Septiembre es un mes de alta importancia cívica y republicana para salvadoreños y chilenos. Este 15 de septiembre, El Salvador conmemoró su bicentenario de independencia, mientras que Chile celebra su 211 aniversario de independencia el 18 de septiembre. Ambas naciones, gracias a la valentía, el sacrificio y el heroísmo de una generación de hombres y mujeres que tuvieron la convicción de transformar a sus países es que hoy podemos celebrar que tenemos naciones independientes, libres y soberanas.
Al calor de la conmemoración del bicentenario de la independencia de El Salvador podemos afirmar que la historia que entrelaza las relaciones de El Salvador y Chile en lo diplomático y consular data desde hace casi 200 años, oportunidad en que el chileno Pedro Nolasco Riesco fungió como cónsul para la región centroamericana en 1826 desde Guatemala, y se trasladó a tierras salvadoreñas, donde se establecería Carlos Thurn, en la ciudad de Sonsonate.
Posteriormente, con los años, esas relaciones se han ido fortaleciendo y creciendo en las más variadas esferas, que van desde la seguridad, lo económico, la cooperación, la educación y la salud hasta la cultura. Esta última precisamente se refleja en los aportes del
ilustre pintor chileno Luis Vergara Ahumada, a quien en la década de los cincuenta se le encomendó dar rostro y vida a las estampas independentistas con las que ahora se recuerda esa importante epopeya.
Obras como «Primer grito de independencia de 1811» y «La firma del acta de independencia de Centroamérica, 1921», que se encuentran en la ex-Casa Presidencial, en San Jacinto, son sin duda parte del imaginario colectivo salvadoreño y representan el esfuerzo de los próceres nacionalistas que lucharon por conseguir la independencia de El Salvador.
Como embajada, hemos hecho un aporte investigativo del legado del pintor Vergara Ahumada, el cual fue plasmado en el libro «Vida y obra del pintor chileno Luis Vergara Ahumada» (Andrea Matte, Gregorio BelloSuazo, 2014), que se encuentra para consulta en la red de bibliotecas nacionales y en la de esta embajada.
Como diplomático he tenido la oportunidad de estar frente a esta misión en dos oportunidades (2010-2014 y 2018-2022) y junto con mi esposa, María Eugenia, hemos tenido el privilegio de recorrer este hermoso país y conocer sus más bellos parajes, forjando amistades que confiamos en que perdurarán para siempre, demostrando que la grandeza del país radica en su gente y en el potencial que tiene para desarrollar la nación.
A nuestra generación le ha tocado vivir tiempos complejos —no cabe duda de eso— y ha debido mirar de frente el rostro de la adversidad. Hemos debido enfrentar terremotos, crisis sociales, económicas e incluso la pandemia por la COVID-19, aún en desarrollo, una crisis sanitaria que jamás imaginamos atravesar. Sin embargo, es menester dar cuenta de que nuestra tarea no debe limitarse únicamente a resistir y superar los golpes de la adversidad.
También tenemos una misión: construir mejores países que podamos legar con orgullo y esperanza a las futuras generaciones de chilenos y salvadoreños.
La destacada poetisa Gabriela Mistral, quien tuvo una entrañable relación con El Salvador, decía: «Donde haya un árbol que plantar, plántalo. Donde haya un esfuerzo que todos esquiven, acéptalo. Sé tú el que apartó la piedra del camino, el odio de los corazones y la dificultad del problema».
Mirando al futuro, los retos políticos, sociales y económicos impuestos por la pandemia nos impulsan a adaptar el entorno social, a evolucionar y a hacer frente a la adversidad, sin que ello implique perder nuestra humanidad, el sentido de comunidad y el sentimiento de pertenencia a una nación, de ser salvadoreños, chilenos, centroamericanos, latinoamericanos todos.
En el mes de la patria para Chile y El Salvador, levantemos las miradas hacia el futuro, renovemos la fe en nuestras naciones, fortalezcamos la confianza en nosotros mismos y recuperemos la confianza en el futuro. Viva Chile, viva El Salvador.