Ya hemos escuchado esa expresión, esa frase que siempre me ha llamado la atención y me ha generado la idea de que es una verdad generalizada, aplicable en todos los países y todos los términos de la vida; es decir, adaptable a nuestro diario vivir. Y pensaba entonces que el mundo está arreglado, está resuelto, la armonía y el balance existen, no hay más desigualdad, sino pura justicia en las naciones. Sin embargo, al ver la realidad mundial, a la luz de los hechos actuales, posiblemente dicha frase no tiene supremacía de aplicabilidad, y quizá se relacione más como un término jurídico que como una doctrina de vida en las sociedades.
Es un precepto pronunciado el 15 de julio de 1867 por el político mexicano Benito Pablo Juárez García, conocido como el benemérito de las américas, poco después de entrar triunfante en la Ciudad de México, tras la derrota del emperador Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena, lo que marcó el fin del imperio mexicano y dio inicio al período denominado la república restaurada. En su discurso desde el balcón, Juárez expresó: «Que el pueblo y el Gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz».
Considero que dicho enunciado busca generar conciencia colectiva para que los ciudadanos y los Estados fundamenten sus actuaciones sobre una base justa y democrática. Teniendo como cimiento el respeto a la opinión ajena, respeto a discernir, respeto a la diferencia y tolerancia, sabiendo que todos pensamos distinto, considerando que frente a un problema con seguridad el pensamiento grupal brindará más de una solución, ahí es donde se debe evidenciar esa virtud acompañada de un franco diálogo, un debate, una discusión, un consenso y una comunicación clara, que permita exponer alternativas, propuestas, proyectos, pensamientos, que sin duda no serán comunes o afines a todos, pero que, en esencia, con avenencia humana, voluntad y decisión encontraremos las mejores soluciones y respuestas a las interrogantes sociales, de cómo llegar en buen término para el beneficio común, que nos permita continuar dando grandes pasos como humanidad.
«El respeto al derecho ajeno es la paz» conlleva a que los pensamientos que se tienen sobre el derecho ajeno, como algo digno, debe ser tolerado, ya que es lo que nos permite convivir en paz, con confianza y unidad, reflejado en aceptar las diferencias y tener la capacidad de escuchar, reconocer y respetar, en donde todos cooperemos por el bienestar y la prosperidad del país, lo cual se consigue con voluntad firme y respeto a las leyes, valorando a los demás como seres humanos por igual, retomando lo establecido en el artículo 3 de la Constitución de la República de El Salvador, cuando cita: «Todas las personas son iguales ante la ley […]».
El referido enunciado podemos aplicarlo de forma sencilla con tan solo respetar los derechos de los demás, los pensamientos contrarios, fomentar el sano debate, conocer opiniones ajenas, acompañándolo de ética, responsabilidad, verdad y principios morales; recordando que existen juicios y criterios personales y profesionales distintos, los cuales no son impases ni desgaste, ya que podemos aplicarlo desde un ámbito personal hasta llevarlo a nivel macro, tomándolo como base práctica para el desarrollo de las actividades y funciones de las naciones y gobiernos, en el aspecto financiero, educacional, cultural, salud, fiscal, social, político, etcétera.
«El respeto al derecho ajeno es la paz», verdaderamente debemos ejemplificarlo ante las nuevas generaciones, ya que serán estas, los hombres y las mujeres del mañana, las que nos guiarán, y a la vez estaremos sentando precedentes, en donde la tolerancia y el respeto guíen nuestras acciones en lo individual y en lo colectivo bajo el cargo que desempeñemos, en vísperas de establecer una mejor sociedad donde convivir y buscar el bien común, y se refleje en crecimiento, prosperidad y desarrollo de las naciones, especialmente para nuestro querido país, El Salvador.