El «colon irritable», como la mayoría de nosotros la conocemos, es una de las enfermedades por la que las personas asisten con mayor frecuencia a pasar consulta médica.
Su característica principal es que se trata de un cuadro crónico y recidivante, es decir que puede presentarse en cortos tiempos o prolongados, provocando malestares e incomodidad en quien lo padece.
El nombre correcto es síndrome del intestino irritable (SII) pues, según los especialistas, afecta por igual al intestino delgado como al grueso. «Es un padecimiento crónico funcional del intestino delgado y grueso. Le decimos funcional ya que no es un problema que afecta los órganos, desde el punto de vista microscópico, sino que se relaciona con el funcionamiento del órgano», expresó el gastroenterólogo del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), Luis Yánez.
Este padecimiento, dijo, se caracteriza por la existencia de dolor e hinchazón abdominal y cambios del patrón defecatorio, ya sean períodos de diarrea o estreñimiento. Además, de cólicos y gases.
Según el especialista, no hay una edad para padecer la enfermedad, pero a menudo comienza entre los 20 y 40 años, pero eso no quiere decir que un adulto mayor no tenga el problema.
Este síndrome es más común en las mujeres que en los hombres.
Para identificar si se tiene síndrome del intestino irritable, los especialistas aplican los criterios de evaluación Roma, que establecen características y categorías de los trastornos gastrointestinales, asociados a la edad del paciente.
«Los criterios de Roma establecen que ya es un problema crónico por más de seis meses y que debe presentar síntomas, al menos, los últimos tres meses, y que el dolor abdominal debe de estar asociado al patrón defecatorio», explicó Yánez, al tratarse de jóvenes.
En cuanto a pacientes mayores de 60 años, los especialistas, en un primer momento, no piensan que se trata de un problema de intestino irritable, sino que evalúan si son problemas o situaciones de daño orgánico. Por ejemplo, neoplasias de colon (cáncer) y divertículos (pequeñas bolsas o sacos abultados que se forman en la pared interna del intestino).
«Para los adultos, sí podemos indicar una serie de exámenes generales para descartar que no haya un problema mayor sobre situaciones de daño orgánico» dijo.
Las causas de la enfermedad no son claras, pero se habla de una serie de mecanismos fisiopatológicos que la provocan como: problemas de la conexión entre intestino y cerebro, alteración de la motilidad o de traslado de los alimentos en el intestino, sensibilidad y microbiota (bacteria genética).
Te preguntarás ¿influye el estrés, ansiedad o depresión? Estos cuadros psicológicos son factores que agravan el problema, ya que el intestino está conectado al cerebro y envía señales hormonales y nerviosas las cuales afectan el funcionamiento intestinal.
Además, los nervios pueden volverse más activos durante momentos de estrés y es lo que provoca que los intestinos sean más sensibles y se compriman o se contraigan más.
Algunos alimentos que son desencadenantes para que puedan agravarse los síntomas son las comidas hipercalóricas y las dietas con alto contenido en grasas. También los carbohidratos y algunas verduras como los coles: brócoli, lechuga o espárragos.
Las personas con este padecimiento logran controlar los síntomas con cambios en la dieta, ejercicio u otras actividades que superen el estrés.
Para aquellos que presentan sintomatología grave, son tratados con medicamentos espasmolíticos, antidiarreicos, fibra y probióticos.
Cabe recalcar que no hay un tratamiento en específico, sino que se prueba con una combinación de varios medicamentos.
«Le recomendamos al paciente ciertas medidas higiénico-dietéticas, aparte de suprimir todos los alimentos que les puede producir más síntomas. También hay una dieta llamada Fodmaps (carbohidratos de cadena corta y alcoholes relacionados, que son mal absorbidos por el intestino delgado) y le decimos a los pacientes que no deben de hacerla, ya que es muy restrictiva. A veces la recomendamos, pero solo para un mes», dijo.
Según el especialista, se busca que los pacientes medicados ya no dependan del consumo de fármacos o que solo los usen al tener alguna crisis.
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CRITERIOS ROMA PARA FALLAS INTESTINALES
En los años noventa, se establecieron criterios de evaluación médica que permiten caracterizar, clasificar y categorizar los trastornos funcionales gastrointestinales, utilizando un sistema de jerarquización basado en síntomas. Hay dos parámetros básicos que se toman en cuenta.
1- Tener al menos 12 semanas de forma continua o recurrente de dolor abdominal, que se alivia con la defecación o que se asocia a un cambio en la frecuencia o en la consistencia de las heces.
2. Dos o más de los siguientes síntomas de forma recurrente:
a. Alteración de la frecuencia deposicional,
b. Alteración de la consistencia de las heces (duras o líquidas),
c. Alteraciones de la evacuación (esfuerzo o urgencia, evacuación incompleta),
d. Moco en la deposición,
e. Hinchazón o distensión abdominal.
NOTA: Dependiendo de cada caso se sugiere el tratamiento a seguir.