La pasión y el fervor futbolero desbordó la despedida popular de Diego Armando Maradona, homenajeado con honores y cánticos de hinchada en un velatorio en la sede gubernamental tras su fallecimiento ayer a los 60 años.
Luego de una noche de vigilia en la emblemática Plaza de Mayo, miles de personas iniciaron un lento paso frente al féretro cubierto con la bandera de Argentina y la casaca del 10 de la selección y de su querido Boca Juniors, en la Casa Rosada.
TAMBIÉN: Berny Ulloa: «Si no corregía a Maradona, me echaban del Mundial 86»
En la interminable fila que serpentea la histórica plaza el clima es parecido a la previa de un clásico, con cánticos de hinchada, banderas y aplausos espontáneos.«¡Olé, olé, Diego, Diego!» gritan y saltan algunos, como si aguardaran ingresar a un estadio.
Pero al atravesar el pórtico de ingreso dominan la congoja y el llanto.
Duelo nacional
Un enorme lazo negro atraviesa la entrada de la Casa Rosada que luce la bandera a media asta en señal del duelo nacional por tres días decretado por el gobierno tras el fallecimiento. Antes de ingresar cada uno pasa un minucioso control policial y dentro se les prohíbe usar el teléfono móvil para impedir fotografías.
«Se fue el futbolista más grande de la historia, estoy muy triste, pero ahora es infinito, estará para siempre», dijo a la AFP José Rojo, un electricista de 25 años al salir de la Casa Rosada.
Pasó la noche en la plaza para ingresar apenas unos breves segundos en un paso rápido que apura la policía, pero que todos obedecen. «Obvio que valió la pena, eso ni se pregunta», dijo Rojo luego de dejar una flor y una camiseta de la selección junto al féretro del ídolo.
El velatorio terminará la tarde de este jueves por expreso pedido de la familia que permanece en la Casa Rosada, pero a resguardo de la prensa. Algunos llevan fotografías de Maradona de todas las etapas de su prolífera vida deportiva. Otros lo llevan tatuado para siempre en la piel. Muchos son jovenes extemporáneos a su tiempo de jugador
«No lo puedo creer, esto no está pasando, Diego no puede estar muerto», clamaba un hombre visiblemente afectado al salir de la sede gubernamental.
Entre sollozos se arrodilló y no pudo volver a ponerse en pie sin la ayuda de familiares. En ella dibujó a mano las banderas de Argentina y Perú bajo la frase «Diego, el Perú también te llora».
«Yo vivo en la villa 31, vengo de abajo como Diego», explicó al rememorar el humilde barrio natal de Maradona, en Villa Fiorito, en la periferia sur de Buenos Aires «privado de luz, de agua, de todo», como solía describirlo el 10.
«Estamos muy conmocionados con la muerte, fue y será por siempre la inspiración de las generaciones del fútbol», dijo antes de gritar «¡Gracias Diego!», como un tributo.
La magia del maestro
Gente de todas las edades y familias con sus niños pequeños acudieron a despedir al ídolo.
«Todavía estoy shockeado, sin palabras, me enteré ayer y estallé en llanto. Que se muera Diego para mí es como que se muera un padre que nunca pude conocer», confesó Lautaro Sánchez, un estudiante de 18 años que vino junto a su madre.
«La magia y la genialidad del maestro Maradona cruzó fronteras y vengo a dedicarle todo mi afecto», explicó Cristian González, un peruano residente en Argentina desde hace una década.
Mientras hace fila para ingresar en una mañana soleada y cálida de Buenos Aires, apretuja en su pecho una camiseta de la selección argentina.