Al conocerse que la Asamblea Legislativa recibiría las propuestas con el marco normativo general para la ejecución de dos megaproyectos (tren y aeropuerto del Pacífico), comenzaron los «investigadores» y «analistas» a hablar sobre los supuestos impactos negativos que tendrán ambos en las zonas donde se desarrollarán (occidente, centro y oriente), dejando de lado, o minimizando, los impactos positivos que implican.
Todo proyecto, que en estos casos son de infraestructura, tiene sus impactos, y si se considera su volumen (tangible e intangible), estos tienden a resultar en la misma proporción. En nuestro país, pequeño en territorio, con cualquier obra, sea esta una calle rural, un paso a desnivel, una nueva autopista o un aeropuerto, es imposible no tener impactos diversos.
Los hubo al construirse el Aeropuerto Internacional San Óscar Arnulfo Romero, también con el Puerto de La Unión Centroamericana (Cutuco), los hay con la construcción del «by-pass» en San Miguel y los habrá con la ejecución del moderno viaducto en la zona de Los Chorros, así como con los pasos a desnivel que el Ministerio de Obras Públicas hace en todo el país.
¿Por esos impactos deben ser descartados? Si el Gobierno en turno hubiera detenido el proyecto del aeropuerto internacional en San Luis Talpa solo por las críticas que recibió en su momento de investigadores y analistas, otra historia tuviéramos en cuanto a interconexión mundial. Ahora, con la modernización-ampliación de esta terminal, ejecutada por la administración Bukele, es un orgullo salvadoreño.
Por tanto, ¿qué queda? Poner en balanza los impactos positivos y negativos y tomar la mejor decisión. Ya corren ríos de tinta sobre los supuestos impactos negativos de construir un aeropuerto en La Unión, en terrenos en los que, como dijo un diputado, «anantes se pega el marañón y el maguey».
Son potreros que albergan determinados ecosistemas, con muy poca producción de cualquier naturaleza, pues los costos de hacerlo son demasiado altos con respecto al beneficio. El Ejecutivo sopesó, mediante estudios, los impactos que la megaobra tendrá, lo mismo con el Tren del Pacífico, y resultaron favorables para el desarrollo de la zona por la generación de fuentes de empleo, mejor y mayor conectividad terrestre y aérea para los habitantes de La Unión, San Miguel, Morazán, Usulután y circundantes, incluso de departamentos de Honduras y Nicaragua cercanos, entre otros beneficios.
Como hemos señalado antes, gran parte de la crítica hacia los proyectos gubernamentales no es sana, pues realmente en su base tiene la intención de desprestigiar la administración del presidente Bukele; está más que claro.
Si no se desarrollaran dichos proyectos, la crítica iría en el sentido del incumplimiento de las promesas de campaña; ahora que serán una realidad, solo plantean los supuestos impactos negativos que tendrán, apelando incluso a la voluntad de familias humildes que tendrán que ser reubicadas de las zonas de influencia. La oposición políticaperiodística seguirá con su plan de ataque se hagan o no las megaobras. ¿Qué queda? Cumplirle al votante que confió en que las promesas de campaña serían una realidad. En esa medida el salvadoreño que dio su confianza para tener una nueva forma de gobernar espera que se tomen las mejores decisiones desde el Estado, considerando los pros y contras en cada una.
La oposición sigue desmeritando el poder del pueblo, al que no critica directamente (aunque hay algunas excepciones) porque en 2024 buscará tener su apoyo electoral. No comprende que el Gobierno actual cuenta con el apoyo del soberano en la medida que se cumplen sus expectativas, pues para eso lo eligió en 2019 y le dio correlación en la Asamblea en 2021.
El nivel de aceptación del estado de excepción es la mejor muestra. Hablar solo de impactos negativos no surtirá el efecto que esperan.