Más de 1,077 losetas de cielo falso dañadas, filtración de aguas lluvias, pisos, ventanas, tuberías y paredes en deplorables condiciones, entre otros, son parte de las deficiencias que encontró la directora del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), Mónica Ayala, al visitar el edificio del hospital de San Miguel, el cual solo tiene seis meses de funcionamiento.
La funcionaria hizo un recorrido en el edificio para constatar los daños que en poco tiempo ha presentado la infraestructura, la cual según Ayala podría costar $120 millones, debido a un arbitraje que hay entre quienes promovieron el convenio de construcción.
«Sabemos que el Instituto por décadas ha sido una caja chica y ya es tiempo que dejemos de desangrar al Seguro Social, porque es dinero que pagamos los derechohabientes», dijo Ayala.
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Agregó que los drenajes de duchas y baños pasan sobre dos salas de operaciones, en el área de lavandería hay fuga de vapor, las tuberías que pasan por encima de los quirófanos están en riesgo de caer y en el área de odontología se filtra el agua lluvia, por lo que los equipos se pueden dañar.
La directora denuncia que el nosocomio no cuenta con rampas para que los pacientes sean trasladados en camilla o sillas de ruedas, por lo que aseguró que, debido a la emergencia por la pandemia de coronavirus, tuvieron que hacer una rampa provisional para poder trasladar a las personas.
Reynaldo Bolaños, director regional de San Miguel, lamentó no tener acceso a los expedientes de los contratos, por lo que pidió a las empresas constructoras que reparen los daños.
«Nosotros les decimos que vengan a solventar este problema, pero nos dicen que la IBT no les ha pagado. Nosotros [hospital del ISSS] tenemos un convenio con la UNOPS y es la UNOPS a quien le pagamos. Ya se pagó, pero ellos tienen que pagarle a la compañía que contrataron para hacer el edificio, pero dicen que no les han pagado», dijo el director.
Bolaños recordó que en junio de 2018 había 1,600 observaciones que fueron reportadas a la UNOPS, de las cuales solventaron más de la mitad. Sin embargo, quedaron 800, que son las que piden que lleguen a reparar.
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Algunos médicos que laboran ahí aseguran que cuando llueve, el sótano se inunda, por lo que se les dificulta sacar sus vehículos.
«Este es un mal trabajo, casi en todos los edificios se inunda, hay compañeras que se han deslizado por las goteras que caen. Para la tormenta Amanda, esto se puso horrible», comentó la doctora Ana Rodríguez.
Médicos que se encuentran en el área de COVID-19 aseguran que en el techo de la sala de monitoreo de pacientes caen goteras y los baños también se inundan.
Las instalaciones de este hospital que costaron $83 millones fueron entregados al ISSS en plena pandemia para que fuera utilizado pata atender a pacientes con COVID-19.