Evelina del Carmen Flores nació en 1940, originaria de Chalchuapa, pero llegó a Atiquizaya en 1955 para quedarse y construir una historia de lucha y amor por sus criados. El destino la llevó a la ciudad de manantiales tras conocer un amor, según reconoce la mujer.
En el barrio El Ángel, uno de los lugares más grandes del municipio, reside actualmente niña Emelina, como es conocida, lo cual no tiene un significado concreto, solo por la similitud con su nombre real.
Ella abre las puertas de su casa a las 7 de la mañana para atender una tienda y una tortillería. Los vecinos afirman que nunca la han visto sin una sonrisa en el rostro. Tiene 81 años y ha trabajado 66, y que sigue con las fuerzas para levantarse a las 3 de la madrugada para iniciar la jornada.
«Yo les digo a mis hijos que no me corten las alas, porque yo trabajando considero que puedo vivir otros días más. Si me detengo, me puedo deprimir», manifestó.
Sin tener ningún grado académico, construyó una historia de amor por sus siete hijos, mantuvo una tenacidad constante para que fueran profesionales y a todos construirles sus casas, cuyo diseño ella misma dibujó en un cartón.
«Mi madre ha sido ingeniera, agrónoma, emprendedora, sin tener un estudio. Nos sacó de profesional a todos. No es porque sea mi madre, pero me atrevo a decir que es de una de las personas más inteligentes de este pueblo. Su sueño siempre fue vernos profesionales y construirnos una casa a cada uno, y lo cumplió. Estoy orgulloso de ella», expresó Raúl Flores, uno de sus hijos, que también describió a su madre como líder porque considera que es ella quien ha sido la cabeza de hogar.
Niña Emelina afirmó que desde los ocho años comenzó a elaborar alfajores y tiste, que es un polvo elaborado con harina de maíz y azúcar, para hacer refrescos.
A los 11 años, su tía le dio quesadillas para que las comercializara, y ganaba un colón. A los 15 años tuvo su primer hijo y desde ahí trabajó en diferentes rubros para materializar el sueño que se propuso. Con dos colones empezó a vender trapeadores, de las ganancias se dedicó a la agricultura, y posteriormente vendió electrodomésticos y otros insumos para el hogar.
Además, recordó que en los años ochenta, por proteger a sus hijos de la difícil situación que vivía el país por la guerra, utilizó unos ahorros y se fue a México. Allá siguió trabajando y al regresar cumplió varios sueños.