Cuando habla del baile y su pasión por este arte, sus ojos se iluminan y adquieren un brillo especial. Es ahí cuando queda claro que no se trata de una bailarina más, sino de una mujer que ha luchado contra toda dificultad para escribir su nombre con letras doradas en la historia artística de El Salvador, sobre todo, en los géneros latinos y urbanos.
Ella es Sara Huete, bailarina y coreógrafa salvadoreña que se dio a conocer al ser la ganadora de la competencia «Más Que Baile», un certamen artístico producido por Telecorporación Salvadoreña (TCS) y que se volvió en uno de los programas televisivos más vistos de cada domingo por la noche hace algunos años.
Desde entonces, Sara vio cambiar su vida y ha convertido cada oportunidad en un peldaño más en su camino a la cima y a conquistar el sueño que tuvo desde niña, cuando el baile y el arte comenzaron a enamorarla y a atraparla en sus redes. Actualmente es la fundadora de la compañía de baile «Flow Dancers» y uno de los rostros salvadoreños más reconocidos en el mundo del baile y las artes escénicas.
¿Quién es Sara Huete?
Soy una persona demasiado competitiva, demasiado retadora. Me encantan los retos diarios, que Dios me dé tantas oportunidades cada día. Disfruto la vida.
Has hecho del baile tu vida y tu carrera profesional. ¿Cómo iniciaste en ese mundo?
Realmente es de sangre. Desde pequeña me encantaba el baile, pero, antes de eso, me encantaba la gimnasia. De hecho, mi pasión de toda la vida ha sido la gimnasia olímpica. Pero tuve unos accidentes y mi mamá me dijo que no iba más a gimnasia. Ahí fue cuando me dediqué al baile. Realmente el baile siempre lo he tenido en la sangre. Es mi vida, es mi trabajo, es mi pasión, es mi día a día, es mi sueño y mi futuro, si Dios me lo permite, porque para ser bailarín se requiere de muchas energías.
En El Salvador es complicado dedicar profesionalmente al arte. ¿Cómo has logrado profesionalizarte en el baile?
Eso es muy real en El Salvador. Siempre mi familia me dijo que no iba a comer de esto, que no iba a poder vivir de esto. Con mucho esfuerzo, disciplina y dedicación se puede hacer una carrera de esto. La gente piensa que el día a día de un bailarín es solo escuchar música y bailar. Realmente no es así. Cada segundo que uno baila es cuestión de preparación. Además, hay que tomar clases adentro y fuera del país. También se necesita preparación intelectual, leer y conocer cada movimiento. También hay que practicar cada movimiento y eso no se saca en un día, a veces toma semanas o meses dominar una secuencia, más si se trabaja con más personas. Se necesita practicar tanto que, al final, lo he logrado con disciplina, pasión y amor.
¿Has estado en alguna escuela de baile o en capacitaciones especiales para poder crecer en tu profesión?
Es difícil. Yo no tengo, hasta ahora, un título de alguna escuela porque aquí en El Salvador no lo hay para las personas que bailamos urbano y latino. A lo largo de mi carrera he estado en diferentes lugares, en grupos, en ballet, cada día que podía subir a un escenario, o bailar, esa era mi preparación. He tenido maestros mexicanos, colombianos y cubanos. Estuve en un ballet y esa fue mi preparación más grande. Fue cuando pensaba que ya sabía lo suficiente. Ahí me di cuenta que debía prepararme más. Ahora, actualmente, viajo a Estados Unidos a recibir clases de baile urbano y latino. En este mundo del baile es importante invertir en clases y en prepararte como artista.
¿Qué significa eso de “invertir” como artista?
Para ser un bailarín profesional tenés que invertir en tu salud, en tu alimentación. Hay que hacer ejercicio, aunque no vayas a un gimnasio, sí tenés que hacer tu ejercicio o tu rutina de gimnasio en casa para preparar tus músculos. El baile es un desgaste físico muy grande que si no te preparás te quedás corto. Hay que invertir en clases. Aunque seas bailarín urbano, se debe recibir clases de ballet porque es la base de toda la danza. Hay que invertir en clases para especializarte. También hay que invertir en cada viaje que se hace. Toda esa inversión es para que se note tu profesionalismo al subir al escenario. Ahí, en seguida se nota que tan profesional sos. Si invertís en todo lo anterior, se nota tu carrera como bailarín.
¿Hay alguna presentación que te haya marcado en tu carrera, que recordés con mucho cariño?
Hay muchas, pero fue una que hice en un programa de televisión en el que me reté totalmente. Gracias a Dios ahí me salió todo bien y fui ganadora de ese programa. Al final todo valió la pena. Bailé la quebradita con alguien que nunca había bailado quebradita e, incluso, me arriesgué a hacer unas alzadas que no debía hacerlas, ¡Jajaja!
Hablemos de «Flow Dancers», ¿Cómo nació este proyecto?
