Hace varios años, sobre todo entre 2016 y 2017, hablar de los sucesos en el sector del Bajo Lempa, en el municipio de Jiquilisco, Usulután, no se limitaba a las inundaciones con cada estación lluviosa, sino que era noticia a escala nacional e internacional por la gran cantidad de hechos violentos cometidos en la zona, incluyendo varias masacres.
La actividad comercial volvió a activarse, ya que más tiendas han abierto sus puertas e incluso algunos habitantes se han animado a emprender sus negocios, ya que manifiestan que hay más tranquilidad para trabajar.
«Hoy está más tranquila la zona porque ya no molestan los muchachos [pandilleros] como antes. Ya hay más control de parte de las autoridades. Por eso es que uno se ha animado a trabajar así al aire libre, sin miedo a que le hagan algo», indicó un hombre que pidió no ser identificado y que trabaja en un local de reparación de motocicletas en una de las comunidades del Bajo Lempa.
La comunidad Nueva Esperanza, del cantón El Zamorano, fue uno de los escenarios de masacres, como la ocurrida el 6 de octubre de 2016, cuando fueron asesinados cuatro hombres y una mujer con armas de fuego de diferentes calibres.
«En ese momento la mayoría de las víctimas se daban por pugnas al interior de las pandillas. En esa zona [del Bajo Lempa] hay presencia de ambas pandillas [MS y 18]», indicó un oficial de la Policía Nacional Civil (PNC) consultado sobre los hechos anteriores.
Una de las complejidades de la zona del Bajo Lempa es su extensión, ya que abarca incluso áreas de manglares donde se refugiaban o hacia donde escapaban los pandilleros cuando se desarrollaban operativos.
«La zona es bastante grande y constantemente hacemos operativos. Hay presencia que se hace en muchos sectores, patrullajes, capturas por diferentes delitos, la investigación de los casos», dijo la fuente policial en referencia a algunos elementos claves por los que considera que la delincuencia ha reducido.
Según estadísticas de la PNC, en los últimos años los hechos de violencia han disminuido frente a años como 2017, cuando hubo 16 homicidios. El año pasado cerró con dos.
La agricultura es la principal fuente de ingresos para los habitantes, así como la pesca. En años anteriores hubo incluso, a causa de la violencia, asesinatos contra algunos agricultores.
Pero la ejecución del Plan Control Territorial, cuya fase IV fue anunciada recientemente por el presidente Nayib Bukele, ha generado más presencia policial, labores preventivas, más equipo como dotación de patrullas e incluso este año también fue reconstruido el puesto policial del cantón El Zamorano, por lo que los agentes están en mejores condiciones.
«Las instalaciones son nuevas y acordes a nuestro trabajo y a un descanso que se debe tener. Cuenta con equipo informático y es un mejor espacio», añadió el oficial de la PNC.
La violencia en la zona del Bajo Lempa impactó también a los estudiantes de diferentes centros escolares. Pandilleros los acosaban para que ingresaran a esos grupos e incluso hubo varios muertos a causa de esa negativa. Otros decidieron ingresar, pero después tuvieron problemas al interior del grupo delictivo, así como con pandilleros rivales.
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Santiago Flores, director del Centro Escolar Caserío Ciudad Romero, en cantón El Zamorano, recuerda que la situación comenzó a ponerse crítica en 2016, cuando hubo mucha deserción por parte de los estudiantes, quienes junto con sus familias huían de la zona por temor a ser asesinados por los grupos delincuenciales.
«Teníamos antes a 300 alumnos, pero de repente la matrícula bajó a 120, y de a poco ha vuelto a subir. Tuvimos en su momento hasta seis estudiantes fallecidos», indicó.
Flores aseguró que la deserción fue del 50 % en su punto más alto, debido a que familias completas huyeron de la zona y jamás volvieron. Sin embargo, añade que actualmente el sector es más seguro, por lo que los estudiantes han regresado.
«La violencia ya no nos afecta y se transita con seguridad. En el centro escolar está bastante estable el tema de seguridad. En noveno grado tenemos seis estudiantes, porque esa es la causa de ese fenómeno que ocurrió. En octavo ya tenemos 16 estudiantes y se va normalizando», dijo.
José Noé Alfaro, director del Instituto de Nueva Esperanza, indicó que se han enfocado en talleres vocacionales para mantener ocupados a los jóvenes.
«Con esto del control territorial, que abarca a varias instituciones, ha habido mucha participación con talleres. Hoy involucran a más jóvenes en talleres», indicó Alfaro, quien tiene tres años de ser director y 12 de enseñar en dicho instituto.
Alfaro añadió que ha sido clave el trabajo de los líderes comunales en el apoyo a los estudiantes.
Edilka Romero, líder de la comunidad Ciudad Romero, manifestó que actualmente en las actividades en los centros escolares y en las calles del sector del Bajo Lempa de Jiquilisco se percibe un cambio respecto a los últimos años.
«La juventud y las mujeres se han vuelto a organizar, el área agrícola se ha venido a reactivar. Las personas están más activas y tranquilas, por lo que es favorable el cambio en la comunidad», indicó Romero, quien destacó también el papel que está desempeñando la Policía Comunitaria.
Aunque aún hay presencia de pandilleros, la Policía sigue logrando capturas en el sector por delitos menores y por casos de violencia intrafamiliar