La época del esplendor en El Salvador se dio durante la producción del grano de oro, cuando este cultivo era una de las bases de la economía en el país. El café fue impulsado en El Salvador por el presidente Eugenio Aguilar, pero fue en los tiempos del presidente Gerardo Barrios que se intensificó su cultivo, sobre todo para su exportación.
Así como iba creciendo la producción de café, iban en aumento los empleados en fincas y haciendas, y la necesidad de pagar con monedas también creció.
Pagar salarios se volvió difícil debido a la escasez de moneda circulante en todo el territorio.
«Después de la reconstrucción de los estados, por la independencia, los países se quedaron pobres. Entre 1812 y 1890 las casas de monedas eran un problema en toda Latinoamérica. En nuestro caso, la plata (para monedas) la ponía Honduras y la acuñación se hacía en Guatemala, donde estaba la Casa de la Moneda; pero no había una moneda de menor circulación, es decir, no se hacían monedas de medio real ni de dos reales que era con lo que se pagaban los salarios», explica Leonel Barillas, arquitecto, numismático y presidente de la Asociación Numismática Salvadoreña (Anusal).
A partir de 1850 se decide usar un recurso que se había utilizado en países como México y Argentina, una pieza creada de un material barato que vendría a sustituir el uso de la moneda: la ficha de finca.
«Se le llama ficha de finca o ficha de trabajo a la moneda de curso cuasi legal, que se usaba para pagar la tarea o la obra realizada por los trabajadores de fincas o haciendas y que, normalmente, solo tenía validez dentro de la finca que la emitía. El uso exclusivo de las fichas dentro de la propiedad suponía para el trabajador la obligación de usarlo como un salario en la compra de sus alimentos, ropa, calzado y medicina», agrega.
Barillas explica que con esta forma de pago se generaron condiciones desfavorables para los trabajadores, ya que el patrono recuperaba el dinero que pagaba como salarios y en algunas fincas hasta se crearon tiendas para obligar a los empleados a comprar en ellas.
«Es importante detallar que para ese tiempo no había calles pavimentadas ni adoquinadas, la terracería era muy mala, por lo tanto, los caminos accidentados eran muy difíciles de transitar y a la gente se le hacía difícil moverse del campo a la ciudad para comprar sus insumos», señala.
Valores y denominaciones
A partir de 1883, con la presidencia de Rafael Zaldívar, se adopta la primera Ley Monetaria. Uno de sus elementos de interés era que abolía el sistema colonial, es decir el sistema de los reales, y se adoptaba el sistema métrico decimal (de los centavos). Allí fue cuando los ocho reales pasaron a valer un peso y, por ende, 100 centavos.
«Si dividimos 100 centavos entre los ocho reales que lo componían, quedaba un valor de 12 y medio centavos, por eso es común encontrar fichas con el valor de un real o 12 centavos y medio, medio real o seis centavos un cuarto, y un cuartillo o tres centavos un octavo. Antes de 1883, todas las fichas llevaban el valor en reales y, posteriormente, fueron en centavos. Hay algunas más interesantes que tienen doble valor. Traen el sistema colonial y traen el sistema métrico decimal, para el caso, están las fichas de Juan Mayner», explica el arquitecto coleccionista.
En el 2001, el país tuvo una transición del colón al dólar y se hacía la conversión al momento de pagar: el dólar se fijó a 8.75 centavos de colón. En el caso de las fichas, estas tenían el valor de real enfrente y en la parte trasera el valor en centavos.

Procedencia
La idea de crear un modelo de pago en El Salvador, con las fichas de finca, fue copiado de otros países de Latinoamérica donde ya se utilizaban en sustitución de las monedas. Fue así que surgieron casas de las monedas que acuñaban fichas. «Un caso sorprendente es Guatemala, que la misma Casa de Moneda acuñó fichas de finca, cuando en teoría la ficha era de uso ilegal porque no tiene un respaldo gubernamental», expone Leonel Barillas, de Anusal.
Según las investigaciones que el arquitecto ha realizado, las fichas de finca localizadas en El Salvador fueron creadas en casas de monedas de Estados Unidos y Europa. En algunas bases de las fichas hay referencias sobre su fabricación.
«La mayoría de las fichas fueron acuñadas en San Francisco, California, por las empresas C. A. Klinkner and Co., y L. H. Moise S. F. Estas últimas compañías se fusionaron en 1897 bajo la firma de Moise Klinkner Co., que en 1930 se convirtió en Pattrick and Company. Debido al terremoto de San Francisco en 1906, los incendios destruyeron los archivos de estas compañías por lo que no tenemos mayores datos de todas las fichas manufacturadas por ellos para los cafetaleros salvadoreños», afirma.
La casa W. Nathansen, de Hamburgo, Alemania, también acuñó fichas para los finqueros salvadoreños, aunque solo se conoce una pieza. Otra fábrica que acuñó fichas para El Salvador fue la Empresa A. Popert, de París, Francia.
En el inventario de fichas salvadoreñas también existe un amplio número de fichas artesanales, que fueron creadas por algunas familias en sus propios talleres. Por ejemplo, el grupo García Prieto y la familia Guedes, en el oriente del país.
Los Guedes fabricaba instrumentos de labranza, como machetes, y se les atribuye la fabricación de fichas de cobre y latón para las propiedades La Granja y Obrajuelo (siempre en el oriente del país).
Formas curiosas
Las fichas registradas poseen formas muy curiosas. Hay acorazonadas, octagonales, decagonales, de flores (con pétalos abiertos), triangulares o perforadas al centro, que podrían deberse a «un capricho cafetalero de demostrar quien tenía la ficha más bonita».
«Según mis investigaciones, hay mucha similitud entre las fichas de Argentina, de Perú, de Bolivia y de Panamá con las de El Salvador, Guatemala y México. Se me hace la idea que había un visitante de la casa fabricante que llegaba a los países latinoamericanos con un portafolio y ofrecía los diseños para que el caficultor escogiera la que más le gustaba. De allí viene la idea del porqué, por ejemplo, una finca de Santa Ana tenga fichas muy parecidas a una finca de Usulután. Los dos caficultores, sin ponerse de acuerdo entre sí, escogieron el mismo diseño que les ofrecieron», detalla Leonel Barillas, de Anusal.


Materiales y tamaños
Las fichas que se han logrado coleccionar están creadas de diversos materiales como el bronce, latón, aluminio, níquel, zinc, cromo, plomo, peltre, celuloide (un pre plástico creado con resinas naturales), baquelita, cuero y cartón. El tamaño de las fichas es proporcional al valor que representan, es decir, la ficha con menor tamaño tenía menor valor que una más grande.

Conoce más dando clic a la imagen: