Cerca de 700 monedas, 450 billetes de diferentes denominaciones, 15 quinqués (lámpara portátil y graduable en intensidad), objetos de cerámica española y japonesa, religiosos, de madera, jarras cerveceras, incluso fósiles, entre otros, conforman la colección privada de Juan Carlos Mendoza Morales, sociólogo y profesor universitario.
Su afición por los objetos curiosos, antiguos o viejitos comenzó desde que era un niño al observar las piezas que se encontraban en la casa de sus padres. Posteriormente adquirió o rescató objetos que le parecían interesantes, y ahora cuenta con una gran colección, al punto de que se ha visto en la necesidad de vender algunas piezas para «liberar espacio».
«Desde diciembre entramos en un proceso de podernos desprender. Ha sido difícil, pero también lo he disfrutado porque la mayoría de buenas piezas se han quedado con gente que es muy cercana, ha sido muy bonito, y es simbólico porque la primera pieza que pusimos a la venta fue una menorá [candelabro o lámpara de aceite de siete brazos propia de la cultura hebrea] y quedó en la familia de amigos», comenta.
Las piezas son exhibidas en la página de Facebook El Patio de los Mendoza, que hasta el año pasado era la página de un restaurante local ubicado cerca del estadio Juan Francisco Barraza, en San Miguel, administrado por el sociólogo y su esposa, Mayency de Mendoza. Gracias al gusto de ambos por las antigüedades el negocio era ambientado con quinqués, entre otros objetos.
«Siempre hay objetos nuevos porque o sigo comprando o tengo amigos que me piden que les ayude a vender sus cosas. No esperaba que en San Miguel tuviese una recepción positiva a las cosas viejas, pero ya vi que hay otros locos como yo, y eso es muy bonito», destaca Mendoza.
Sin embargo, entre todos los objetos existen colecciones que no están a la venta como campanas de bronce, monedas y billetes, un mueble de botica que formó parte de los bienes de la farmacia El Progreso, en el centro de San Miguel; dos mesas elaboradas con viejas puertas de madera y un armario que perteneció a su bisabuela.
El anticuario no duda de que su afición influyó al momento de elegir una carrera universitaria.
«En la universidad donde trabajo tengo la suerte de dar la asignatura de Historia de El Salvador y la parte de los pueblos mesoamericanos. Cuando llegamos a eso, me gusta mucho, y a los chicos se les despierta el interés y siempre un año alguien me llama o me envía un mensaje, porque vio algo antiguo que le interesó», manifestó.
Entre las piezas más antiguas se encuentran una máquina de coser Willcox and Gibbs de 1880 (aproximadamente), planchas de principios del siglo pasado, cajas de madera que eran usadas para guardar ropa y fósiles.
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