La beatificación del fray Cosme Spessoto, junto a la sacerdote Rutilio Grande y sus acompañantes mártires Nelson Rutilio Lemus y Manuel Solórzano ha despertado el fervor de la Iglesia Católica en El Salvador, la cual ve como un acto de justicia la elevación a los altares de estos hombres que dedicaron su vida a atender a los más necesitados.
Así lo califica Yanira Barahona Rico, vicepresidenta del Comité Fray Cosme Spessotto, quien se dio cita a la Plaza Divino Salvador del Mundo, en San Salvador, donde se lleva a cabo la misa de beatificación de los cuatro mártires salvadoreños.
Barahona Rico destacó el acto de justicia que significa esta beatificación y también hizo una remembranza del trabajo que el fray Cosme Spessotto desarrolló con la juventud, a la cual, según detalló, guio por el buen camino y enseñó sobre justicia social y la entrega desinteresada a la sociedad, a través de sus acciones y sus palabras.

«Fray Cosme Spessotto fue nuestro párroco. Desde pequeña frecuente su parroquia, estuve en sus grupos juveniles y él nos formó. La relación que tuve con el padre era la que él tenía con todos los jóvenes. Él nos amaba a todos. Yo estuve en el grupo juvenil y el padre nos iba formando a comprender la realidad», comentó.
«Me siento feliz porque un hombre humilde y sencillo sube a los altares. Es una razón de justicia»
El Fray Cosme Spessotto fue asesinado en el presbiterio frente al santísimo de la parroquia de San Juan Nonualco, departamento de La Paz, el pasado 14 de junio de 1980. Barahona Rico era una joven de dicha parroquia cuando sucedió el asesinato del religioso y aún recuerda parte de lo que vivió ese fatídico día.

«La providencia de Dios quiso que ese día fatal estuviera yo ahí. Ese día, a las 3 de la tarde, se celebró la misa de mi hermano, que también lo habían asesinado. A las 7 había una misa que ofrecía una señora en agradecimiento de que el padre Cosme había mejorado su salud. Como jóvenes, nos retiramos de esa misa porque el padre nos dijo que no hacía falta que cantáramos en esa misa», relata.
«Cuando nos íbamos retirando, escuchamos las ráfagas. En ningún momento nos imaginamos que era el padre Cosme. Al llegar a mi casa, llegó una persona gritando que habían matado al padre Cosme. Luego, del convento me llamó un hermano y me dijo que habían matado al padre Cosme», cometa.
«Me fui de mi casa, llegué a la iglesa, que estaba rodeada por los militares, pero por medio de las religiosas me pude acercar y el cuerpo del padre que ya estaba ahí. Pude ver el cuerpo del padre y su rostro iluminado. Dios me permitió entender que el padre, desde pequeño, había podido entender la gracia del martirio», recuerda con nostalgia.