La acción de arrojar una botella plástica en un río o tirarla en la calle puede parecer algo simple, pero en realidad esa pequeña acción genera enormes repercusiones para el medioambiente y para miles de familias que residen en los alrededores del lago Suchitlán, principalmente en la zona del Cerrón Grande, donde convergen varios municipios de tres departamentos del centro de El Salvador.
En el lago Suchitlán convergen, entre otros, los municipios de Azacualpa, San Francisco Lempa, San Luis del Carmen y Potonico por el lado de Chalatenango; mientras que Suchitoto del lado de Cuscatlán, en tanto que Cinquera y Jutiapa por Cabañas.
Y no es solo que geográficamente confluyen, sino que cientos de ciudadanos de esos lugares dependen económicamente del lago: pescan, hacen viajes turísticos, transporte de carga en ferri, agricultores cuyos cultivos dependen del agua de este lago creado artificialmente cuando se echó a funcionar la Central Hidroeléctrica del Cerrón Grande en 1976.
Parte del embalse está en territorio del municipio de Potonico, donde en septiembre de 2022 se acumularon más de 600 toneladas de desechos que complicaron la vida de quienes subsisten de la pesca y otras actividades que tienen como principal socio las aguas del lago Suchitlán.
La intervención de las autoridades ambientales, de la Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del Río Lempa (CEL), de la alcaldía de Potonico y de otras instituciones permitió esta vez limpiar el lago, pero el riesgo se mantiene inminente ante la carente conciencia de las personas que lanzan a diario botellas plásticas o basura en calles, ríos o quebradas.
Y es que cada vez que una persona, en cualquier punto de los 14 municipios que conforman el Gran San Salvador —de donde se estima que llega más del 85 % de los desechos—, lanza desperdicios plásticos o de otra índole en ríos o quebradas no dimensiona que esa basura puede llegar al embalse del Cerrón Grande, situado 78 kilómetros al norte de la capital, y afectar a cientos de familias y al medioambiente.
Uno de los pobladores que resultaron afectados con la reciente acumulación de desechos fue Jesy Alexánder Navarrete, quien a diario recorre en su lancha las tranquilas aguas del Suchitlán en busca de tilapias, actividad que ha desarrollado por años, pues se ha convertido en su principal fuente de ingresos.
Jesy dice que cuando la pesca está productiva extrae varias docenas de tilapia. Antes tuvo que arrojar una y otra vez la red. La docena la vende a $10 o $12, según el tamaño del pez.
Con lo obtenido de la pesca logra suplir las necesidades de los cuatro integrantes de su familia. Con las ganancias compra el hielo en el que coloca las tilapias, el combustible y el aceite de su lancha, a la que bautizó Elizabeth. Cada jornada se prolonga hasta por cinco horas e inicia a la 1 de la tarde.
El pescador relata que la acumulación de bolsas y botellas plásticas, llantas, pelotas y un sinfín de artículos le dificulta trabajar, ya que «ni siquiera se pueden tirar las redes, incluso los peces se adentran más porque en ese basural no encuentran oxígeno». Explicó que esta situación en algún momento los ha obligado a suspender la pesca y que, en el peor de los casos, los peces han muerto por el plástico que intentan comer.
Josué toma conciencia de su acción
En otro punto del país, Josué A. vive una realidad diferente a la que ha estado pasando Jesy, pues se le ve caminar muy tranquilo por los alrededores del Reloj de Flores, en la capital, San Salvador, donde tras beberse el agua de una bolsa plástica decidió lanzar el empaque en una de las cunetas, justo donde había botellas y otros desechos. Al ser consultado por las graves repercusiones que genera su acción al medioambiente, el ciudadano admitió que no tenía idea de las consecuencias que producen estos desechos que, tras navegar por quebradas, pueden llegar hasta el lago Suchitlán o al mar, así como las graves afectaciones para la biodiversidad y para los pobladores que habitan en los contornos del lago.
—Disculpe, ¿sabía usted que cada vez que lanza desperdicios plásticos en calles, ríos o lagos genera un severo problema ambiental que afecta la vida de cientos de personas?
—No, no lo sabía.
—Los desechos plásticos ponen en peligro la vida las plantas, aves y peces, y estos últimos son clave para la subsistencia de cientos de familias.
—Tiene razón, fue imprudente de mi parte. Pondré la bolsa en un depósito para basura —expresó Josué.
