoso, el único que recibiría el legado Saint-Exupéry.
Resulta curioso que sea mayo cuando se divulguen estos documentos que hablan del amor de Consuelo y Antoine, y que haya sido en mayo (de 1979) cuando Consuelo murió víctima de una crisis de asma.
Sobre la salvadoreña y su amado aviador quedan temas pendientes: falta inaugurar el museo que tendrán ambos en una de las alas del castillo que habitaron, así como nombrar una de las vías de Ormesson con el nombre de Consuelo.
Por cierto, en una de las fotografías de la formidable exposición se muestra la señal vial a colocarse en honor de la salvadoreña: «OrmessonS/Marne Rue Consuelo de Saint-Exupéry, “La Rose du Petit Prince”».