Entre 2007 y 2008 nuestro país sufrió el incremento desproporcionado de los precios de los hidrocarburos (diésel y gasolina, además del GLP). Quiero hacer notar que en esa época se decretó la creación de una comisión especial encargada de investigar el alza de precios de hidrocarburos en El Salvador y que tuve la oportunidad de formar parte de dicha comisión. También debo comentar que en esa época se llegó a pagar hasta $6.11 por galón de gasolina regular. La comisión especial estaba integrada por los partidos ARENA, FMLN, PCN, PDC Y CD, y para apoyar el trabajo de dicha comisión se contrató a expertos en el tema, entre ellos al argentino Roberto Gomenzky y a un mexicano de quien no recuerdo su nombre y que salió molesto porque este servidor le cuestionó su rol, que no era el de un asesor del tema, más bien lo veía como un defensor de las transnacionales petroleras, es decir, esas grandes empresas productoras y exportadoras de productos derivados del petróleo. Por otra parte, a escala nacional, se invitó a las asociaciones de gasolineros del país que de igual manera dieron sus aportes y recomendaciones para salir de la crisis de aquel momento.
Así funcionaron las cosas en el pasado, con extenuantes discusiones de horas y horas, al estilo del FMLN y de ARENA, como si fuesen de verdad contrincantes políticos. Así engañaban a la población con la conformación de comisiones especiales, sabedores de que, a pesar de que estas tienen un elevado rango constitucional, sus decisiones no son vinculantes con la solución directa del problema a investigar, y más aun tratándose de un producto que se rige por precios de referencia a escala internacional, es decir, que son los países productores los que, de acuerdo con la coyuntura económica, militar o geopolítica, determinan los precios, y nosotros, por no tener bases petroleras, es decir, por ser solo compradores y consumidores, nos debemos adaptar a esos precios, muchas veces abusivos.
Lo que pretendo establecer con este pedacito de historia es cómo en el pasado los gobiernos anteriores y las legislaturas de esa época llevaban las cosas urgentes del país con un paso cansino, lo cual jamás fue congruente con las verdaderas necesidades y aspiraciones de un país ávido de una representatividad real y en consonancia con los problemas que aquejaban a la población. Nótese: llegamos a pagar $6.11 por galón de gasolina regular; obviamente, la especial estaba más cara.
La lógica que pude establecer en ese momento fue que tanto ARENA como el FMLN usaron el tema para mantener adormecida a la población haciéndole creer que estaban haciendo algo y que la solución al problema llegaría pronto, lo cual jamás iba a ocurrir. Además, no buscaron generar acciones de autosacrificio estatal para ayudar a la población, como ha ocurrido en el presente cuando el Gobierno Central se ha privado de recibir ingresos en concepto de impuestos para aplicar el principio de subsidiariedad y beneficiar directamente a la población.
Esa comisión especial a la que hago referencia mantuvo una lógica de muchos meses sumidos en larguísimas reuniones, la contratación de «expertos internacionales», conferencias de prensa sobre el tema y hasta misiones oficiales para conocer de lo que se estaba «investigando», toda una actitud estéril y sin definición para buscar soluciones reales a los graves problemas que en ese momento se vivían. La población honrada y trabajadora es la que siempre pagó los platos rotos.
Contrario a lo vivido en la época que narré en las líneas anteriores, ante el mismo panorama, 14 años después, el actual Gobierno, liderado por el presidente Nayib Bukele, en lugar de organizar una comisión especial sobre el tema, la cual no nos llevará a ningún lado, toma el sartén por el mango y pide a la Asamblea Legislativa que elimine dos impuestos del costo de los combustibles (refiriéndome en específico a este rubro). Con la medida, se dejarían de pagar $0.28 por galón de combustible, dejando de percibir ese dinero el Gobierno en concepto de impuesto. Pero bien lo dijo el mandatario: «El dinero alcanza cuando nadie roba», y esa actitud valiente y revolucionaria pone en jaque a la oposición, pues a pesar de que ellos también gozan de dicho beneficio, su rol no lo van a cambiar en la creación de fantasmas y espejismos que solo caben en su mente. Producto de una situación conflictiva entre Rusia y Ucrania, el pasado 4 de marzo se anunció un nuevo y sustancial incremento de los precios del combustible, y pude observar cómo medios plenamente identificados con la oposición de la esquina, es decir, con los grupos de poder fáctico que por décadas manipularon a la población y cuyos rostros visibles los encontramos en ARENA y el FMLN, y sus expresiones políticas hicieron comentarios llenos de júbilo y de un ambiente festivo, pues la decisión que unos días atrás el Gobierno Central había sancionado quedaba tirada por la borda. Ante tal situación, El Salvador se mostró expectante, y algunos hasta cayeron en estado de estrés colectivo, pues la misma noche del lunes 4 de abril saturaron las estaciones de servicio buscando llenar sus tanques de combustible para ahorrarse un dinero, pues en unas horas entrarían en vigor los nuevos precios con incrementos sustanciales.
Entonces surge la voz de un verdadero líder haciendo un llamado a la calma y anuncia la medida económica que nadie se esperaba —que no fue la creación de una comisión especial, como decimos en buen salvadoreño, para darnos paja—, fue una decisión muy contundente y acertada para la población: la fijación de precios por dos meses, cuyo incremento absorbe el Gobierno Central. A los de la oposición rancia se les cayó el telón del circo, pues sus comentarios mal intencionados terminaron solo como eso, como panfletos sin dirección y sin ningún contenido.
La realidad actual demanda decisiones prontas y oportunas que resuelvan los problemas más sentidos por la población y que además no le den atol con el dedo haciendo dramas de que buscan soluciones cuando en realidad solo son pantomimas que no resuelven nada en absoluto; por el contrario, el presidente Bukele sale al paso de una situación que hubiese generado una vorágine económica. Como vemos, somos el país con los precios más bajos de combustibles a escala centroamericana.
¡Muy bien hecho, señor presidente!