El maestro Wolfgang Amadeus Mozart solía decir: «Si el emperador me quiere, que me pague, pues solo el honor de estar con él no me alcanza». Ninguna cita podría ser más sensata y acaparadora de la realidad que hoy se expone que la del maestro de la música clásica; creer, como se manejó durante siglos, que el empleado debe estar agradecido solo por el hecho de que se le dé trabajo sin importar las condiciones es una bajeza y una miseria propia de la suciedad de un explotador de la especie humana.
Ciertamente, quien crea fuentes de trabajo debe ser protegido y fomentado por el Estado, pero no es menos cierto que quien ofrece puestos de trabajo debe así mismo brindar empleos dignos en cuanto a prestaciones y condiciones como en salario emocional, es decir, el buen trato y hacer sentir al colaborador que su aportación en la empresa es valiosa. ¡Cuánto de esto falta en el país!
Es preciso dilucidar o desglosar de forma objetiva y profunda el planteamiento anterior; muy cierto es que el empleado o colaborador debe estar agradecido por el trabajo que se le da en la institución o empresa en la que labora dando lo mejor de sí, pero también agradecido debe estar el dueño o empresario por la vida holgada de él y su familia que, al final, es gracias al sudor del trabajador, que la ganancia y el excedente es solo del dueño y su familia.
De tal manera que se debe empezar a instaurar una nueva visión colaborativa del trabajo en el mundo y por tal en El Salvador, tanto empleador como empleado se deben uno al otro respeto y agradecimiento, ya que el éxito de cualquier producto o servicio que se ofrece tiene por base el pensamiento innovador y el riesgo pecuniario del empresario como la creatividad, la experticia y el esfuerzo del trabajador o colaborador de la institución o empresa.
Tal como el insigne filósofo chino Lao Tsé solía decir: «Cuando el trabajo de un gran líder concluye, la gente dice: ¡Lo hicimos!». El liderazgo hace falta en las empresas, a menudo solo se cuenta con jefaturas y por ello es que no se comprende la importancia y el respeto a la dignidad e identidad del colaborador; solo cuando se trabaja a la par y se vive como los del par es cuando se une trabajo, honor, ideal y misión de una empresa.
Así pues, no se debería seguir considerando al trabajador o al colaborador como una pieza sin identidad en las empresas o en los lugares de trabajo, así no hay progreso, solo ganancia para pocos y es una de las razones por las que El Salvador no avanza, ya que por años algunos empresarios no buscan ni aspiran al progreso real nacional, sino solo a la ganancia exorbitante de su empresa y a eso le suelen llamar progreso para todos. ¡Cada quien ve con su propio prisma!
Por lo tanto, es tiempo de que el progreso del país nazca de la comprensión de una sociedad más justa y equilibrada en cuanto al trabajo y la ganancia, en la que el progreso de pocos no sea visto como el progreso de todos sino que, ante todo, se crezca y se desarrolle la empresa en el país a la par del empleador y del empleado, y sabiéndose agradecer de común por la oportunidad ambos de ser y hacer conforme a lo que han estudiado o han aprendido. Al final, tal como decía el pensador y sabio Lucio Anneo Séneca: «El trabajo y la lucha llaman siempre a los mejores».