La debacle electoral de 2019 y 2021 fue tan profunda que conforme se acercan las próximas elecciones generales los perdedores afilan sus instrumentos de desgaste y echan leña a la hoguera, con la esperanza de que alguna llamarada alcance a sus adversarios. La derrota en las urnas no fue solo para las estructuras partidarias tradicionales, instrumentos político-legales de espoliación estatal durante 30 años al Estado, sino más bien para el viejo sistema defendido por grupos de poder con hilos políticos, económicos y comunicacionales, que ahora se reagrupan para tratar de recuperar lo perdido.
Son diferentes clases de madera que han estado usando para encender la hoguera. La última, tratar de desvalorar las argumentaciones que dejan al descubierto sus equivocados discursos o mal intencionadas estratagemas, llamándolas ataques. Revirtieron el argumento, y de atacar al Gobierno de Nayib Bukele pasaron a decir que son ellos los atacados.
Uno de los medios digitales del grupo que se ha unido al discurso de ARENA, el FMLN, partidos minúsculos y la oposición restante, cuya amalgama era impensable hace poco, pues eran enemigos a muerte, hizo un cuestionamiento al vicepresidente de la república sobre el proceso de formación de las reformas constitucionales que están en estudio del Ejecutivo. Dicho material periodístico contiene falsedades y medias verdades. El vicemandatario publicó una aclaración en nombre del equipo «ad hoc», y no faltó otra nota del mismo medio afirmando que era atacado, lo que fue replicado por medios afines.
En la comisión legislativa que analiza reformas legales en el tema de la defensa de los derechos de la mujer, pues hay grandes vacíos, la única integrante de un partido minoritario hizo señalamientos fuertes contra las diputadas de Nuevas Ideas presentes. Llegó la aclaratoria por parte de una legisladora cian para hacerle ver a la diputada de la derecha lo equivocado de sus señalamientos. Al día siguiente, el periodista de un medio escrito no escatimó prosa para decir que las explicaciones eran un ataque.
Es decir que a los críticos del Gobierno ahora todo les parece ataque, solo por decirles la otra parte de la historia o la verdad que no les gusta. Se ofenden por cualquier explicación que apague sus hogueras dialécticas. Siguen alimentando la idea de que son depositarios de la única verdad que puede haber.
Celebran cuando algún funcionario público es cuestionado por la población o la oposición derecha-izquierda unificada, pero se victimizan cuando se les argumenta con pruebas sin caer en estériles discusiones, inservibles y falsos contrapesos que en décadas anteriores solo sirvieron para beneficiar a los mismos de siempre.
Pero no solo ven ataques en las respuestas o aclaraciones a sus posturas, también lo hacen en toda iniciativa para reformar las leyes anacrónicas que fueron hechas para privilegiar a unos pocos, como si ese producto fuera lo mejor que El Salvador ha tenido en materia legal y por tanto nunca se debe reformar. Ya no se diga cuando se judicializan casos de corrupción o se abren investigaciones por cometimiento de delitos. Dicen que son perseguidos sociales o políticos.
Sostienen que en el país hay ataques a la libertad de expresión, de prensa, de asociación, de manifestación y de movilidad… y lo repiten libremente. Gran contradicción. Solo confirman que viven en una democracia. Si se les contradice, se sienten atacados; si se les aclara, se ofenden. No faltará alguno que afirme que esta columna también es un ataque.