Equipaje al hombro, los migrantes partieron desde la terminal de buses de San Pedro Sula, la segunda ciudad de Honduras ubicada 180 km al norte de la capital, caminando por la orilla de la carretera hacia la frontera con Guatemala (noroeste).
Algunos de ellos lograban subir a las tolvas de las camionetas que transitaban por la carretera, para tratar de avanzar más rápido.
Se trata de un grupo reducido en comparación a las multitudinarias caravanas que suelen salir desde Honduras con destino Estados Unidos.
«He tomado la determinación de emigrar porque tengo un niño de dos años y el otro va a cumplir un año, y con el trabajo que yo tengo no me alcanza para la renta, luz, comida y agua», dijo a la AFP Carlos Alfredo Gómez, originario del puerto caribeño de Trujillo. En casa dejó a los niños y a su esposa.
Según dijo, policías lo retuvieron pero al mostrar los documentos «en regla» lo dejaron continuar. Sin embargo, observó que viajeros menores de edad sin compañía eran retenidos.
En tanto, una mujer identificada como Maribel contó que se iba del país con intenciones de lograr «una vida mejor».
La mayoría de los caminantes dice huir de la violencia y de la pobreza que azota a sus territorios, situación que se agravó en 2020 con el paso de dos huracanes y la pandemia de covid-19.
Tras las fuertes restricciones migratorias en Estados Unidos bajo la gestión del expresidente republicano Donald Trump (2017-2021), su sucesor demócrata, Joe Biden, prometió aplicar una política más humana.
Esto avivó la llegada de migrantes, colocando una fuerte presión en la frontera mexicano-estadounidense, pese a que el propio Biden les ha advertido que no fueran de forma ilegal.
El nuevo éxodo se produce en momentos en que Estados Unidos busca solucionar una aglomeración de cerca de 14,000 niños no acompañados que llegaron desde Guatemala, El Salvador y Honduras. Desde octubre de 2018, más de una docena de caravanas ha partido de Honduras.
La última masiva salió el 15 de enero con unas 7,000 personas, que fueron devueltas desde Guatemala a punta de palos y gas lacrimógeno por policías y militares.
El sábado pasado, los gobiernos de México y Guatemala lanzaron un operativo conjunto en la frontera común con militares y policías para frenar el éxodo.
El titular del Instituto Nacional de Migración mexicano (INM), Francisco Garduño, aseguró durante la presentación que redes de traficantes de personas han vendido a los migrantes la ilusión de llegar a Estados Unidos sin riesgos.
Indicó que por ello reforzarían la presencia en estados fronterizos, para «evitar que niños, niñas y adolescentes sean utilizados como pasaporte para llegar a la frontera».