Un día después del discurso presentado a la nación por el presidente Nayib Bukele con motivo de sus tres años de Gobierno, me encontraba por cuestiones del destino en la famosa plaza de la ciudad vieja de Praga. En ese lugar histórico convergen miles de turistas, ahí la gente camina con toda tranquilidad, no roban, no se observan policías, mucho menos vigilantes armados, soldados, etcétera.
Al ver tanta tranquilidad en la República Checa me atrapó la idea de un El Salvador sin pandillas, un cáncer que nos viene atacando a todos desde hace años. En ese mismo lapso escuché al presidente Bukele decir: «Estamos a punto de ganar la guerra a las pandillas». Por cierto, la mejor noticia difundida en las últimas tres décadas, y es que si no se erradica el fenómeno de las pandillas de forma contundente será imposible alcanzar un crecimiento económico sostenible y ascendente en el tiempo.
La falta de seguridad representa un costo enorme para el país y un impedimento de gran alcance dentro del marco del desarrollo económico, y estos costos pueden entenderse, según estudios desarrollados en el pasado por el BID, en dos grupos: por un lado, los costos directos y los costos indirectos. En el caso de los costos directos se tomó en cuenta el sector salud, que engloba temas como costos personales, costos institucionales y de rehabilitación, y el sector seguridad, que contempla costos derivados de la prevención y costos legales. En cambio, en lo que respecta a los costos indirectos nos referimos al gasto que efectúan las empresas en seguridad y, entre otros, la muerte de agentes productivos o por disminución de capacidades físicas mentales.
Otro elemento por destacar es el costo de oportunidad, que significa lo que todo agente económico deja de percibir por no efectuar una actividad más productiva. En el caso de los empresarios salvadoreños, el costo de oportunidad que a diario tienen que enfrentar es elevado, y son gastos extras que podrían evitarse bajo condiciones de mayor seguridad, y para el caso nos referimos al gasto en seguridad privada, el pago de las mal llamadas rentas y las pérdidas económicas por la ausencia de un empleado a su puesto de trabajo como consecuencia de la falta de seguridad y delincuencia. Sin los mencionados costos, las empresas tendrían la posibilidad de crecer y aumentar su capacidad instalada en actividades productivas.
En otro orden de ideas, a escala estatal el costo de oportunidad repercute directamente en el desarrollo económico del país, y es que el gasto que generan la manutención de presos en las cárceles, gastos en combate a la delincuencia, programas de prevención, todo esto en su conjunto representa un elevado gasto que podría ahorrarse el Estado.
El ahorro en gastos de seguridad debería, en circunstancias normales, invertirse en educación, salud, infraestructura, medioambiente, creación de institutos tecnológicos para ofrecerle un mejor futuro a nuestros jóvenes. Todo esto en su conjunto con miras a lograr un verdadero desarrollo económico, un tema que pasa por mejorar las condiciones de vida de cada salvadoreño, y es que un país puede crecer económicamente, pero eso no significa necesariamente una mejora en la calidad de vida de sus habitantes.
Cabe destacar que la falta de seguridad y la violencia se convierten en un obstáculo para la inversión privada internacional, y esto representa un costo de oportunidad significativo para el país al no contar con este tipo de inversiones. De hecho, se sabe que hay muchos salvadoreños en el exterior interesados en invertir en el país, y la reciente intervención del presidente Bukele abre la puerta para mejorar los niveles de inversión extranjera, tanto de nacionales en el exterior como de extranjeros.
Otro factor que representa un costo de oportunidad para nuestra nación es la cantidad de jóvenes que mueren víctimas de la violencia y, por otro lado, al no dedicarse a ejecutar actividades productivas representan un elevado costo para El Salvador, en donde más allá de sumarse al crecimiento económico lo afectan de manera negativa.
De todos es conocido que la mayoría de los jóvenes que delinquen formarían parte de la población económicamente activa, pero en este caso funcionaba a la inversa. En este último ejemplo, el costo de oportunidad sería lo que el país deja de percibir por no contar con esta mano de obra.
De igual forma, el problema de la migración tiene una correlación con los niveles de crecimiento económico potencial del país, y es que cada salvadoreño que emigra se suma a la cadena de costos de oportunidad que frenan el desarrollo económico de nuestra nación.
La experiencia adquirida en el área de inferencia estadística, mediciones econométricas y tomando como base estudios del PNUD, Naciones Unidas, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, me permiten afirmar que existe una correlación entre el PIBp (producto interno bruto potencial), que no es más que el nivel máximo de producción interna que podría generar un país bajo circunstancias normales en correlación con las variables que forman parte del costo de oportunidad.
En el presente artículo se mencionaron las siguientes variables que determinan el costo de oportunidad para el caso salvadoreño: delincuencia, renta, costos de hospitalización, falta de inversión nacional y extranjera por falta de seguridad, migración, gastos en seguridad privada, gastos en seguridad pública, gastos en programas de prevención. Lo que nos permite afirmar que entre mayor sea el costo de oportunidad de país menor será el producto interno bruto potencial. En otros términos, el cáncer que nos afecta a escala nacional es un verdadero obstáculo para el crecimiento económico de nuestra nación.
Está claro que el actual Gobierno sabe que el único camino para lograr el despegue económico pasa por ordenar y limpiar la casa, y en nuestro caso estamos hablando de erradicar por completo el fenómeno de las pandillas, un cáncer que le cuesta caro al país en términos de costos directos, indirectos y costos de oportunidad.
Como decía el humorista colombiano y presentador de televisión Jaime Garzón en la década de los sesenta: «El país está enfermo, así parece…. Sí, mucho parásito».