La importancia de retomar acciones contra el trabajo infantil, como corresponsabilidad de la sociedad, es una realidad que ha permanecido por mucho tiempo y que en la actualidad va en un alarmante crecimiento; estamos en el tiempo de crear condiciones positivas para el bienestar de la niñez.
Primeramente, nos preguntaremos ¿qué entendemos por trabajo infantil? Y en algunos escritos sobre la temática se considera trabajo infantil a toda actividad económica o estrategia de supervivencia, remunerada o no, desarrollada por la niñez, por debajo de la edad mínima de admisión a un empleo o trabajo (16 años), o que no ha finalizado la escolaridad obligatoria o que no ha cumplido los 18 años, si se trata de trabajo.
En este artículo no hablaremos de estadísticas; para ver la realidad en la que vive nuestra niñez podemos hacer un viaje por nuestros pueblos o ciudades y observar esta práctica en la niñez. Por ejemplo, es notorio ver a muchos niños vendiendo frutas, verduras, leña, lustrando zapatos, en actividades agrícolas o pidiendo dinero para comprar alimentos; también, cuando nos movilizamos en el transporte público vemos muchos niños vendiendo dulces y refrescos, entre otros.
Estas actividades de trabajo que los niños desarrollan afectan de gran manera su salud, psíquico/física y les impide el desarrollo de su infancia, limitan su derecho a la recreación y al descanso e interfieren en su educación.
Los bajos niveles educativos de las familias, la falta de ingresos económicos y de trabajo son causales para que la niñez se vea obligada a trabajar dentro y fuera de casa para ayudar a su familia.
Lo primero que debemos hacer es poner un alto a la creencia cultural de que el trabajo infantil es normal, y que los responsables de la familia (padres y madres) justifiquen el trabajo a temprana edad como preparación para la vida. Lo segundo, la niñez no cree que estos trabajos le servirán en la vida por el simple hecho de que se somete a esta acción de trabajo, ya que lo hace única y exclusivamente por aportar en lo económico a la familia, como salida para la sobrevivencia y no como formación para la vida. Asimismo, durante la niñez y en el camino a la adolescencia se van desarrollando la madurez de pensamiento y las proyecciones van más a ser personas que consolidarán una familia con condiciones mejores de las que experimentó, ser personas profesionales, productivas y de bien.
Una propuesta específica que deberíamos de accionar de parte del Estado, municipalidades, intersectoriales y de la sociedad en general, para prevenir el trabajo infantil es: asistir a las familias de escasos recursos para que generen acciones productivas y faciliten obtener recursos para fortalecer y establecer condiciones básicas en sus hogares, ya que en ellas es donde hay mayor probabilidad de que la niñez trabaje; priorizar acciones interinstitucionales, de manera que se pueda erradicar el trabajo infantil; realizar campañas permanentes contra el trabajo infantil; atender oportunamente en el caso de la explotación infantil y como corresponsabilidad social denunciar de manera anónima casos que se puedan comprobar, por la prioridad absoluta del bienestar de la niñez.
Mediante la seguridad social se garantizará minimizar riesgos y se fortalecerá el bienestar de la niñez. Los niños no deberían trabajar en el campo, sino en sus sueños y metas, ya que es de culturizar al interior de las familias que la niñez se proyecte en su plan de vida.