Sol, lluvia y balas son el pan de cada día y algunas de las cosas con las que a diario los agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) tienen que lidiar. Sin embargo, desde hace seis meses también forman parte del equipo de primera línea que lucha contra la COVID-19. Durante este período, 60 policías han perdido la batalla, pero hay cerca de 600 que han salido victoriosos de la enfermedad, que para algunos de ellos «es peor que las balas».
Nuvia DeLeón, de 44 años, quien está destacada en la División de la Policía Rural, en la delegación El Castillo, de San Salvador, es una de las agentes que superó la enfermedad.
Ella comenta que adquirió el virus en la tercera planta del Cuartel Central de la Policía, conocido como el Castillo, cuando realizaba un turno en el área administrativa.
«Empecé con los síntomas más comunes, la pérdida del olfato, la pérdida del gusto, dolores de cabeza, fiebres muy intensas. Lo que hice fue ir al médico», dijo la agente.
DeLeón afirma que al ingresar a un consultorio improvisado, a un costado de la unidad médica de la Policía, el médico le preguntó por los síntomas, cuando ella le explicó, el doctor no tuvo dudas, era COVID.
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«Me dijo claramente que era COVID-19. Me mandaron a descansar 14 días, pero eso fue peor que estar en el trabajo. Que su familia lo aísle, dan hasta ganas de llorar; me dejaban la comida en un lugar donde solamente yo podía estar y nadie se acercaba a mí», contó.
Entre lágrimas, Nuvia comenta que lo más duro de estar aislada era no poder recibir abrazos de sus padres y de sus hijos.
Al terminar sus 14 días de cuarentena, la agente retomó sus labores realizando trabajos de fuerza y desgaste físico. Al tercer día, recayó.
«Al llegar a mi casa les dije “me siento mal nuevamente”. Al siguiente día me fui a pasar consulta. Después de eso fueron cinco días crueles, que sentía que me iba a morir, la enfermedad me dio más fuerte. Sentí calentura, tos, mucho cansancio, mucha debilidad, dolor de cabeza, no sentía olor, no sentía nada, comía solo por hacerlo. Me dio dolor en el pecho y dificultad para respirar».
Nuvia comenta que en esa ocasión le dejaron 18 días de incapacidad; en total estuvo un mes aislada en su casa.
Nuvia regresó a trabajar con algunas secuelas de la enfermedad como cansancio y debilidad, síntomas que aún la siguen hasta el día de hoy.
UNA NUEVA OPORTUNIDAD
Nuvia ingresó a la corporación policial a los 18 años y desde entonces no ha parado de servir y ayudar a los demás. «Veinticuatro años han sido para mí una bonita experiencia, aparte de todo lo que se sufre dentro de la institución, pero cuando uno está enfocado en servir a las demás personas y le gusta su trabajo, pues es muy bonito», expresó.
La agente dice que ser una sobreviviente de la COVID-19 le ha servido para valorar más su trabajo y a su familia. «Realmente es una segunda oportunidad de vida. Es algo gratificante saber que puedo decir que soy sobreviviente del COVID, porque hemos tenido compañeros muy allegados que han muerto, y por la misma enfermedad que yo tuve», enfatizó.
Al igual que Nuvia, el agente López también agradece tener una segunda oportunidad de vida.
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El agente de 36 años deduce que adquirió el virus debido a los turnos de 24 horas que realizaba en el mercado Central y en el centro de contención del edificio Gamaliel, en la colonia Escalón.
«Me diagnosticaron el 26 de mayo, ya tenía un mes de estar haciendo turnos de 24 horas en ambos lugares. Al llegar a consulta, llevaba tos, cansancio, dolor de articulaciones y el malestar de gripe».
López afirma que el día que le dieron la incapacidad perdió el gusto, el olfato, empezaron los dolores en el pecho y tuvo diarrea.
«Pasé un mes aislado. Lo más grave fue el dolor de la caja toráxica, con ese síntoma pasé unos 12 días. En ese tiempo pensé en la muerte debido a los dolores. Me faltó la respiración, me sentaba porque acostado sentía que me ahogaba», explicó el agente.
López regresó a sus labores el 27 de junio. Sin embargo, asegura que la enfermedad le dejó un zumbido en el oído izquierdo y le provocó hipertensión.
«Cuando me fui incapacitado también se fueron otros dos compañeros. Ambos murieron a los ocho días de haberse ido a cuarentena. Uno murió el 5 y el otro el 7 de junio».
El agente afirma que tiene una nueva oportunidad de vida y que la enfermedad es un coctel de cosas malas, pero que la experiencia le ha ayudado a ver de una forma diferente la vida y su trabajo.
Tanto López como Nuvia aseguran que pese a las secuelas y el trauma que les causó el coronavirus, han reiniciado su vida y ahora regresan con nuevas fuerzas a cumplir la labor que por años les ha motivado, servir y a proteger a los demás.