¿Cómo comunicarse con un bebé que no escucha?, ¿cómo enseñarle a decir mamá? o ¿cómo saber si algo le duele? A todas estas preguntas se enfrentó Fransia González hace 21 años. Para entonces acababa de recibir una de las bendiciones más grandes como mamá primeriza de René.
Solo meses después de que el nene llegó a la familia, la abuela detectó algo diferente: no atendía a los ruidos y su mirada no se enfocaba.
En ese momento, Fransia empezó a buscarle respuestas a esas preguntas y a una infinidad más que surgieron al saber que René era sordo.
Pasó un año y medio y ella no podía comunicarse con su hijo, sobre todo por la frustración y todas las emociones difíciles que conlleva una noticia así.
A partir de ahí decidió renunciar a su trabajo formal para dedicarse a encontrar un lenguaje para comunicarse con su bebé. Empezó a aprender lengua de señas, pero más allá de eso encontró un lenguaje de amor.
«Encontramos la Escuela Cristiana para Sordos, era la única que había. Empecé a informarme, era un mundo desconocido para mí, pero el amor por mi hijo me hizo aventarme. Pasé dos años y medio aprendiendo. Cuando empezamos, ya había perdido un año y medio de hablar con mi bebé», recuerda.
Su devoción por entrar el mundo silencioso de su hijo apenas iniciaba. Había tanto que descubrir y aprender, sobre todo porque el lenguaje de señas americano (ASL, por sus siglas en inglés) es el que se imparte como lengua madre en todo el mundo, una dificultad más para aquellos que nacen en países que hablan español.
Para Fransia la vida aún le deparaba más, y eso lo supo cuando llegó su segundo hijo, Gustavo.
«Ya habían pasado cinco años y me comunicaba con mi hijo pequeño. Cuando llegó el segundo y sospechamos que también era sordo, me dediqué a hacer pruebas físicas y lo confirmamos. Pienso que me dolió más que la primera vez, pero dejamos de buscar el por qué y lo pusimos a estudiar con René», relata.
El diagnóstico de los niños es sordera bilateral profunda, es decir, que no oyen con ninguno de los dos oídos. En ese entonces, la solución disponible era un implante coclear o una cirugía a cerebro abierto, pero aun así había posibilidades de no tener éxito, además de que el cuerpo lo rechazara. La operación tendría que hacerse fuera del país y debía ser costeada por los padres, por lo que ambos decidieron que no era una opción y la descartaron.
Fransia no se rindió, nunca lo ha hecho, y se metió de lleno y sin medida en un mundo que para los oyentes suele ser incomprendido y, a veces, visto con poca sensibilidad y empatía. Visitó todos los espacios disponibles para buscar ayuda. En esos años la opción era que siguieran en el colegio privado para sordos, pero sabía que tendría que llegar el día de incluirlos en un colegio regular.
De una dificultad a una misión de vida
«Yo ya me comunicaba con ellos, pero siempre había un dolor en mi corazón, así que decidí hacer algo y compartir todo lo que había aprendido. Empecé a enseñar en iglesias, en fundaciones y también empecé con la lengua de señas salvadoreña. Siento que enseñando retribuyo», comparte Fransia.
La Lengua de Señas Salvadoreña (LESSA) es una adaptación del inglés al español local, que le permite a las personas sordas a comunicarse en su lengua madre.
Y aunque todo parecía ir bien, Fransia encontró otra dificultad más para comunicarse porque cada palabra en español requiere no solo de una traducción sino de una interpretación en lengua de señas.
«Yo me he dedicado tiempo completo a ellos. En casa tengo que estar buscando cómo interpretar lo que dicen las tareas, lo que dicen los libros. Recuerdo una frase en un libro que decía “la niña perdió la honra y la buscaba entre las piedras”. René la estaba leyendo, pero no podía pasar de esa parte porque no entendía a qué se refería. Entonces, yo empecé a encontrar las palabras para explicarle de qué se trataba».
En una realidad construida para oyentes, las personas con discapacidad auditiva son verdaderos guerreros, vencen el reto de comunicarse, aprenden varias lenguas con su alfabeto, gramática y significado sin el recurso de la fonética, sus procesos son diferentes y lo adaptan.
René y Gustavo estudiaron parte de su niñez en el Complejo Educativo para Sordos Griselda Zeldón, pero llegó el tiempo de que siguieran su vida académica en un colegio regular. Una tarea nada fácil que se logró siempre con el apoyo de ambos padres pese a que recibieron varias negativas.
La madre explica que en parte se debió porque los colegios no estaban preparados con la adopción curricular y, otra, porque les decían que «tener un intérprete distraía al resto de la clase».
Con un esfuerzo que solo se entiende por el amor a sus hijos, los padres lograron que René estudiara parte de su bachillerato en el Instituto Técnico Ricaldone. Junto a tres familias más pagaban $400 para un intérprete.
Gustavo cursa séptimo grado. Ha sido el primer estudiante con discapacidad auditiva en estudiar en el Colegio Cristóbal Colón, siempre con la asistencia del intérprete costeado por el papá.
Aunque cada día parece una cuesta arriba que vencer, Fransia no lo expresa así. Su espíritu se ha fortalecido con una fe enorme, sumada a la determinación de que sus hijos triunfen y la convicción de que su misión en esta vida son ellos.
En medio de todo, está el amor que también siente por sus hijas (Fátima y Fransia), y la decisión de ayudar a los demás por medio de todo lo que ha aprendido como madre e intérprete por más de 20 años.
Su sueño es crear una fundación. Sabe que es difícil y que si lo logra será un paso grande. En lo que eso llega, sigue siendo maestra en cualquier espacio que le permitan.
Actualmente, junto a René, imparte clases en tres horarios los sábados para un diplomado con el Sindicato de Trabajadores del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (STISSS).
«Para todas las mamás con hijos sordos les digo que no se den por vencidas, nunca vamos a estar solas. Hay personas que nos fallaron, pero Dios nunca nos va a fallar. Yo le doy gracias a todas las personas que creen en ellos porque yo todos los días aprendo de ellos y lo que quiero es que triunfen», concluye.
Maestro y con muchos sueños
René ya tiene 21 años. Tiene una personalidad agradable y paciente. Como todo joven está lleno de curiosidades y aspiraciones.
Su siguiente paso es la universidad para licenciarse en Diseño Gráfico. Su objetivo ya está en marcha con el apoyo del vicerrector académico de la Universidad de El Salvador, Raúl Azcúnaga, por medio de un programa especializado en personas sordas que cuenta con 16 intérpretes para los estudiantes.
Con su empeño y la valentía que viene de su mamá, René pronto será un estudiante universitario.
Enseña LESSA con su mamá en el diplomado del STISSS, donde llegó a ser maestro al ver el trabajo de ella y el empeño de los estudiantes, quienes son empleados de salud que quieren comunicarse con sus pacientes. En ese espacio ha descubierto sus habilidades de profesor, su paciencia y la satisfacción de enseñar.
«Yo estoy feliz porque veo que mis alumnos siguen adelante, van mejorando y algunos ya pueden comunicarse con sus pacientes (sordos). Yo trato de que entiendan porque son oyentes y sé que les cuesta también. Yo soy sordo y nunca voy a escuchar, pero quisiera que todos pudieran hablar lengua de señas. Ya hay mucha gente que lo hace, pero quisiera que todos lo hicieran, que fuera normal», expresa con una gran sonrisa mientras Fransia interpreta.