Un empresario en el área de educación me interpeló un día de estos diciéndome que cómo podía yo apoyar a un gobierno dictatorial, planteándome lo siguiente: «Un “filósofo” (expresión entre comillas como menospreciándome como tal) no debería estar de acuerdo con la forma de gobernar actual». Solo por ser objetivo de plantear en público lo que se hace bien, así como se critica lo que se debe mejorar; al final esa es la obligación intelectual y moral de un académico, observar la realidad y transformarla con el pensamiento.
Esto, dicho con antelación, es muestra de la lucha titánica que existe entre los que han estado acostumbrados a hacer lo que han querido, incluso quitándole la dignidad a las personas y a aquellos que día a día intentan un mundo, y en este caso un país más justo y humano. Reconocer que ha iniciado en todo el mundo un proceso de evolución donde las grandes masas tienen también voz es, quizá, el mayor temor de la oligarquía y la burguesía del país.
Tal como expresó el maestro Noam Chomsky: «La tradición intelectual es de servilismo al poder, y si yo no la traicionara me avergonzaría de mí mismo». Ciertamente, los académicos no se han preparado para servir al poder, sino para servir a los que están en oscuridad intelectual y no pueden hacer velar sus derechos. Quienes por siglos, aun actualmente, pregonan por la democracia, ven a la democracia como su ama de casa, al servicio de ellos.
De tal suerte, que el mundo está cambiando y el país no puede quedarse atrás. El tiempo en el que los que poseen los medios económicos son los únicos con voz y decisión ha fenecido, y las masas exigen que su voz sea escuchada y nunca más se menosprecie la grandeza de la sencillez y el amor por la verdad humilde.
El Salvador debe sumarse a la emancipación de las grandes mayorías, y eso no se alcanza solo con el derecho al sufragio y el derecho al consumo; sino, ante todo, con la verdadera equidad de oportunidades laborales, sociales, políticas y espirituales. Así pues, ha iniciado en la nación un proceso histórico sin marcha atrás, donde se ha roto un totalitarismo de pensamiento y acción de unos pocos, dando paso a una sociedad más equilibrada, donde el respeto se gana y no se hereda como las fortunas y los negocios.
El filósofo Wilhelm Hegel solía decir: «lo que es racional es real y lo que es real es racional». Por lo tanto, si el cambio es lo único real y continuo en la vida, quiere decir que es la base de la realidad. Todo puede ser inseguro. Pero el cambio es lo único seguro y, por tal, racional. Por ende, los movimientos que están acaeciendo en la actualidad tienen a la base el nuevo orden de las cosas, en el que todos tiene voz y decisión por la simple y llana razón de tener pensamiento, dignidad y por ser los hacedores de la economía del país con su trabajo arduo y su entrega incondicional a la familia.
De tal manera, que la gran apuesta de este gobierno debe ser como lo expresaba Monseñor Romero: «Escuchar la voz de los sin voz», donde cada día sea el pueblo el verdadero soberano, tal como plantea la Constitución de la República, aunque pataleen los que siempre se han creído dueños del país. Tanto políticos como empresarios sepan que se ha instaurado en el amado El Salvador la simiente de la emancipación y la justicia del pueblo salvadoreño.