Por más de 30 años, los gobiernos de ARENA y del FMLN les dieron la espalda a las víctimas del conflicto armado. Hombres y mujeres que perdieron a sus hijos, padres, hermanos, tíos o abuelos jamás tuvieron justicia. Los actos más cruentos de la guerra quedaron impunes, sin que sus culpables fueran procesados, y si lo hacían, eran protegidos por el sistema que compartían estos viejos políticos.
Dedicar cada 16 de enero a las víctimas del conflicto y no a ensalzar a aquellos que dirigieron la campaña de muerte y destrucción (pero que fueron retratados como héroes y como los nuevos próceres de la patria) es un paso para conseguir una comprensión más integral de la historia reciente de El Salvador, pero también para trabajar en un mejor futuro, donde situaciones como estas no vuelvan a ocurrir.
Para ello, parte fundamental es una efectiva justicia transicional, algo a lo que se opusieron durante tres décadas ARENA y el FMLN porque implicaba que los culpables de cometer crímenes fueran llevados ante la justicia. Precisaban del borrón y cuenta nueva para sepultar bajo un manto de impunidad todos los delitos y desmanes cometidos en nombre de la democracia, las libertades, el pueblo y «la revolución».
Sustituir a esta alianza política corrupta fue el primer paso para transformar de fondo la nación. Ahora, sin estos dos actores definiendo los rumbos del país, se han sentado las bases para atender plenamente a las víctimas y a todos aquellos que sufrieron debido al conflicto armado. Basta señalar que grandes grupos que fueron directamente afectados, como los veteranos y excombatientes, jamás fueron protegidos por ARENA y el FMLN, los cuales, al contrario, convirtieron sus necesidades y problemas en moneda de cambio, un chantaje para obtener réditos políticos y electorales.
Con los mártires que hoy la Iglesia católica reconoce como beatos empezamos a ver cómo la historia reconoce sus aportes, tanto espirituales como históricos. El padre Rutilio Grande fue la gran inspiración de san Óscar Arnulfo Romero, la razón de su conversión luego del martirio que Grande sufrió en conjunto con Nelson Rutilio Lemus y Manuel Solórzano. Por su parte, fray Cosme Spessotto fue asesinado por acompañar al pueblo que tanto amaba. Sus asesinos nunca fueron llevados ante la justicia, pero sus sacrificios inspiraron a los que vinieron después.
Que ahora el Gobierno no sea ni de ARENA ni del FMLN es una oportunidad, a juicio de Birgit Gerstenberg, coordinadora residente de la ONU en El Salvador, que permite verdaderamente la transición, porque los firmantes de los Acuerdos de Paz no estaban comprometidos con cumplir aquello que les afectaba.
«Después de 30 años tenemos el primer Gobierno que superó la fase de transición y se ve que para esta administración sí es posible poner un foco en los derechos de las víctimas», opinó. Y no se equivoca.