Mi abuela fue muy amorosa conmigo; abrazos, besos y risas eran algo constante entre nosotros. Se tomó el tiempo de enseñarme sobre matemáticas, historia y ciencia. Entre todas esas risas me enseñaba sobre la vida, hasta logró enseñarme sobre la muerte y las pérdidas; siempre me dijo que me amaba y me lo demostró.
Mi madre es alguien con quien compartimos un sentido del humor poco común, una mujer trabajadora, que me enseñó la responsabilidad de un trabajo, la forma correcta de organizar mi presupuesto mensual, evaluar las prioridades, darme cuenta de quiénes son las personas que merecen los lugares importantes en mi vida; todavía me dice que me ama y me lo demuestra.
Mi esposa es una mujer con metro y medio de estatura y una capacidad de afrontamiento increíble. He aprendido de ella que todos los días pueden ser diferentes, que hay que vivirlos como llegan, que no hay que tenerle miedo a iniciar de cero las veces que sea necesario, me ha demostrado su apoyo en las buenas y en las que sea necesario.
Mi hijo, el ser humano más auténtico conmigo, que me cuenta todo lo que pasa por su mente, que tiene la confianza de preguntarme cualquier cosa sin pensarlo dos veces, me abraza, me pregunta si iré a trabajar con la esperanza de que le diga que no y tener más tiempo conmigo, que sabe que si le he dicho que le daré algo, cree ciegamente en mí.
La madre de un buen amigo hasta la fecha me trata como de su familia, me escribe para saludarme, está pendiente de mi familia, me ha dado y continúa dándome consejos de la vida; es una mujer que, como la mayoría de las madres, brinda su amor incondicional para sus hijos, dentro de los cuales me incluyo. Ella me ha demostrado que me quiere casi como a uno de sus hijos.
Cuando mi abuela falleció fueron días muy tristes. Superé esa pérdida, pero hasta la fecha nadie ha podido significar lo mismo que ella; mi madre en algún momento ya no estará con nosotros, dejará un vacío que nadie podrá llenar y poco a poco seguramente lo aceptaré. Mi esposa y yo no seremos eternos, llegará el momento en el que hará falta uno y seguramente haremos falta para contarnos chistes. La madre de mi amigo será alguien a quien muchas personas extrañarán por ese carisma y amor hacia los demás que la caracterizan. Mi hijo tendrá que aprender a convivir con la ausencia que le dejaremos papá, mamá o ambos.
Sin importar quien sea, cada uno significamos algo en la vida, y hay que dejar algo claro: ningún amor llena el vacío de otro amor; el amor de mi abuela no lo sustituye mi esposa, ni el amor de mi madre lo sustituirá mi hijo, son diferentes tipos de amor porque significan algo único. Si conocemos a una persona que está atravesando el proceso de una pérdida evitemos decirle «aquí estamos nosotros para llenar ese vacío» o la otra frase de «pero ahí está tu hijo que te necesita»; mejor comprendamos y respetemos todo lo que significaba quien ya no estará, sin obligar a las personas a compensar de forma equivocada.