Hay un sublime sentimiento de reconocer lo que nuestras madrecitas han hecho por nosotros para convertirnos en ciudadanos de bien, independientemente de la modalidad o el tipo de familia de la que procedemos, y allí encontraremos un denominador común que es la madre, el eje transversal de una familia; es decir, si se trata de una familia tradicional de tipo patriarcal (como de la que personalmente procedo) donde el papá es un proveedor de los elementos básicos para subsanar las condiciones materiales, entonces la mamá es la que se convierte en la administradora y la promotora de las condiciones de vida espiritual de la familia y a la vez es la formadora de los valores como producto socializador del individuo. Pero también y como típico patrón propio de una cultura machista, vamos a encontrar un ejército de mujeres jefas de hogar, es decir, mujeres cuyas parejas (hombres) simplemente abandonaron la familia para establecer una nueva y estas asumieron el sostenimiento económico de sus hijos, pues generalmente ante una separación estos se quedan con la madre.
Es de tomar en cuenta que la historia de la celebración del Día de la Madre se remonta a la antigua Grecia, donde le rendían honores a Rea, la madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hades. Tiempo después, esta misma celebración la retomaron los romanos y la realizaron en honor de Hilaria, cuyo significado es «la que tiene alegría»; y es que retomando ese aspecto la madre expresa alegría, devoción, compromiso, lucha, amor y protección; de allí la importancia de su celebración.
Con la llegada del cristianismo, estas celebraciones se transformaron para honrar a la Virgen María, la madre de Jesús, esto como base histórica de carácter religioso.
El origen contemporáneo no religioso de la celebración del Día de la Madre se remonta hacia 1865 cuando la poeta y activista Julia Ward Howe organizó manifestaciones pacíficas y celebraciones en Boston en las que participaron madres de familia víctimas de la Guerra de Secesión. Ella propuso establecer un día especial para reconciliar a las partes en conflicto y apoyar a las madres que habían perdido a sus seres queridos en el marco de esa acción bélica. De igual manera, en esa misma época, Ann Jarvis, activista y periodista de Virginia que observó el éxito de la iniciativa de Howe, comenzó una serie de reuniones con mujeres para intercambiar opiniones sobre diferentes temas coyunturales de la época, hecho que enmarca el carácter de generadoras de cambio, de mujeres revolucionarias y con importantes aportes en el ámbito socioeconómico, político y cultural, por eso la importancia de la celebración del Día de la Madre.
Cuando Jarvis murió el 12 de mayo de 1905 (segundo domingo de mayo), su hija buscó con importantes personalidades de la época, entre ellos el presidente Woodrow Wilson, reconocer el segundo domingo de mayo como el Día de la Madre dado que el fallecimiento de su mamá fue en esa fecha; y es así como Estados Unidos lo celebra de esa manera.
A partir del establecimiento de la Constitución de 1983, se emitió el Decreto 205 del 29 de abril del año ya mencionado, donde se oficializa el 10 de mayo como Día de la Madre, y no fue sino hasta 2016 que la Asamblea Legislativa emitió un decreto para que esta celebración sea un asueto remunerado.
Ahora bien, y a la luz de la verdad y de la objetividad, y pese a las diferentes interpretaciones históricas de la celebración del Día de la Madre, la única interpretación que es válida y que no cambia, pese a que muchos ya no tenemos a nuestras madres entre nosotros, es que su figura materna, llena de amor y de compromiso, sobrepasa cualquier decreto, ley o normativa.
Celebremos a nuestras madres y devolvamos un poquito de lo mucho que nos han dado.