Después de ganar el programa televisivo «Más Que Baile», me empezaron a llamar para eventos y se daba el problema que solo estaba yo con dos amigos más. Así fue como nació la iniciativa de formar el grupo. Luego, me encontré con Elena Villatoro, quien promueve varios eventos, y comencé a ir a varios eventos, por lo que me animé a empezar el grupo. Iniciamos seis bailarines y, hasta hoy, no me ha ido mal. Actualmente somos 13, porque no quisiera pasarme de 15. No me fue mal porque el dinero que gané lo invertí en vestuario más que todo. Invertí cerca de $6,000 en vestuario porque en cada presentación la gente quiere verte diferente y que mostrés algo diferente.
Los chicos de Flow Dancers son «rangers» y ellos pueden ensañar en cualquier parte, por eso no he tenido dificultad con buscar un solo lugar. A veces ensayamos en un parque y para nosotros es genial practicar al aire libre, aunque tampoco es tan recomendable porque puede haber un daño por el impacto. Pero, por ahora, estamos trabajando bien y estamos creciendo.
El trabajo en Flow Dancers es bastante presionado por los clientes. Necesito bailarines formados y hemos aprendido a preparar un show en una semana o, incluso, menos. Somos un grupo ya formado y hemos aprendido a responder a todas las exigencias.
Técnicamente, ¿cómo te definís, ¿cuál es tu estilo favorito de baile?
A mí me gusta lo urbano. Las clases que recibo en Estados Unidos son urbanas. Pero en El Salvador la gente es exigente con lo latino, así que Flow Dancers se caracteriza más por lo latino. Al final, somos bailarines comerciales, somos bailarines universales. Tengo bailarines que solo se dedican a salsa, así tengo otros que solo se dedican a lo urbano. Tengo de todo un poco y nos complementamos bastante bien.
¿Cómo considerás que se ve el género urbano en El Salvador?
En el baile se da algo bien extraño. Una vez tuve la oportunidad de traer a El Salvador a una bailarina de Daddy Yankee y de Wisin, que es muy buena, por cierto, me di la oportunidad de invitar a otras compañías y escuelas, pero no fueron. Me di cuenta que, en el mundo del baile, lo urbano no es bien visto, está demasiado marcado ese pensamiento negativo. Hay una rivalidad demasiado fuerte. Creo que la vieja escuela de los bailarines lo marcaron en El Salvador. Luego, invité a un bailarín de Chayanne y volví a hacer la invitación y ahí si se acercaron, incluso varios maestros de la vieja escuela también llegaron. Ahí es que comprendí lo que estaba pasando.
En otros países no existe eso. Si vas a una escuela y te dan la oportunidad de llegar sos feliz recibiendo clase. Acá, en El Salvador, si sos de una escuela no podés entrar a otra. Es difícil porque las cabezas de la mayoría de las escuelas y compañía son bien cerradas. Aún ahora tengo ese problema que muchos, cuando nos ven llegar, nos ven de forma diferente. Es bastante fea esa situación. Por eso no crece la danza en El Salvador. No hay una unidad entre los bailarines en El Salvador.
¿Cómo ha sido tu experiencia en otros países?
Es otro nivel. Tuvimos la oportunidad, con mi compañero de baile, Víctor Ariel, de estar en Guatemala en una competencia. La experiencia de estar con otros bailarines del mundo es increíble. La cultura es muy distinta. Te das cuenta de que tenés mucho que aprender. Solo verlos parados en la competencia te das cuenta de todo lo que te falta y te anima a cambiarte el chip y a aprender mucho más.
Quedamos quinto lugar en esa competencia, así que no nos fue tan mal ¡Jajaja! Pero es otra cultura. En Estados Unidos he estado varias veces y la disciplina es muy alta. Acá en El Salvador falta una autodisciplina. Hay que ejercitarse mañana, tarde y noche. Los ensayos no son algo pasajero, sino que es una clase formal. No es de ir a un ensayo con camiseta y pants. Allá, en otros países, vas al ensayo vestido y maquillado porque te preparás para todo desde esas sesiones de ensayo. En El Salvador nos falta esa cultura de ensayo. La cultura es demasiado diferente y tenemos mucho que aprender acá en el país.
¿Considerás que hay suficiente apoyo al artista o bailarín profesional en El Salvador?
No, así de simple: ¡No! A lo largo de mi carrera creo que, hasta hoy, puedo decir que lo que he logrado ha sido gracias a Dios, a mi madre que me ha apoyado, a muchos colegas que estimo mucho y a mí. Hasta el día de ahora ha sido bien imposible contarte algo en que a mí se me haya beneficiado como bailarina. Actualmente, presentarnos y dar costos por presentación es difícil porque no valoran ensayos, inversión en trajes, maquillaje y todo lo demás. Normalmente, al bailarín ha sido difícil nombrarlo como artista. Es difícil la ayuda acá en El Salvador. Ha sido muy poca.
¿Qué le dirías a los jóvenes que tienen este deseo de dedicarse al baile en El Salvador?
Que luchen por sus sueños, por lo que quieren. En El Salvador es difícil armar una carrera como bailarín porque tenemos otro tipo de mentalidad. Pero si uno quiere seguir este arte, esta bendición que Dios te regala, no cualquiera tiene la bendición de tener este arte en la sangre, se debe luchar. No dejen sus estudios y luchan por mostrarse no solo acá en El Salvador, sino también fuera del país. Hay mucho que conocer fuera del país. Es una bendición salir y traer lo aprendido a El Salvador para enseñarlo a otros.