Señor presidente: los salvadoreños pensantes y que no tenemos todavía vendida ni alquilada el alma, como muchos de sus detractores, «analistas», «tanques de pensamiento», ONG de fachada, prensa oligárquica, universidades (academias) e iglesias cómplices, para las cuales el pueblo no es ni voluntad ni mayoría, sino voto o fanático creyente, y no sociedad civil, debemos estar muy atentos y participar en este momento con nuestra opinión y posición frente a lo que está fraguando la derecha recalcitrante oligárquica, cuyos lacayos ladran criticando, señalando y acusando al Gobierno actual. Los mismos que desde hace casi 200 años no lo hacían, pues no podían acusarse a sí mismos. Disfrutaban de la hacienda y sus colonos en nombre de la democracia, confabulados con la iglesia, hoy sectas, S. A. de C .V., pentecostales, bautistas, adventistas, etcétera.
Sustituyendo a un Dios único por uno multinacional con matices y variantes acomodadas a la moda, época, mercado, coyuntura, en consonancia con la inocencia e ignorancia popular. Preocupa, no al estilo de los países (amigos) democráticos, la poca o nula participación de la verdadera sociedad civil, pueblo, gremiales populares, sindicatos y asociaciones que, luego de ejercer su voto justiciero, harto de tanta explotación, hambre y miseria, decidió sabiamente cambiar el rumbo de la historia nefasta para comenzar a escribir una nueva, eligiéndolo a usted como representante de sus intereses, sus anhelos, necesidades y prioridades, que son un salario no mínimo, sino necesario y justo, salud para todos, vivienda, no techo, y educación gratuita a todos los niveles.
Un Gobierno que no es participativo difícilmente puede encaminarse hacia los cambios radicales que el pueblo espera y demanda, y si no es capaz de escuchar y dialogar con el pueblo con un asesoramiento razonado, realista, honesto y no partidista, pronto caerá en cuenta —si no lo ha hecho— que el camino tiene sentido, pero no en la dirección correcta, y que se deben hacer las correcciones o reconsideraciones necesarias anteponiendo sabiamente la razón, la verdad y la justicia. El pueblo aplaude y le agradece el combate a la corrupción como un acto de justicia jamás realizado por mandatario alguno, pero está a la espera y demanda el combate a la explotación, a la evasión y elusión de impuestos de los siete grupos de poder que siguen mandando y que unos pretendieron eliminar disfrazándose de rojo.
Si no nos gusta la palabra revolución, tan desprestigiada por la izquierda latinoamericana coyuntural, señor presidente, hagamos los cambios urgentes y radicales necesarios no al estilo democrático, palabra ya sin sentido político, hagámoslo como salvadoreños con el poder, la sabiduría, el derecho y la justicia aplicadas, con la voluntad popular depositada en sus manos.
Solo el poder político nunca ha solucionado los problemas de los pueblos. Sin recuperar el poder económico de los saqueadores para depositarlo en las manos del pueblo, que podrá al fin sentirse libre y soberano teniendo a sus pies las osamentas de sus verdugos de siempre, que quedarán en vergüenza para la historia. Pues ellos no tendrán cabida en la nueva ruta que comenzamos a escribir con fallas y fracasos que nos servirán para ir corrigiendo el rumbo que ya está decidido por el pueblo.