El surf cambia la vida de las personas, quienes lo practican aprenden a estudiar cada ola que se les presenta y a estar conscientes de que, según sea su tamaño, forma o velocidad, deben primero nadar y remar para alcanzar ese punto de equilibrio entre su cuerpo preparado físicamente y su fortaleza mental, en donde logra mantenerse en pie y surfear la ola, mostrando de lo que es capaz cada ser humano. Esto es muy similar a lo ocurrido en El Salvador.
Muchos sectores en el mundo, entre ellos el turismo, fueron obligados a postrarse ante la letal COVID-19. Lo que para muchos era una «simple gripecita» al principio se convirtió en la bestia aniquiladora de vidas, sin importar estatus social, creencias, afinidades políticas, color de piel o género. Al virus no le importó qué tan desarrollada estaba una nación.
Ningún país en el mundo estaba listo ante semejante ola de desastre. Ganar el trofeo mundial al virus ha sido el desafío más grande, la más alta ola que el sector ha tenido que enfrentar hasta hoy. ¿Cuántos países que dependen exclusivamente del turismo están en serias dificultades? Muchísimos.
¿Por qué lograr surfear una ola se compara con El Salvador? Porque cuando el mundo comenzaba a postrarse ante el potente virus, el presidente Nayib Bukele estudió esta ola en su tamaño y velocidad, se anticipó a su llegada, preparó al país para entrar a la ola. Tomó las decisiones correctas a tiempo.
Nos puso a trabajar a todos con una sola visión: salvaguardar la vida de toda la población salvadoreña. Al sector turístico le encomendó que apoyara con alojamiento en los hoteles del país para la etapa de contención de la pandemia y de esta manera ayudar al sector que sin duda iba a ser de los más afectados por este virus y, a la vez, dar tiempo para rescatar y adaptar la infraestructura de salud que por años los gobiernos anteriores no se ocuparon ni siquiera en construir, menos en mejorarla, tiempo para que se aumentaran las unidades de cuidados intensivos, para que se construyera el mejor hospital en la región, que se tuvieran listos los kits de medicinas, que se les diera alimentos a las familias, entre otras acciones.
Al saber que laboratorios en el mundo luchaban por conseguir una vacuna que diera inmunidad contra el virus, o al menos disminuyera su impacto, el presidente Bukele inició las conversaciones y negociaciones para ser de los primeros en obtener las dosis necesarias. Las críticas de aquellos que nunca suman no faltaron, pero ahora somos el país líder en la región en jornadas de vacunación.
El resultado es obvio: aplaudido por la gran mayoría, reconocido a escala mundial, posicionándonos como un destino emergente y liderando las cifras de visitas de la región en medio de una pandemia. El sector turístico se lo agradece y lo valora.
¿Quién iba a pensar que El Salvador se posicionaría inmediatamente como un des[1]tino turístico bioseguro, cuando antes el país no se conocía o solo se asociaba a noticias negativas? Cuando trabajé en el área de Desarrollo Humano en el sistema de las Naciones Unidas, en donde la teoría y práctica nos mostraban experiencias exitosas de países que aprovechaban el sector turismo para el desarrollo de sus economías, y a la vez mis colegas de trabajo que provenían de diferentes países hacían turismo en cada rincón del país, me confirmaban con su testimonio esa pregunta que siempre me hice desde estudiante: ¿por qué este país no le apostaba al turismo?
Por nuestra condición geográfica, tenemos el valor diferenciador de la ola constan[1]te en nuestra zona costero-marina, en donde las distancias cortas nos permiten conectar ese valor con los otros destinos turísticos que tenemos en todo el territorio nacional, permitiéndole a los turistas vivir varias experiencias a la vez. De la playa al volcán u otro destino, de lo helado al calor en menos de una hora, ¡qué maravilla! Surfear en tiempos de pandemia no ha sido fácil, pero lo hemos logrado.
Sí, lo hemos logrado gracias a la preparación de nuestro Gobierno, a la anticipación y al apoyo sin límites del presidente y a nuestras empresas turísticas, que se han adaptado y cumplido con los protocolos sanitarios y están trabajando con responsabilidad acatando todas las medidas en esta nueva normalidad, que nos exige seguirnos cuidando los unos a los otros.
El éxito ha posicionado a El Salvador en el mundo como un destino turístico bioseguro, lo que indica que estamos convirtiéndonos en ese destino que da confianza y certeza a los turistas nacionales e internacionales y en especial a nuestros salvadoreños en el exterior, que están volviendo a nuestro país no solo por la nostalgia, sino que también porque se sienten orgullosos de lo que ahora se habla del país a escala internacional y se lo están mostrando a sus hijos y nietos a la vez.
Por primera vez en muchos años, el orgullo de ser salvadoreño nos ayuda a la promoción y al posiciona[1]miento de nuestro país. El turismo es, de hecho, uno de los principales sectores de la economía en muchos países y genera empleos de calidad.
También influye, o tiene un impacto innegable, en muchas otras áreas y servicios —tanto privados como públicos—, en el desarrollo de la sociedad, en la vida y el bienestar de las personas en todos los países.
Este sector no se puede desarrollar si no tenemos infraestructura pública y privada de primer nivel, seguridad, salud, educación, cultura, vivienda digna, agua potable, electricidad, internet, medioambiente, entre otros, y esto es precisamente lo que estamos haciendo en esta gestión, en la que el presidente Bukele nos ha encomendado trabajar a todos con la visión de construir bases sólidas para convertir a El Salvador en un buen destino para visitar, invertir y vivir.