La capilla del Hospital La Divina Providencia, en San Salvador, fue el último hogar de San Óscar Romero, también fue el lugar donde lo asesinaron el 24 de marzo de 1980, mientras realizaba el ofertorio de una misa.
Actualmente, en la capilla su recuerdo se mantiene vivo, ya que todos los días se realizan misas donde se retoman las homilías del Santo. También, acuden personas que lo conocieron personalmente, como Óscar Calles, quien asiste a dicha iglesia desde 1979, es decir, durante más de cuatro décadas se congrega en el lugar para conmemorar la palabra de Romero.

Calles describió a Óscar Romero como un hombre honesto y que siempre estuvo del lado de la verdad. «Él fue amante de la gente necesitada y humilde. Cuando sucedió lo del padre Rutilio Grande le cambió la forma de ver las cosas, comprendió que necesitaba luchar por los más necesitados. A él lo tildaban de que era comunista, y nada más alejado de la realidad, él solo estaba del lado del pueblo. Cuando lo mataron fue triste porque vimos que la maldad prevaleció sobre el bien», comentó Calles.
San Oscar Romero vivió los últimos tres años de su vida en la capilla del Hospitalito de La Divina Providencia, ubicada en San Salvador. En el hospital atienden pacientes con enfermedades terminales y brindan servicios paliativos. Actualmente hay unos 30 pacientes ingresados.
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Según narraron las religiosas de la capilla y el hospital, Romero vivió ahí porque buscaba estar con las personas que necesitan de ayuda. «Él vivió durante tres años porque decía que el pastor debe de estar del lado del sufrimiento, y esas palabras él las vivió. No las decía por gusto, día a día vivía lo que él decía», dijo Elbia Cazún Peñate, religiosa carmelita misionera de Santa Teresa.

Sin embargo, cuando Romero fue asesinado en marzo de 1980, la noticia impactó a los jóvenes y adultos que lo conocían en esa época. Según Priscilla de Navarro, una feligresa que colabora en la iglesia, ella estudiaba en la Universidad de El Salvador cuando le avisaron del suceso, lo cual entristeció a las comunidades, estudiantes y miembros de la iglesia católica.
«Para nosotros fue como perder a nuestro guía, a la persona que no daba esperanza en medio de la guerra. En mi casa, usted salía y escuchaba la voz de monseñor en las casas, porque él era el que daba la voz al pueblo que nadie escuchaba», dijo Navarro.
Ella acude a la misma iglesia desde hace más de 40 años para colaborar con las religiosas, pero también para recordar las homilías de Romero.
Según narró, en octubre de 2018, cuando recibieron la noticia de la canonización, nuevamente tuvieron una esperanza, y lo celebraron en la Capilla del Hospital La Divina Providencia.
De acuerdo a Cazún, los actos del Santo fueron reconocidos a nivel mundial y se demostró que sus obras tuvieron un impacto en la población salvadoreña. «Para nosotras es un reto y un compromiso decir que cada día podemos vivir sus palabras. Él denunciaba las injusticias que se cometían en el país», explicó la religiosa.
En la capilla también venden literatura del religioso y este día se celebrarán dos misas en su memoria, una a las 9 a.m. y otra a las 5 p.m.
«La población mantiene viva la memoria de monseñor Romero, como iglesia le han dado realce. A él lo tildaban de político, pero él no era político, era un defensor de los derechos humanos»
Óscar Calles, feligrés que acudía a las homilías de Romero en 1979.