La teoría mercantilista (siglo XVII) proponía que los países debían corregir el problema de comprar más en el exterior de lo que venden en el extranjero.
La teoría fisiocrática (primera mitad del siglo XVIII) sostenía que el problema es que no se pagan precios justos a los agricultores y que los otros sectores económicos se aprovechaban del sector agrícola.
La teoría clásica (segunda mitad del siglo XVIII) planteaba que en algunos países las ganancias eran muy bajas y que la riqueza se encontraba muy mal distribuida.
La teoría neoclásica se dio a conocer también en la segunda mitad del siglo XIX, encontró que las causas de que no se lograba la producción plena de la capacidad instalada eran: el mal funcionamiento de los mercados de bienes y servicios, así como de factores de producción, la intervención del Gobierno en la fijación de precios, la existencia de limitaciones a la entrada de nuevos oferentes y demandantes en los mercados debido a la existencia de monopolios, oligopolios y sindicatos de trabajadores, pero también porque la productividad marginal y la utilidad marginal son decrecientes.
La teoría histórica alemana (tres últimas décadas del siglo XIX) pretendía lograr el desarrollo capitalista industrial al plantear que hacía falta capitalistas honestos y comprometidos con el país, lograr el crecimiento de la productividad agrícola y la división del trabajo, y que el Estado debe ser el principal promotor del desarrollo capitalista.
La teoría estructuralista o de la Comisión Económica para América Latina (quinta década del siglo XX) plantea que el problema de los países de América Latina se debe a que los factores de producción no se utilizan completamente (tierra, trabajo, capital, tecnología); debido a la inequitativa distribución de la riqueza, a la poca diversificación de la producción, a las relaciones económicas internacionales adversas, la existencia de monopolios y oligopolios, y a la dependencia del consumidor de las empresas internacionales.
La teoría neoliberal (sexta década del siglo pasado) presentó varias causas del nivel bajo de producción de los países: falta de un buen funcionamiento de los mercados de bienes y servicios, así como de los factores de la producción; intervención del Gobierno en la fijación de precios de estos; existencia de empresas públicas que producen bienes y servicios; impuestos altos a los empresarios; los gastos públicos muy grandes en servicios sociales; el déficit fiscal y la poca eficiencia del sector público; la existencia de monopolios, oligopolios, sindicatos de trabajadores, aranceles y monedas nacionales; la falta de reconversión productiva de muchas de las empresas de bienes y servicios; y la poca incorporación al mercado internacional globalizado.
La teoría de la dependencia (década de los sesenta del siglo pasado) identificó que el problema principal de los países latinoamericanos era la dependencia económica de grandes empresas internacionales, una forma de inserción externa demasiado especializada, una estructura productiva desarticulada, así como una estructura social excluyente.
La nueva economía (década de los ochenta del siglo pasado) considera que el problema principal es el bajo crecimiento de la producción, y las causas principales son poca utilización de tecnología moderna, información y conocimiento; relaciones económicas internacionales desiguales; así como organización de las grandes empresas en redes descentralizadas y articuladas.
La teoría neoinstitucionalista (década de los noventa del siglo pasado) considera que las instituciones definen en última instancia las reglas del juego del sistema económico de mercado; estas pueden ser instituciones formales (leyes, reglamentos y procedimientos gubernamentales) e informales (ideas, las creencias, las actitudes, así como la historia).
El marco teórico existente permite formular varias hipótesis para hacer un diagnóstico realista y diseñar una estrategia de desarrollo económico para nuestro país