Sencilla pero profunda como los colores de los claveles, así empezó una relación que este 9 de abril cumplirá 42 años escribiendo versos y compartiendo amor.
Mario Noel Rodríguez tenía 23 años cuando sintió el magnetismo por la luz que irradiaba Teresa Aguilar, Teresita como es conocida con cariño.
Una oficina de trabajo los hizo encontrarse. Apenas era el segundo día de Teresita cuando un clavel la sorprendió en su escritorio. Esa sería la señal premonitoria de lo ya dicho: un amor sencillo y profundo.
Mario ya había tenido novias, pero ninguna atrapó su atención como Teresita. Se conocieron en febrero y pronto llegaron las vacaciones de Semana Santa. Mario que había hecho en poco tiempo el hábito de acompañarla en los almuerzos o a la parada de bus, no aguantó la espera por la vacación. Envasó unos jocotes en miel, hechos por su madre, respetuosa de las tradiciones religiosas del tiempo santo, y llegó sin previo aviso a la casa de Teresita.
Ese detalle tierno y hasta noble de ofrecer un botecito de jocotes en miel conmovió y sorprendió a la cortejada. Era el preludio del hogar Rodríguez Aguilar, que a la vuelta de los años tendría una cosecha de tres hermosos hijos y cuatro nietos.
Ambos relatan su historia como acomodando piezas de rompecabezas, como fluyendo. Ambos recuerdan que fue ella la primera novia que Mario llevó a casa, recuerdan lo especial que fueron el uno para el otro desde el principio, y recuerdan como si fuera ayer el primer 9 de abril que pasaron juntos. Porque si hay una fecha en la que sus corazones decidieron unirse para siempre no sería el 30 de mayo, cuando se casaron, sino el 9 de abril de 1979.
«El 9 de abril la hice que viera la luna para arriba y ¡pam! ¡le robé un beso!» cuenta él, con el entusiasmo de un recién enamorado y ella ríe como niña tímida recordando. «Fue una fascinación la de estar cerquita de esa boca», suspira Mario.
Casi cuatro décadas después, la misma vida les manda otro regalo: el nieto más pequeño nació el 9 de abril. Ahora la fiesta se redobla y va por dos grandes motivos.
UNA TRINCHERA DE AMOR
El amor comenzó hace 42 años y el matrimonio se celebró hace 40. El tiempo ha pasado y en cuatro décadas la pareja ha vencido estigmas y ha luchado por mantenerse segura y sagrada, lo que Mario llama «mi trinchera de amor».
Cuando se conocieron, Mario ya había pasado por la universidad, ya tenía claro que su vida estaba en las letras; la poesía era su asidero principal, pero también hacer una familia con Teresita pronto se convirtió en otra de sus más grandes claridades, una compartida.
En palabras de Teresita al recordar ese pacto de vida no hay ni un atisbo de miedo por convivir con un escritor, con un poeta. Todo lo contrario, gracias a su convicción por apoyarlo, la familia completa ya con los hijos a bordo, todos se apropiaron de eso y lo acuerparon.
«NOSOTROS DIJIMOS: HAGAMOS NUESTRA TRINCHERA y no hay nada mejor que una trinchera de amor; y cueste lo que cueste esto es sagrado y hay que cuidarlo».
Mario Noel Rodríguez, poeta
«Es la más grande muestra de amor que ella ha tenido para conmigo: apoyarme. Porque me permite volar, tengo un pie en el suelo y un pie en el cielo, un polo a tierra. Es lo hermoso de tener una pareja así, porque a uno le permite escribir y soltar. Eso es bien lindo en nuestras sociedades primarias. Yo he viajado mucho; he viajado solo. Las tentaciones son tremendas, como en Colombia, es un desborde de sensualidad, pero uno dice: yo tengo algo sagrado allá y tengo que volver, y sería bien horrible haber metido la mano donde no debía, cuenta Mario.
Teresita reitera el apoyo familiar en la carrera de Mario como escritor. «Fue un apoyo de familia, no solo mío también de nuestros hijos. Porque no solo sacrificábamos el hecho de que él trabajaba para participar en un evento en el que tenía fecha, nosotros lo apoyábamos todos con el tiempo porque ellos estaban pequeños. Yo siempre estuve consciente de eso y yo amo lo que él hace. Yo no soy literata, pero algo del sentido común tengo con la redacción y siempre le he dado mis puntos de vista».
Y aunque las obligaciones, los compromisos y los premios por ganar siempre estuvieron presentes, Mario y Teresita sí consideran haber disfrutado a sus hijos.
ROMANCE
El romance y los versos nunca han hecho falta, han sido como el pan de cada día. Un tiempo Mario fue Pinocho por ser hijo de carpintero y de nariz respingada. Ahora es Amorosiento, en cualquier momento siempre han sido los apelativos de cariño que Teresita le ha dado.
Mientras que ella ha sido Ludmila, como canta Luis Alberto Spinetta; o como el poema de su autoría «Ludmila, tierra firme», pero, sobre todo, por y para siempre ha sido la reina.
«HAY QUE SER TRANSPARENTES, NO OCULTARSE NADA, tener la sinceridad de hablar y decirse las cosas el uno al otro. Siempre es mejor hablarlo, después puede que no podamos resolverlo».
Teresita Aguilar, esposa y mayor inspiración de Mario Noel.
«Mis hijos dicen que soy la reina. Ahora los nietos mayores dicen que ellos son los guardianes de la reina. El mayor dice que me va a defender a toda manera», relata Teresita.
Y Mario añade: «Dice que él va a defender a la reina a toda manera; si es en mar, él será un tiburón; si es en el aire, será un águila; si tiene problemas en la selva, será un león… es como la admiración a la abuela».
DECISIÓN
En 40 años, los momentos alegres son incontables y los difíciles también. Ambos coinciden que un momento crítico fue en 1992. Ese año los sorprendió a los dos sin empleo, con dos hijos, un tercero con dos meses de gestación y Mario padeció una convulsión. La recuerdan como una prueba de fuego. El hermoso verso de Silvio Rodríguez «solo el amor convierte en milagro el barro» fue el credo que los ayudó a salir de ese momento.
En el trayecto recorrido, en los altos y bajos por todo y por nada, hay algo que nunca ha estado en discusión y menos parte de alguna solución: la separación.
–¿Alguna vez pensaron en separarse? «No. No es negociable este amor, porque construir algo para desmoronarse en algún momento… No lo vale», dice Mario.
Cual pareja madura y sabia con el paso del tiempo, no ofrecen un elixir para perdurar en una relación. Pero en su fórmula la sinceridad, la humildad, el perdón, el reconocer la condición de humanos proclives a la falla y el hablar las cosas o los problemas en el momento han sido claves.
«La sinceridad, la humildad, saber que la vida es breve para pasarla mal y saber que lo poquito que podemos dejar en la Tierra sea la alegría; porque si bien es cierto que la educación es importante, pero lo es más la alegría de vivir», aconsejan.