Sin poder evitar las lágrimas, Ramón de Jesús Erroa, dice que el 2020 ha sido «de destrucción». Ver morir a su madre, a sus dos hermanos y un sobrino, perder su vivienda y todas las pertenencias en el deslave de Nejapa, el 30 de octubre, es lo peor que le ha pasado en 36 años.
Hace 54 días Erroa estaba feliz y cómodo en su casa, con sus padres y todos sus hermanos, en el caserío Los Angelitos II; ahora, sentado en una silla de plástico en su nuevo hogar, por el que paga un alquiler, cuenta su tragedia, y cómo ha logrado seguir adelante, pese a lo que sufrió en los últimos meses.
«Este año ha sido negro. El deslave nos llevó a nuestras familias y eso es algo que no lo vamos a olvidar. Tuve que ir a reconocer a mi mamá, a mis hermanos, este año ha sido duro», expresó Erroa.
La tragedia en Nejapa sucedió la madrugada del 29 de octubre. El alud recorrió cuatro kilómetros, arrasó el caserío dejando diez víctimas mortales, un desaparecido, 125 familias damnificadas y daños materiales.
El deslave causó la muerte de cuatro integrantes de la familia Erroa, lo que la convirtió en el grupo familiar más perjudicado de la tragedia. La madre de Erroa, Lucía Sánchez, de 56 años, sus hermanos Sandro Vladimir, de 16, y Mauricio Reynaldo, de 20 años; y el sobrino de 10 meses fueron los familiares que murieron.
«Perderlos a ellos fue difícil, aunque ahora estemos acá, el vacío de no tenerlos sigue. Sobrevivimos a los escombros, pero al recordarnos que mi mamá y mis hermanos no lo hicieron, es terrible», relata Erroa.
El sobreviviente es el hijo mayor de los esposos Erroa. Recientemente dejó el albergue para ir a vivir con su padre y sus otros tres hermanos a una vivienda ubicada en el caserío Los Castaños, en Nejapa. En enero próximo, cada uno se independizará en las viviendas que les fueron entregadas por el Gobierno en Ciudad Marsella, San Juan Opico, departamento de La Libertad.
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Para los sobrevivientes de la familia Erroa la vida ha sido difícil tras el deslave. Después de pasar meses en el albergue instalado en el Centro Escolar Aldea Las Mercedes lograron encontrar una casa que se ajustara a su presupuesto para alquilar y llevar las pocas pertenencias que tienen, la mayoría han sido donadas. Las últimas semanas han dormido en colchonetas y los alimentos han sido escasos.
Erroa trabajaba como repartidor de gas propano, pero tras el deslave se quedó sin trabajo, ya que su tiempo lo invirtió en otros trámites y tuvo varias complicaciones. Sus hermanos, Samuel, Armando y Lorena, todos de apellidos Erroa Silva, también están desempleados, aseguran que la tragedia les cambió la vida y el dolor por la pérdida de su madre y hermanos jamás sanará.
«Yo a cada ratito llegaba porque solo salía a repartir el gas cuando me lo pedían, pasaba bastante en casa. El ambiente era galán y super tranquilo, teníamos nuestros arbolitos, animales, pero todo lo perdimos y la pérdida ha sido dura», recuerda Erroa.
UNA ESPERANZA
Los cuatro hermanos y su padre, Miguel Erroa, están conscientes que nada reparará el dolor de perder a una madre y esposa y a los otros dos jóvenes. Sin embargo, estos meses han tenido que luchar por salir adelante y apoyarse.
La familia afirma que el proceso ha sido duro, pero el apoyo de psicólogos les ha ayudado a sobrellevar la pérdida de sus familiares y el episodio traumático que vivieron la noche de la tragedia.
Uno de los próximos planes para la familia Erroa es comenzar desde cero. Aún no se han mudado a su nuevo hogar en Opico porque aún esperan «terminar el alquiler porque ya lo pagamos y pues no tenemos mucho que llevarnos», dijo el padre.
«Ojalá ya no suframos tantos golpes en nuestra familia, porque desde la pandemia, tormentas, de todo ha pasado. Comenzaremos desde cero y veremos que dice Dios, hemos venido de lo oscuro y esperamos este nuevo año sea mejor», anhela Ramón.