«China es un reto muy grande, pero, como todo buen salvadoreño, tengo la mentalidad positiva y dije: “ya estoy aquí y vamos a echarle ganas”», asegura Berenice Martínez, la salvadoreña que ha cautivado con el sabor de sus pupusas a asiáticos, europeos, latinoamericanos y compatriotas que viven en diferentes ciudades de la República Popular China.
Martínez es originaria de San Marcos, en San Salvador, pero en octubre de 2018 tomó la decisión de emprender vuelo al gigante asiático, en donde se casó. Su esposo también es salvadoreño y es quien se encarga de la logística para que su negocio sea un éxito.
Ella vive en Beijing, en la capital del gigante asiático, pero sus pedidos son enviados a ciudades como Wuhan, Hunan, Xi’an y Shanghái, entre otras. Son 150 pupusas que la salvadoreña tiene que hacer en un día, pero en el proceso demora cinco, ya que se le dificulta encontrar los productos para la elaboración, por lo que tiene que hacer la sopa de frijoles y preparar anticipadamente las carnes, tanto el pollo como el cerdo.
«El viernes es el día que dedico para hacerlas y comienzo a las 9:00 de la mañana y termino a las 8:00 de la noche; pero, en realidad, todo inicia desde el lunes, ya que un día voy a tres supermercados: en uno compro las carnes; en otro la harina, frijoles, queso y condimentos; y en otro, los vegetales. El martes hago la sopa de frijoles, los licúo, por el hecho de que paso el resto de los días friéndolos para que, cuando sea viernes, estén bien fritos. Otro día preparo las carnes y la harina. Esta queda en reposo para darle la consistencia, ya que acá no contamos con la harina que se utiliza en El Salvador», explica Martínez.
Asimismo, contó que la idea del negocio surgió en pandemia, después de un año de estar en el país asiático, y gracias a su esposo, quien expresó el deseo por la comida típica salvadoreña y lo mucho que extrañaba las pupusas. Martínez dijo que ella ya tenía algunos meses de buscar harina de maíz en los supermercados chinos, pero no encontraba una similar.
«Acá en China venden pupusas, pero no con un sabor que cualquier salvadoreño puede decir que eso es lo más cercano a una pupusa realmente salvadoreña, por lo que tuve que ingeniármelas para poder hacerlas igual y encontrar los productos. He pedido harina hasta en Hong Kong y trato siempre de abastecerme con suficiente producto», aseveró.
La salvadoreña aprendió a hacer las pupusas cuando era una niña. Cuando viajaba con su mamá al departamento de La Libertad visitaban a una tía que hacía tortillas. Ella se acercaba a ellas y le explicaron cómo hacerlas. Luego, pidió que le enseñaran a preparar el plato distintivo de El Salvador. Ella asegura que cocinar es una de sus pasiones, aunque es estilista profesional.
«Recuerdo que comencé a venderle pupusas a cinco amigos, pero luego le dije a mis clientas, ya que trabajo como cosmetóloga, y comenzaron a comprarme. A los europeos y latinoamericanos les encantan las pupusas, aunque sí tengo clientes chinos, pero la mayor parte de mis clientes son de Honduras, México, España y otros países de Europa», dijo.
Fernando Andrés Gil Alvarado es un becario salvadoreño que estudia en la Universidad de Fudan, en Shanghái, desde donde ha hecho su pedido de pupusas a través de WeChat, la aplicación china que sirve tanto para comunicarse como para comprar. El joven dijo que en la provincia donde se encuentra ha comprado pupusas, pero jamás se van a comparar con las que Berenice hace, ya que les da el sabor salvadoreño.
«En las provincias de Beijing, como en Shanghái, no se encuentra mucha comida típica de Latinoamérica, aparte de la mexicana. Predominan los restaurantes de comida italiana y europea, por lo que tener a alguien ofreciendo el servicio de probar tu gastronomía que está a kilómetros de tu país natal siempre se siente bien y agradecido con la persona que lo hace. Acá en Shanghái he probado pupusas, pero de un restaurante mexicano, y no se comparan con las de Ellie [Berenice], obviamente son originales y a través del paladar se puede sentir que uno está en su tierra natal», expresó Gil Alvarado.
