Carlos Espinoza es un hombre de 72 años, de rostro serio, poblado de una espesa barba blanca, que contradice su amabilidad al hablar y de la forma en tratar a las personas, en especial a los niños, que lo hacen ganarse la simpatía de forma inmediata.
Parece un Santa Claus de carne y hueso, y en eso se transforma al ponerse el tradicional uniforme rojo.
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Desde hace tres años, ha colaborado con personas altruistas que patrocinan al grupo El Centro Hace Clic para repartir juguetes a los hijos de los vendedores del Centro Histórico de San Salvador.
Don Carlos no cobra honorarios por representar al personaje y hacer feliz a los niños. Él solo quiere unos juguetes para sus nietos y otros para compartir con niños de la iglesia Cristo Viene de las Asambleas de Dios a la que acude tres días a la semana.
Gracias a don Carlos los fotógrafos urbanos y sus patrocinadores pueden decir «Sí, niños, existe Santa Claus», y se encuentra en el amor, el respeto y la solidaridad que compartimos con el prójimo.
Don Carlos toma su desayuno antes de comenzar su visita a los niños.
Alexandra Mónico acicala la barba de Santa Claus en su sala, en la placita exBiblioteca.
Camila, de ocho meses, recibe una caricia de Santa, a quien observa sorprendida, en el parque San José.
Santa Claus visitó un almacén mayorista de juguetes para escoger los que desea compartir con los niños.