Son pocos los alcaldes que ha tenido San Salvador que merecen ser recordados por sus gestiones como jefes de comuna de una ciudad con múltiples problemas urbanísticos, sociales, de salubridad, seguridad, hacinamiento, desorden peatonal y un creciente caos vehicular, que los millonarios gastos-corrupción en pasos a desnivel, rotondas y redondeles, etcétera, no han podido ni podrán resolver mientras no exista un replanteamiento urbanístico de la ciudad (palabras mayores), así como de la nomenclatura, la señalización y la semaforización profesional. Sobre todo, la prohibición de la importación de chatarra vehicular que nos venden los norteamericanos y otros países para evitar su propia contaminación, convirtiéndonos en su basurero industrial.
Cuando el presidente Bukele terminó su gestión, nos legó un nuevo y remozado centro capitalino, que cambió totalmente la imagen del centro, y un ordenamiento tanto vehicular como peatonal; y prometió, al asumir la presidencia, que daría continuidad a dicho proyecto. Es bien cierto que no es tarea fácil ni de corto plazo llevar a cabo este proyecto cuando se tiene un pueblo sin educación vial ni sentido de orden y mucho menos conciencia ecológica.
San Salvador, como todas las capitales latinoamericanas, trataron en su momento de imitar a las grandes capitales europeas en su arquitectura, plazas y bulevares. Sus trazos originales obedecieron a la clásica cuadrícula española que vemos, por ejemplo, en los primeros planos de la ciudad, y se reflejaba en el Palacio Nacional, la catedral, en hoteles como el Nuevo Mundo, Astoria y Ambrogi, la universidad, el correo, la tesorería, etcétera, conjunto que en su momento evocaba el gusto europeo y que ahora admiramos en postales y archivos. Este patrimonio se perdió, en su mayoría, por negligencia e ignorancia cultural. San Salvador también pretendió dotar a la ciudad, al costado oriente de la capital, donde estaba la estación ferroviaria, de un acceso señorial a la capital, y dotarla de una vía amplia de rodaje de cuatro carriles, aceras y arriates amplios, con una arboleda selecta entre esculturas marmóreas clásicas e iluminación versallesca.
Es increíble como esa vía, otrora orgullo de los citadinos, se encuentre hoy convertida en basurero, ventas de chatarra ilegales, una ex sala de cine convertida en mercado, terminal de buses de la ruta 42 y zona de descarga. No menciono las zonas de lupanares que hace muchísimos años funcionan, con la anuencia de las diferentes banderas políticas que han administrado la municipalidad, que convirtieron en punto de referencia ese sector de prostitución abierta.
El centro de San Salvador, que había sido rescatado y remozado, fue abandonado por el alcalde anterior, como una muestra de los criterios políticos obtusos que distinguen a nuestra llamada clase política de dedo.
Escribo esto, señor presidente, para que tome en cuenta esta inquietud que hago, con la libertad de expresión de la que ahora gozo. Los ciudadanos que depositaron su voto y lo eligieron para ese cargo no dudo de que no pierden la esperanza de tener una capital digna de nuestro país, y que usted ya demostró que es posible con sus nuevas ideas. Como dijo Voltaire, no olvidemos que «la peor especie de enemigos es la de los aduladores».