El mundo entero se encuentra sufriendo las consecuencias de una guerra que no solo deja saldo de miles de muertos por su paso, sino que nos arrastra a todos a una crisis económica global sin precedentes.
Ningún país había terminado de recuperarse de la COVID-19 cuando aparece el conflicto entre Rusia y Ucrania, a propósito, una pandemia que persiste.
De más está decir que las perspectivas económicas no parecen ser las más alentadoras, y eso sin dejar de considerar que todos los países experimentan una creciente tendencia a la desaceleración económica, la cual alcanza índices económicos negativos que escapan a cualquier tipo de predicción, un verdadero reto para los Gobiernos, economistas y expertos en finanzas.
Una crisis económica marcada por un elevado costo de la vida, un aumento de los tipos de interés, que al final solo eleva los costos de los empresarios, y a esta tormenta se debe sumar el precio del petróleo, además del alza de precios de insumos claves para la agricultura que, por cierto, se importan desde Rusia y Ucrania.
Se sabe que ambos países son importantes proveedores en diferentes mercados de materia prima, y representan un 30 % de las exportaciones mundiales de trigo, 11 % de petróleo y el 20 % de las importaciones de maíz, fertilizantes y gas. No cabe duda de que dichas importaciones se pueden sustituir, ¿pero a qué precio?
Ante una crisis de esta índole es imprescindible que los Gobiernos mantengan una política monetaria que persiga como principal objetivo la estabilidad de los precios, y esto debe ir acompañado de una política fiscal encaminada a frenar las presiones al alza del costo de la vida de cada sociedad, una medida que, al no ir de la mano con la política monetaria, solo nos llevaría a todos a un esfuerzo fallido.
En un artículo publicado en este mismo periódico, titulado «Hasta cuándo con la inflación mundial», valoré que, si queremos atacar de raíz el problema de la inflación mundial, se deben mejorar los niveles de productividad, y esto para evitar escasez como resultado de una oferta que se queda rezagada ante la demanda. De ahí la urgente necesidad de integrar a las políticas monetarias y fiscales el tema de las reformas estructurales con miras a elevar los niveles de productividad de cada país.
La otra inflación que incide directamente en todas las economías tiene que ver con los efectos secundarios de la guerra en Europa, y Asia Central, donde se espera una contracción de la producción, esto según predicciones de instituciones como el Fondo Monetario Internacional, y en los mismos informes se plantea que Oriente Medio y el norte de África no se verán tan afectados.
En el caso de Europa, a medida que avanza el invierno, la situación se volverá mucho más complicada, y la ubica como una región muy expuesta a la guerra por el lado de las importaciones de productos energéticos y alimentos.
El panorama económico mundial expresado en pronósticos estadísticos arrojó los siguientes resultados, por ejemplo, se tiene que las perspectivas de crecimiento para Europa y Asia Central son que el crecimiento económico será para 2023 de 1.5 %. Y en el caso de Latinoamérica y el Caribe se espera un crecimiento con tendencia a la desaceleración económica y, por lo tanto, se predice un crecimiento del 1.9 %. Por otra parte, en Norteamérica la situación muestra las mismas tendencias, algo que no se había visualizado en los últimos 40 años.
Sin embargo, en otras regiones las perspectivas económicas parecen ser mucho más alentadoras, y así tenemos que en Oriente Medio y el norte de África se espera para 2023 un crecimiento del 3.6 %, en Asia meridional hasta un 5.8 %, y finalmente África subsahariana ronda un 3.8 % en 2023.
La subida de precios es un fenómeno que obligará a muchas familias de bajos ingresos a disminuir sus gastos en otros artículos para solventar las necesidades básicas de productos energéticos y alimentación.
En El Salvador, el Gobierno tomó medidas económicas temporales muy certeras para aliviar el bolsillo de la gente, y todo esto fue acompañado por instituciones como la Defensoría del Consumidor para evitar abusos en la subida de precios a escala nacional.
Sin embargo, las medidas implementadas a favor de la gente fueron criticadas por la oposición y tanques de pensamiento, una actitud indolente que los convierte en grupos insensibles e incapaces de entender las grandes necesidades, los sueños y anhelos de los salvadoreños.
El actuar de estos grupos de oposición me recuerda la obra «Fausto», de Goethe, en la que, en un momento magistral de la obra, el Dr. Fausto pregunta a Mefistófeles (el diablo): «¿Quién eres?», y el demonio contesta: «Soy una parte de esa fuerza que siempre quiere el mal y practico lo bueno». Así son ustedes, unos lobos con piel de oveja que durante 30 años abusaron de la confianza de los salvadoreños, pero lo grave de todo es que lo siguen practicando cuando adoptan posiciones antagónicas carentes de argumentos lógicos, entre las cuales cabe mencionar sus fuertes críticas al plan territorial, medidas antipandillas, etcétera.