Septiembre es un tiempo especial para todos los salvadoreños, ya que sin importar dónde se encuentren pintamos las calles alrededor del mundo de azul y blanco.
Es un mes en el que celebramos con orgullo nuestra independencia patria, celebramos el ser salvadoreños, recordando el valiente espíritu de quienes lucharon con sacrificio y valentía, por la libertad y la autonomía conquistada. Es un tiempo de reflexión, de conexión con nuestros orígenes, es época propicia para resaltar la laboriosidad de todos los connacionales que cada día contribuyen a enriquecer nuestra
cultura.
La historia de El Salvador ahora se escribe de la mano con nuestra diáspora. Por razones conocidas, el flujo constante de personas en décadas pasadas propició la creación de una comu- nidad dispersa en todo el mundo y este Gobierno se siente muy orgulloso de lo que toda nuestra población ha logrado.
Muy a pesar de la distancia geográfica, siguen siendo hijos e hijas de El Salvador, en un sentido profundo, cuyo amor por la patria es palpable en la frase «en tu seno hemos nacido y amado». Su resiliencia, dedicación y contribuciones son un testimonio del compromiso inquebrantable que sienten por su patria.
La diáspora salvadoreña ha hecho aportes significativos al desarrollo de El Salvador. Muchos de sus miembros destacan como estudiantes, académicos, emprendedores y profesionales exitosos en los diferentes países de residencia. A través de inversiones, iniciativas sociales y la transferencia de conocimientos, contribuyen al crecimiento y al progreso de El Salvador.
Somos una sola voz, un solo corazón latiendo al ritmo de la historia y la tradición que nos une como salvadoreños. En este momento, en cada rincón del planeta, la diáspora salvadoreña se convierte en un ejemplo de nuestra identidad, siendo embajadores de la riqueza cultural, los valores arraigados en nuestra nación y la pasión inquebrantable que nos define como pueblo.
Un nuevo El Salvador, gracias a la visión y el trabajo del presidente Nayib Bukele, los recibe hoy con los brazos abiertos. Este nuevo país que se ha transformado con mucho esfuerzo gracias al apoyo de todos los salvadoreños, incluida la diáspora, que tanto ha añorado verlo progresar y que por fin ahora puede regresar a un país que le ofrece seguridad para sus familias, para vivir la verdadera independencia y libertad que nos merecemos.
Hoy expresamos gratitud, respeto y admiración hacia la diáspora salvadoreña por mantener viva la llama de nuestro amor compartido por nuestra nación y recordarnos que, sin importar dónde estén, todos somos salvadoreños, que nuestro corazón se conmueve al ver ondear la bandera salvadoreña, se nos enchina la piel y que escuchar el himno nacional afuera de nuestra nación ahora nos provoca lágrimas de alegría.
Estas líneas son un motivo para saludar a los connacionales diseminados en todo el mundo y que con orgullo vean ondear nuestra bandera y lean con viva voz: «Dios, unión, libertad».