Los pocomames que vinieron a El Salvador fueron, en gran medida, desplazados por la inmigración de los pipiles en el siglo XI. Pese a eso, la Ciudad de Manantiales, Atiquizaya, en Ahuachapán, conserva rasgos de un templo en el que prevalecía la ritualidad pocomana.
«Linda en historia, el Salto de Malacatiupán es una joya. Tiene un significado enorme para nosotros, es que ahí hay varias leyendas. Es el templo redondo de los pocomames, hacían sus ritos en ese lugar», describe Manuel Vizcarra, un historiador sexagenario de Atiquizaya, al preguntarle sobre el templo de los pocomames de su ciudad natal.
Vizcarra reside en Estados Unidos, pero conserva en sus libros muchas historias con las que dice sentirse identificado, por las raíces del pueblo que lo vio nacer, sobre todo por los rituales que desencadenaron en leyendas de ese templo natural.
Un amigo escribió una leyenda que se llama El rapto de la hija del señor de Malacatiupán, y en cada pasaje yo me imagino cada escena. Es encantadora, la verdad.
Manuel Vizcarra, historiador
José Antonio González Castro es el autor de la leyenda mencionada por el historiador, la cual destaca la ritualidad. Describe el templo como un lugar de angostos senderos, escondidos entre gigantescos cedros, robustos conacastes y encinos, esbeltos laureles, así como soberbios maquilishuats y cortés en flor.
Cuenta sobre tres bellas doncellas pipiles —entre ellas la bellísima princesa Atiscapa—, quienes estaban cumpliendo con el encargo de su poderoso padre Cuajuniquil de depositar una ofrenda a su dios protector.
Relata que ahí procedieron a bañarse, juguetear y a disfrutar de las deliciosas, medicinales y termales aguas color esmeralda del río, olvidándose por completo de las advertencias que su abuela Cucucatan les había hecho, recomendándoles no tardarse mucho, pues guerreros de su tribu habían avistado en las cercanías a extrañas criaturas con pecho brillante, mitad hombre, mitad bestia, y poseedores de largos palos que mataban.
Puede interesarle: Sofía Vergara es la actriz mejor pagada del mundo, según Forbes.
El mito más famoso y representativo es el del cuto partideño, una historia de amor y tragedia: Hace años existió un joven llamado Juan, quien se enamoró de una bella mujer, conocida como María. Cada día, ella viajaba desde su casa hasta el salto para dejarle almuerzo a su padre, y Juan esperaba con ansias aquella hora.
La historia subraya que Malacatiupán, que en lengua náhuatl significa templo redondo, era un sitio donde los pocomames hacían rituales. Una de las peculiaridades del salto es que la segunda y tercera cascada están divididas por una roca, cuya apariencia se asemeja al rostro de un mono.