Al menos 120 personas murieron desde mayo en enfrentamientos armados entre la mayoría meitei, predominantemente hindú, y la comunidad cristiana kuki en este estado del noreste, en la frontera con Birmania.
Recientemente, un grupo de mujeres incendió las casas de cuatro sospechosos, presuntamente meitei, de haber hecho desfilar desnudas por la calle a dos cristianas de la tribu kuki, entre burlas y acosos.
Otra cara de este conflicto son los centros de culto quemados: 220 iglesias y 17 templos hindúes en meses de violencia acometida por grupos de justicieros, según una información de la revista India Today.
En la calle de la iglesia calcinada en Imfal, el sacerdote bautista Zuan Kamang Damai dirige la misa del domingo con apenas un tercio de la afluencia de 800 personas que reunían antes de la huida de muchos feligreses kuki.
«Después de que estallara esta violencia, se fueron a otros sitios para salvar sus vidas», dice. «Eso me dijeron y yo les consolé. Dios está allí», agrega.
Damai es naga, otro importante grupo tribal en la zona que se ha visto en gran medida al margen de este ciclo de violencia.
Pero muchos de sus parroquianos habituales se mantienen alejados por temor a posibles ataques.
«Tenemos que respetar cada religión, ya sean cristianos, ya sean hindúes, ya sean musulmanes, lo que sea», dice el cura de 55 años.
Aunque haya «conflicto aquí y allí», «tenemos que evitar atacar los templos», afirma.
Tierras, derechos y poder
Los motivos del conflicto son complejos: tierras, derechos, poder…
Los kuki se oponen a las demandas de los meitei para reservar a su colectivo cuotas en empleos públicos y admisiones públicas como un método de discriminación positiva y temen que esto les permita adquirir tierras en zonas actualmente destinadas a grupos tribales.
El ministro de Interior indio, Amit Shah, prometió «una investigación exhaustiva, profunda e imparcial» sobre la violencia y afirmó que el gobierno «está hombro con hombro con el pueblo de Manipur».
Pero la oenegé Human Rights Watch asegura que las autoridades estatales, lideradas por el partido nacionalista hindú Bharatiya Janata Party de Shah y el primer ministro Narendra Modi, han desplegado «políticas divisivas que promueven el predominio de la mayoría hindú».