Siempre con guitarra en mano, la mirada seria tras las gafas oscuras y el talante de quien abraza la esencia clásica del rock como su estilo propio. Así es Gilber Cáceres, cantautor salvadoreño que tiene una trayectoria de varias décadas en la escena musical del país y quien sigue vigente, esta vez, gracias a su álbum «Raíces», con el que ahora toca las puertas de las nominaciones preliminares de los Grammy Latino.
Cáceres es hijo de un músico que fue víctima de las atrocidades de la guerra civil en El Salvador. Por ello, desde que tomó su primera guitarra, Cáceres tenía claro que su destino se escribiría con armonías y melodías que usaría para contarnos la historia de aquel El Salvador de los 80, así como también para narrarnos historias de amor y desamor y de todas las emociones que se experimentan en la vida cotidiana.
Gilber Cáceres conversó con Diario El Salvador sobre su trayectoria, su actual nominación preliminar en los Grammy Latino y sobre qué significa para él crear arte significativo, usando su talento para contar historias con sentido profundo y mensajes claros para la sociedad.
Recientemente conocimos que estas en las nominaciones preliminares de los Grammy Latino. ¿Cómo te sentís con este nuevo logro en tu carrera?
Muy emocionado, muy contento. Es bueno que se tenga presencia salvadoreña en ese tipo de espacios. En mi caso, estoy inscrito en tres categorías, pero todos los salvadoreños que estamos ahí, estamos sacando el pecho para el país. Espero que esto deje sentado un buen precedente y que vaya para más.
¿Cuáles son las categorías en las que estás participando?
Estoy en Canción Alternativa con «Mis Raíces», que es la historia de mi vida prácticamente. Estoy también en una categoría rock con una balada que se llama «Adicto» y estoy en Mejor Disco Cantautor con el disco «Mis Raíces».
Hablemos sobre este disco. ¿Qué podés decirnos sobre «Mis Raíces»?
Este disco es multifacético, trae varios estilos como country, rock, un andino con fusión con ciertas corrientes colombianas. Pero, lejos de todo eso, el disco y la canción trae mucho de lo que he vivido y eso ha servido para que la gente se identifique mucho con las letras. Con este disco la gente ha llorado al escuchar las letras porque ha vivido los tiempos de mucha pobreza. Nací en 1975 y, en ese tiempo, muchos vivíamos en mesones, la escolaridad no era algo favorable en el país. Mi mamá llegó hasta Tercer Grado y así mucha gente vivió en esas circunstancias de las que se habla en «Mis Raíces».
Todas esas vivencias son las que te construyen como persona y como artista. Pero ¿cuándo es que Gilber Cáceres comienza a escribir su trayectoria musical?
Hay algo que menciono en la canción «Mis Raíces», la parte que dice: «Hijo de un desaparecido». Esto lo digo porque mi papá desapareció en el tiempo de la guerra, esa época en que uno salía y veía los cuerpos tendidos en las calles. Esos eran los que aparecían, pero había otros que no aparecían. Entre esos estuvo mi papá, quien era músico, le llamaban «El Hippie Cáceres» y creo que de ahí viene cierto talento y cierta herencia musical.
Cuando mi mamá me regaló mi primera guitarra, una toda rajada, pero era la cosa más hermosa que yo había visto. Comencé a vivir con la guitarra a incluso dormir con la guitarra. Practicaba todo el día y, a los meses, ya tocaba un par de canciones y, un tiempo después, estaba escribiendo canciones. Así es como se va tejiendo mi trayectoria musical.
Sos un músico y artista de diferentes décadas. Has estado en épocas como la década de los 90 y los 2000. ¿Cómo ha sido ese trayecto? ¿Has buscado cambios drásticos o preferís mantenerte en tu propio estilo?
En los 90 hubo mucho rock. Los soundtrack de las películas eran puro rock y, ahora, todo eso cambió. Pero, fíjate que durante los 90 me dediqué mucho al rock, pero no fue hasta el 2015 que cambié un poco mi música, me di más amplitud sin traicionar lo que yo soy. Me mantuve legítimo a escribir canciones con significado, soy partidario del arte significativo, un arte con el que la persona que lo escucha puede identificarse, aunque sea yo el que lo haya escrito. Creo que esa ha sido la evolución en mi carrera, sin dejar de lado mi estilo y mi esencia. Siempre he sido partidario de crear música que deja huella.
También sos un músico que viene de una generación salvadoreña golpeada por la guerra. ¿Has encontrado en la música una forma de sanar, de reparación emocional?
Pienso que sí. Si algo me ha mantenido vivo, aparte de Dios y las oraciones de mi madre, es la música. Pienso que la música no solo sana, sino que fortalece tu vida, te da algo que, si siembras en la música, ella te lo devuelve. La música no se queda con nada. Si vos sembrás en la música, ella te lo devuelve. Creo firmemente en el ciclo de sentir, crear y compartir, cuando de verdad te dedicás a la música, a elaborar música con profundidad.
Eso es reafirmar que la música es más que solo tomar un instrumento o que la música es algo que se puede usar para entretener a los niños y no para enseñarles.
Tenés razón. Una vez estaba tocando en un restaurante y había un niño que estaba vendiendo rosas a eso de las 11 de la noche. Estaba tan fijo en lo que yo estaba cantando que, me detuve, quité la armónica del stand de la guitarra, detuve la canción en medio del público y le regalé la armónica. Le dije: «Te estoy dando la llave de un instrumento que, a mí, me cambió la vida». El niño estaba feliz y el público se quedó asombrado. Para mí, haberle regalado el instrumento era darle un regalo para la vida. Eso fue hace muchos años. Esa experiencia me marcó mucho porque la gente a veces no se convence de cómo la música puede cambiar su vida. He visto a mucha gente llorar con canciones y mostrar sus heridas y también sanarlas. He visto a gente que, con otras canciones, como «Sencilla y Frágil», se enamoran, se casan y forman un hogar. La música puede crear muchas cosas.
¿Qué hace falta para que El Salvador, como país, vea en la música una forma para sanar y para mejorar como sociedad?
Volvería al punto del arte significativo. Creo que los artistas estamos parados en algo tan inestable y desfavorable porque tenemos un público de moda, demasiado cambiante y que va de un lado a otro sin tener un criterio establecido o fijo de algo que en realidad quiere. Esto hace que los artistas tengan que ir de un lado a otro adaptándose a lo que el público quiere. Yo respeto a quienes van cambiando constantemente por eso. Pero, personalmente, no me veo en esa marea. Hay artistas que se están reinventando y está bien. Pero, creo que lo que no tenemos que perder es el ser auténticos, el ser fiel a nosotros, el dar el mensaje que es necesario hablarlo. Tenemos que llevar mensajes de paz, de armonía, porque, hoy en día, hay naciones que se quieren matar con solo apretar un botón por intereses económicos. Hay que saber dar un mensaje de paz, los artistas podemos dar ese mensaje desde cualquier rama del arte.