Aterrados por los desperdicios
Norma Urbina, César Portales y Danira Miranda son tres amigos que tienen en común varias cosas; una de ellas es que residen en el municipio de Sensuntepeque, departamento de Cabañas, desde donde a diario recorren un estimado de 54 kilómetros hasta Potonico para integrarse a las cuadrillas contratadas por la CEL y que desde septiembre de 2022 hasta la fecha han trabajado para retirar del Suchitlán 630 toneladas de desechos.
Ninguno de ellos precisa tener un amplio conocimiento científico para darse cuenta de las graves afectaciones que los desperdicios provocaron al Suchitlán, pues han participado de forma directa en el retiro de miles de botellas plásticas y de vidrio, pelotas, sandalias de hule y hasta piezas de lavadoras que estaban acumuladas en el lago.
Norma, César y Danira se sumaron a las jornadas de limpieza diarias de 5 a 11 de la mañana. Sus rutinas consisten en colocar desechos en bolsas plásticas para luego ser retiradas en camiones.
«La primera vez fueron como 200 bolsas en una sola jornada, luego 450 y así hasta llegar a 500», detalló Norma. Dada la experiencia vivida, la ciudadana catalogó de «horrible» el daño provocado por las personas que lanzan desechos al lago, y lamentó la afectación colateral y el impacto ocasionado a los pescadores de las riberas del lago de 135 km².
César, por su parte, describió en una frase la problemática: «No se podía caminar, todo estaba lleno de botellas». Dijo que también había recipientes de pesticidas y jeringas. La experiencia de Danira la llevó a presenciar cómo en cierta ocasión, entre los desperdicios que eran retirados del lago con redes había hasta tortugas muertas. En vista de todo lo que atestiguaron, estos amigos coinciden en que los salvadoreños deben tomar conciencia de sus acciones.
Norma, quien es madre de un niño de seis años, centra sus esperanzas en que las nuevas generaciones de salvadoreños sean más responsables en el cuido del medioambiente, al menos eso quiere inculcarle a su hijo. «Ellos son el futuro de nuestro país, por eso le voy a enseñar a depositar la basura donde corresponde», expresó.
En noviembre de 2022, la Asamblea Legislativa aprobó con 65 votos una reforma del Código Penal y la Ley del Medio Ambiente para castigar con cárcel y multas a quienes lancen o dejen desechos y residuos en lugares públicos. Se estableció que lanzar basura con un peso mayor a dos libras en lugares no autorizados será penalizado con multa de $1,500 y penado hasta con tres años de cárcel cuando por estas acciones se ponga en peligro el medioambiente.
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Pobladores, ambientalistas e instituciones, unidos por el lago
Gobierno y comunidades locales unen esfuerzos para evitar que el Suchitlán siga siendo contaminado.
El ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Fernando López, detalló en su momento que a diario se generan 4,200 toneladas de desechos, de las cuales 1,200 toneladas no llegan a los rellenos sanitarios para su tratamiento y terminan en ríos y quebradas.
De ahí que considere importante el papel de los ciudadanos, gobiernos locales, instituciones y ambientalistas para resguardar ríos y lagos.
Así, en una entrevista con «Diario El Salvador», el jefe de Responsabilidad Social de CEL, Alexánder Zamora, explicó que esa institución hace esfuerzos a través de la campaña Cero Basura para garantizar que las aguas del lago Suchitlán se mantengan limpias y así revertir las condiciones adversas generadas por la acumulación de desperdicios.
Zamora dice que existe un compromiso ambiental y social para proteger el lago y las comunidades. No obstante, aclaró que a estos esfuerzos se tiene que sumar el compromiso de los ciudadanos que residen principalmente en zonas donde son arrojados los desechos que llegan hasta el embalse.
«La basura no se genera en los municipios aledaños a la represa, sino que es arrastrada por ríos que cruzan el Gran San Salvador y, si no hay una buena disposición final, va a parar al embalse», dijo.
Al componente ambiental se suma que la hidroeléctrica debe mantener limpio el embalse del Cerrón Grande para evitar que los desechos plásticos generen problemas en las rejillas que producen la energía eléctrica. Entre 1,500 y 2,000 personas de las cooperativas locales se han sumado a la campaña de limpieza para retirar promontorios de basura.
A estos esfuerzos se han sumado gobiernos locales, ONG e instituciones como Plan Internacional y el Instituto Sindical Italiano para el Desarrollo Internacional (Iscos). Zamora apeló a la conciencia de la población para «no tirar la basura en la calle porque termina en los embalses afectando no solo a los ecosistemas, sino a la gente que vive alrededor y que se dedica a la agricultura y a la pesca».