La estrategia de seguridad impulsada por el Gobierno de la República de El Salvador y ejecutada por el Gabinete de Seguridad ha generado logros, resultados y avances en la seguridad pública en nuestro país. Con el refuerzo de dicha estrategia por medio de las reformas de los códigos Penal y Procesal Penal, sumado al régimen de excepción implementando y en vigor desde el 27 de marzo de 2022 en la nación, se dispone de evidencia que marca dos momentos: disminuciones importantes en todas las expresiones delictivas del país (de junio de 2019 al 26 de marzo de 2022), y luego del régimen de excepción, profundización en dichas disminuciones entre el 50 % y 100 % adicionales a las alcanzadas en los primeros 34 meses solo con el Plan Control Territorial.
Después de 80 días de haber iniciado la implementación del régimen de excepción ya hay más de 40,000 integrantes de estructuras de pandillas, cabecillas, corredores de programas, palabreros, oportunistas y tontos útiles capturados, con un trabajo extraordinario de la Policía Nacional Civil y la Fuerza Armada, con incursiones en todo el territorio nacional, y la Fiscalía General de la República con más del 80 % de los capturados presentado en sedes judiciales que han logrado instrucción formal con detención provisional. Estas personas se acostumbraron, aprendieron, replicaron y se hicieron un estilo de vida al dedicarse a cometer diferentes delitos contra la población salvadoreña, los micro y pequeños emprendimientos, la pequeña, mediana y gran empresa. Sus principales herramientas de trabajo fueron un arma de fuego, un teléfono, sembrar terror y miedo para obtener ingresos y vivir una vida llena de excesos y lujos para sus cabecillas y patrones, mientras la base de la pirámide criminal vivía de las limosnas que sus cabecillas decidían asignarles, a algunos les alcanzaba para comer y sus vicios. Ahora se encuentran en diferentes centros penales de máxima seguridad, en condiciones de hacinamiento y sin privilegios, y sus familias ya no están a la espera —viendo cable, descansando de no hacer nada o en los centros comerciales— de que llegue el dinero mal habido, producto de actividades criminales, dinero maldito levantado sobre sangre y lágrimas de familias salvadoreñas.
Es momento de que familiares y colaboradores de las pandillas en El Salvador despierten de ese sueño, de la haraganería, de la comodidad con la que han pasado tres generaciones completas dedicándose a la «rentiada» y al sicariato. Ese tiempo, gracias a la misericordia de Dios, a la voluntad del presidente Bukele y al Gabinete de Seguridad ampliado, con todo el talento humano que trabaja cada día, ha finalizado. Estamos entrando en otra etapa como país, que por supuesto no es fácil e instantánea, pero que debemos construir como sociedad.
Familiares, colaboradores y oportunistas de las pandillas: quiero compartirles que mientras ustedes han esperado que sus familiares, que son integrantes activos de las pandillas criminales, lleven a sus casas el dinero producto de asesinar a salvadoreños, de extorsionar, de desaparecer a personas y otros delitos graves, miles de salvadoreños han sobrevivido y mantenido a sus familias con un salario mínimo o con menos ingresos, han generado ventas por cuenta propia, han vendido comida, ropa, calzado, cortado grama, recogido basura, han trabajado en oficios domésticos y otros empleos, se han rebuscado cada día por sacar adelante a sus familias. Les informo que el salario mínimo vigente del sector comercio y servicios es de $365 mensuales, menos descuentos de ley. Con ese ingreso, miles de salvadoreños se ganan la vida y deben mantener a sus familias. Muchos de ellos tenían que pagar peaje de paso a sus familiares con esos ingresos mínimos. Esos tiempos llegaron a su fin. ¿Y saben qué? Nueve de cada 10 personas en el país apoyan las medidas, otras han comenzado desde hace varias semanas a denunciar dónde se esconden, ya perdieron el miedo, se quitaron el yugo que ejercieron por décadas sobre ellas. Entiendan que ya están hartos de la extorsión y que ustedes vivan de parásitos de la sociedad salvadoreña, quitándoles su dinero e incluso el patrimonio y la vida.
El llamado es para que se pongan a trabajar antes de que sean capturados si se les ocurre retomar el oficio de la «rentiada» o quieren dedicarse a otros delitos. Entiendan que esas décadas en las que se les permitió crecer, desarrollarse, y que gobiernos anteriores les cedieron parte del territorio y que atentaran contra la población mientras ellos saqueaban las arcas del Estado han finalizado. Y otra cosa más: manden a sus hijos y nietos a estudiar, permítanles la educación, ya no les nieguen la oportunidad que ustedes desperdiciaron, para que esta generación ya no forme parte de las pandillas. Aún es tiempo de restauración para El Salvador. Nos merecemos un mejor país.