«Los avances en la ciencia aplicada al entrenamiento deportivo sin duda han ayudado a preparar más y mejor al futbolista, a predisponerlo para jugar tres veces en siete días, en el peor de los casos. Esto ha obligado a los profesionales a mirar otras áreas que antes no eran tan importantes. Sin hablar aún del juego, los medios o métodos de recuperación ahora son tan importantes como el entrenamiento mismo».
El fútbol profesional es cada vez más exigente, más rápido, más físico. ¿Será posible que nos estemos acercando a los límites de exigencia del ser humano? ¿Se podrá correr más? ¿Saltar más? ¿Ser más rápido? Pero en definitiva la pregunta es ¿se podrá jugar más al fútbol? ¿Más frecuente?
Los avances en la ciencia aplicada al entrenamiento deportivo sin duda han ayudado a preparar más y mejor al futbolista, a predisponerlo para jugar tres veces en siete días, en el peor de los casos. Esto ha obligado a los profesionales a mirar otras áreas que antes no eran tan importantes. Sin hablar aún del juego, los medios o métodos de recuperación ahora son tan importantes como el entrenamiento mismo.
Poder ir midiendo al futbolista en cuanto a sensaciones por medio de cuestionarios «wellness», que no son más que preguntas básicas sobre su descanso personal, estado de ánimo, estado de humor y apetito, puede dar un parámetro adelantado de cómo se encuentra el jugador, y siendo más específico, conocer la carga del entrenamiento diario, el esfuerzo percibido, es de gran ayuda para proponer el próximo entrenamiento.
El perfil de los partidos de fútbol ha cambiado. Hoy en día es mucho más fácil medir datos de manera individual o grupal con herramientas como el GPS y medir de un juego anterior con el último e interpretar alguna disminución en cuanto a rendimiento, que podrá decirnos que se encuentra fatigado o que está próximo a una lesión. Esta disminución del rendimiento es medible en muchos parámetros.
Podemos ver que ahora el contacto cuerpo a cuerpo ha aumentado porque ha disminuido el tiempo que el jugador está en posesión del balón, hasta que es presionado por un defensor.
Una manera de determinar objetivamente si el aumento de la carga física ha afectado a los jugadores es observar como las lesiones han evolucionado también con el tiempo y preguntarnos: si el fútbol es más exigente, ¿es posible que las lesiones aumenten?
Las lesiones musculares han aumentado notablemente, y de las más frecuente suele ser la del isquiotibial, que representa un tercio de todas las lesiones. Biomecánicamente podemos mencionar que suele ocurrir por el uso excesivo, sin descanso, y por lo general en los minutos finales de cada tiempo, es decir, cuando el jugador está fatigado.
Peor aún, esto sucede cuando generalmente los cierres de los torneos se juegan entre semana, por lograr objetivos, cuando ya existe un volumen importante de trabajo, minutos de juego y un desgaste también mental que supone un incremento de adrenalina, lo cual si no sabe manejarse puede influir y desembocar en lesiones.
Volviendo a parámetros medibles, como la distancia total recorrida, el número de sprint hechos, la velocidad en metros sobre segundos, es muy útil llevar un control, pero los números no lo cuentan todo, como tener un control del estado del corazón, por medio de estudios frecuentes, por ejemplo.
La clave está en gestionar minutos, controlar rendimientos, medir sensaciones para prevenir lesiones y llevar al límite físicamente al jugador de una manera controlada.