Uno de estos días vino a mi mente un verso bíblico muy conocido que dice: «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Me hizo reflexionar la dimensión de estas sabias palabras, principalmente cuando hago una retrospectiva de lo que a los salvadoreños nos hicieron creer los poderes fácticos y sus gobiernos de ideologías aparentemente extremas durante y después de la macabra guerra civil.
Con el pasar del tiempo nos hemos dado cuenta de que nos ocultaron muchas cosas, como la falsa enemistad entre las cúpulas de la derecha y la izquierda y el fingido interés por construir un país próspero y seguro. Es así como ahora entendemos las décadas de desidia letal de los gobernantes areneros y efemelenistas para atender las condiciones de vida de la población.
Al país lo exprimieron como una naranja, robándose no solo millones de dólares, sino también los sueños de mejores oportunidades laborales, de salud y educación de calidad. Es increíble el grito de silencio de todos aquellos que dicen velar por los derechos humanos en el mundo.
Cada día que pasa la verdad sale a la luz. Y el peso de ella está extinguiendo las aspiraciones que aún tienen los ladrones y cobardes saqueadores del pueblo que se acobijan en banderas corrompidas por la polilla y el orín. En realidad, ahora vemos que la conformación del bloque del que tanto hablan ARENA y el FMLN, y un par de esperpentos que un día portaron el color de otras banderas políticas, es nada más la revelación de lo que mantuvieron oculto: la hermandad siniestra con la que se burlaron del pueblo.
Todas las reformas impulsadas desde el fin del conflicto armado hasta mayo de 2019 fueron para enriquecer a los dirigentes y propietarios de esos partidos políticos, así como a sus empresas, familiares y amigos. Conozco la historia de un empresario que exigía a un presidente de país que le entregara las presas hidroeléctricas para privatizarlas. Gracias a Dios no cedió.
Tantos casos de corrupción que han salido a luz nos demuestran que nos mantuvieron con los ojos vendados por más de 30 años. Hasta las ayudas millonarias que venían para familias necesitadas se las robaron en saquitos descaradamente.
Por todo esto y más, El Salvador era conocido en el mundo por ser un país inseguro y violento, con gobiernos de pista de aterrizaje para malandrines y corruptos. CEL-Enel, reforma de pensiones, dolarización, Sitramss y El Chaparral, entre otros casos, hablan por sí solos. Insisto, el silencio prolongado de naciones que dicen proteger la verdad es pasmoso.
historia no podemos borrarla, pero sí reescribirla. Y eso es lo que ha venido haciendo Nayib Bukele desde el 1.º de junio de 2019.
En tres años y medio ha logrado cambios contundentes que son reconocidos por varias naciones, por gente que expresa que quisiera tener un presidente como Nayib, por muchos políticos que exigen a sus Gobiernos actuar como el de El Salvador.
Veamos un poco del peso de la nueva realidad. Sé que esto causará escozor en la oposición. En las últimas semanas, El Salvador ha sido incluido entre los países con mejores destinos de viajes para 2023 por su total seguridad y amplia oferta turística; también, después de estar entre los países con mayor migración irregular a Estados Unidos, hoy ni siquiera está en el top 10, porque el salvadoreño cree en su país y en su presidente.
Y qué decir del reconocimiento mundial por ser una nación latina donde el porcentaje de soborno es bajísimo, cuando en las administraciones de ARENA y el FMLN era lo contrario. Como ha dicho el presidente Bukele: «Aún hay trabajo por hacer», pues hay cuadros enquistados de estos partidos políticos en algunas instituciones gubernamentales y uno que otro pícaro que la verdad los alcanzará. «Tocará tomar medidas», ha sentenciado mi amigo.
En tan poco tiempo, El Salvador tiene otro rostro, reconocido además por su seguridad y buen manejo de pandemia, a pesar del guion conspirador que mantienen políticos retrógrados, sus organizaciones pedigüeñas de fondos extranjeros y sus activistas con pluma y micrófono, a quienes la verdad también los alcanzará.
Falta mucho por hacer, pero ahora hay certeza de que el presidente consolidará los cambios en favor de todos los salvadoreños. Y el pueblo así lo quiere. Y ese es el peso de la verdad.