A pesar de negarlo todo, el expresidente de El Salvador y ahora ciudadano nicaragüense Mauricio Funes, prófugo de la justicia salvadoreña, sí tenía pleno conocimiento de que su Gobierno se acercó a las pandillas y suscribió una tregua.
En concreto, el acuerdo entre el Gobierno y los grupos terroristas se enfocaba en un aspecto clave: la reducción de los asesinatos, que para 2012 totalizaron 2,594, con un promedio de 41 diarios, a cambio de beneficios carcelarios y menor operatividad policial en el territorio.
Funes ha afirmado hasta la saciedad que él no supo de esas negociaciones, pero miembros allegados al FMLN, partido que lo llevó al frente del Ejecutivo, afirman lo contrario.
Uno de esos dirigentes es precisamente Carlos Ruiz, otrora alcalde de Soyapango y diputado por San Salvador. «Uno entiende que sí [Funes sabía], porque aquí no fue un problema solo de Funes, estuvo monseñor [Fabio] Colindres, incluso organismos internacionales (la Organización de Estados Americanos); es decir, no podemos desconocer esas cosas», afirmó Ruiz en el espacio de entrevista Encuentro.
La afirmación del exfuncionario coincide con lo expresado por otras personas que tuvieron relación directa o indirecta con la tregua. La exdiputada del FMLN Jackeline Rivera también confirmó en su momento que su partido al frente del Ejecutivo tuvo contacto con líderes de las estructuras criminales y negociaron la disminución de los homicidios.
A criterio de Rivera, esa decisión, políticamente hablando, «fue un craso error».
Y a pesar de que la tregua no formó parte oficial de una política pública dentro de la administración de Funes, el impacto de esos acuerdos y el retiro de estos sí tuvo consecuencias directas en la seguridad de El Salvador.
Antes de 2012, año de la tregua, el país cerró su registro de homicidios con 70 muertes en promedio diario; esa cifra bajó a 41, y para 2013 quedó en 40.
Pero en 2014, cuando el Gobierno, como actor principal, se retiró de la mesa de acuerdos oscuros —acuerpada por monseñor Colindres y la OEA— la cifra de homicidios repuntó y totalizó 60 diarios.
Esas cifras terminaron posicionando a El Salvador como la nación más violenta del mundo, incluso por encima de países como Irak, que para esa época vivía una cruenta guerra.
El FMLN, a pesar de tener el control del Ejecutivo y de tener la capacidad, potestad y obligatoriedad de promover políticas públicas para frenar la violencia, siguió el camino más fácil: la negociación con grupos reconocidos como terroristas, y luego negarlo todo.
De los rostros visibles de la tregua, ninguno ha sido sentenciado por las negociaciones o por las mediaciones entre el Gobierno y las pandillas.
Complicidad de la OEA y de Monseñor Colindres
El Gobierno de El Salvador como tal no buscó a las pandillas para frenar la violencia, pero sí se dejó convencer por diferentes mediadores que se encargaron de llevarlos a una mesa común y comenzar a sostener los primeros diálogos.
Entre los mediadores reconocidos están monseñor Fabio Colindres y el excomandante de la guerrilla del FMLN Raúl Mijango.
A estos personajes se sumó el entonces secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) José Miguel Insulza, quien viajó a El Salvador para conocer de primera mano el funcionamiento de la tregua entre pandilleros y el Gobierno.
La visita de Insulza, en 2012, fue el respaldo que el Gobierno efemelenista recibió, tácitamente, como un éxito por haberse sentado a negociar con las pandillas.
En julio de ese año, y en un acto denominado «por la paz» desarrollado en la plaza Gerardo Barrios, en la capital, Insulza estrechó la mano de pandilleros líderes de grupos delincuenciales, acompañado de los promotores de la tregua.
Las consecuencias de negociar con pandillas siguen pasando factura política al FMLN, ya que la población salvadoreña mermó considerablemente su apoyo en los procesos electorales posteriores.
Actualmente, el Gobierno del presidente Nayib Bukele ha decidido seguir la vía legal y declarar un régimen de excepción, contemplado en la Constitución, para frenar la escalada de violencia que se vivió el fin de semana anterior.