Aprender en la vida que toda rosa tiene espinas es fundamental para aceptar y sobrepasar el dolor y las barreras de la existencia. No se puede simplemente desear tener un rosal que no posea espinas, solo que lo arranques y se las quites. En todo caso, ya no tiene vida, se convierte en solo un adorno más; y la vida no puede ser adorno, su valía es demasiado importante para tal aberración.
En todo tallo hay espinas del rosal y debajo de la rosa siempre se encuentra el peso de la tierra que la sostiene, de ahí que, para apreciar la belleza del rosal, es menester también degustar toda su estructura, sus hojas, su tallo, sus espinas, su color, su olor y más. Así que no se puede pretender, por ningún motivo, tomar la rosa sin un poco de dolor al espinarse con su natural realidad.
De tal manera que la vida es un constante apreciar el rosal y un contante espinarse con su tallo. Hay que comprender el valor del dolor en el camino del apreciar, hay que aceptar la exquisitez del dolor en el camino del mejorar, hay que degustar el sentido del dolor para crecer en libertad. Nada es tan cierto como el coraje alcanzado en la lucha contra aquello que se impone enfrente de la paz.
Tal como diría el maestro Fiódor Dostoyevsky: «El dolor y el sufrimiento son siempre inevitables para una gran inteligencia y corazón profundo». Si se quiere ser en verdad, se debe sufrir de verdad; si se quiere apreciar de verdad, se debe aceptar sin juzgar. Todo camino que adquiere sentido siempre lleva la cuota necesaria de dolor y contradicción, pues solo así se alcanza la plena evolución en la vida.
Así pues, de nada vale querer alcanzar las metas abortando el camino más pesado y pedregoso, pues el que alcanza fácil lo que anhela, sin mayor esfuerzo, aunque tenga lo que quiso en realidad no lo posee, sino que lo anhelado lo posee a él. Por tanto, hay que saber apreciar lo que se tiene o se quiere, aceptando el dolor que esto conlleva, pero así mismo la satisfacción y el crecimiento en carácter y valor después de ese mismo sufrimiento.
Claro, no se pregona el dolor como modo de vida, se demuestra —desde la experiencia de vida de la mayoría— que todo pinchón de espina es parte de tomar el rosal y disfrutarlo como tal. Escribe una carta física o mental hablándole a ese niño que fuiste hace mucho y dile que, aunque ha sufrido el dolor de tanta espina, eso le ha permitido convertirse en el valioso y digno hombre/mujer que es hoy.
Querido lector, quisiera terminar con Josué 1:9: «Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas». Confía en el Señor y en esa capacidad que la vida te ha dado con cada pinchón y disfruta como nunca la belleza y el olor del rosal.