En este país, como dice el viejo adagio popular, la justicia solo muerde al descalzo. Un hombre se roba una gallina y va preso. Un hombre que se salta un cerco para cortar jocotes también puede ir preso. Pero un político corrupto roba al Estado, roba el dinero de la gente y queda libre.
La semana pasada se conoció que la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia suspendió provisionalmente la tramitación del juicio contra el efemelenista Sigrido Reyes, expresidente de la Asamblea Legislativa y expresidente del Organismo Promotor de Exportaciones e Inversiones de El Salvador (Proesa).
A Reyes se le señala por presunto enriquecimiento ilícito. Un informe de Probidad indica que Reyes no justificó ingresos patrimoniales por casi $460,000.
Estos hechos llaman la atención de cualquiera: ¿o acaso cualquier ciudadano tiene estos mismos privilegios? En la práctica, el proceso contra este exfuncionario está detenido. ¿Bendita justicia?
En El Salvador, durante décadas el sistema ha esculpido a las instituciones para protegerse a sí mismo. Un desfile de corruptos están en la calle, riendo, disfrutando del dinero de la gente que sustrajeron ilegalmente de las arcas del Estado. Viven a sus anchas porque nunca se les enjuició y porque tienen la certeza de que las instituciones han sido hechas para servirles.
Es en la Asamblea Legislativa donde se esculpen leyes a la medida, donde se elige a funcionarios de otras instituciones con el fin de proteger a los mismos diputados y de proveerles impunidad. Hay quienes aún no entienden que lo que llaman democracia, Estado de derecho, institucionalidad, etcétera, han sido simples excusas para que quienes toman las decisiones, sus financistas y aliados mantengan sus privilegios y sigan viviendo a costillas de la gente.
El próximo 28 de febrero este país tendrá una enorme oportunidad. Los salvadoreños podrán dinamitar ese sistema que protege corruptos. Y podrán hacerlo por medio del voto.
La Asamblea va a cambiar. Va a trabajar por la gobernabilidad y a favor de las mayorías. Cuando Nuevas Ideas conquiste la victoria histórica que ya está claramente cercana, un verdadero cambio generacional será el encargado de transformar el estado de las cosas que tanto daño ha hecho.
El caso del freno al proceso contra Sigfrido Reyes es una nueva afrenta a la población. Dice mucho de un sistema de justicia que parece también permeado por intereses político-partidarios. Sin embargo, lo que ni Sigfrido ni los magistrados (suplentes) que lo favorecieron entienden es que los salvadoreños han tomado consciencia de que este tipo de actitudes, este tipo de hechos vergonzosos pronto terminarán. Y que ellos, los ciudadanos, tendrán en sus manos la posibilidad de hacer justicia real contra los maleantes que durante muchos años se aprovecharon del dinero del pueblo. Será por medio del voto popular para Nuevas Ideas que se conseguirá un cambio real.