Como en cada arte, su especialización es una mística. La Dirección Orquestal tiene lo suyo y en El Salvador tenemos una aproximación de cómo se forma una directora de la mano de una joven mujer que sin rodeos se enamoró de la música y luego se enamoró de la dirección de orquestas. Alejandra Funes Bustamante lleva casi 15 años construyendo la partitura de su vida a fuerza del arco y el violonchelo o chelo y a fuerza de marcar los tiempos con su batuta. Así trabaja la única directora de orquesta en El Salvador.
Como música sos violonchelista, chelista en la abreviatura. Pero ¿cómo sucede ese proceso de que sabés cuál instrumento querés tocar?
Eso se da normalmente cuando estás joven o niño. En países más desarrollados pasás por todo un período de prueba de instrumentos para ver con cuál te relacionás más. Aquí es viendo, pero se da muchísimo el cambio de instrumento. Yo empecé en violín, pero no me gustó porque es muy agudo, es brillante. Luego probé en clases de trombón, luego una de piano que estaba… y de allí, chelo, y eso me encantó y dije: «Aquí me quedo». Es que es más ronco. Es un término medio. Allí me quedé.
Vos estás inmersa en este mundo y todo ya te parece cotidiano, pero ¿cuál es la diferencia entre hacer música y dirigir?
Mirá, tiene sus cosas difíciles y más fáciles, pero de ambas partes. Digamos, como músico tú estás tocando un instrumento y, sí, es más directo el efecto que tenés y para eso sí tenés que dominar el instrumento en su totalidad. En la dirección eso relativamente no es así, pero tenés que tener un estudio del contexto de la obra, de la composición, de estilo de arco, de todos los instrumentos, qué registro lleva, qué no. Eso digamos que es el conocimiento teórico. De ahí, el práctico, que es la utilización de las manos, si te funciona o no, la separación… Porque en mi caso, con el chelo, funciona un poco en sincronía, pero aquí no. Tenés que separar. Una mano da una orden y la otra, otra orden.
¿Es necesario que para ser director hayás sido músico?
Sí, la verdad que sí, aunque tal vez no músico de orquesta, porque hay muchos pianistas que no han estado en orquesta, que es la gran mayoría de los directores, que de un solo de pianista pasan a dirección. Pero sí tenés que dominar un instrumento. Eso sí, fijo, lo que sea. La base es el piano. Igual, yo fui a México a aprender piano.
¿Por qué es la base el piano?
Porque armónicamente te solventa todo. Tenés acordes. En cambio, el chelo es una cuerda y podés tocar una o dos, pero no tocás por acordes. En cambio, en el piano, sí.
¿Eso te ayuda a leer para afinar el oído?
Para todo. También, por ejemplo, a mí se me destapó el oído. Me mejoró muchísimo más la percepción, cosa que aquí no. Yo era muy desafinada, ahora ya no. Son entrenamientos que te van dando. Ahora como músico a mí me ponen una partitura y ta, ta, ta, la toqué y se acabó. En cambio, como directora me dan la partitura y tenés que desarmarla, primero ver cómo está compuesta.
¿Hacés una deconstrucción?
Exacto. Las frases, las partes, viéndole el contexto, cómo fue construido, qué estilo es, si es italiano. Una vez la tenés analizada, pasa a tu interpretación, cómo querés que suene. Ese es como el estudio previo. Ya después de eso lo más difícil es cuando ya te parás frente a la orquesta, porque la orquesta no sabe nada de eso. La que sabe sos vos. Entonces, tenés que transmitir eso en cuestión de cuatro ensayos y también es una gran presión. Hoy ya no mucho, pero los primeros días, sí. Por aquello de que ves 60 cabezas viéndote así y todos están esperando qué harás. Y es sentir esa presión y la tuya, porque se nota si no has estudiado. Te podés equivocar y equivocás a toda la orquesta. Es una responsabilidad bien alta. Además de la responsabilidad, el papel de liderazgo lo tenés que tener. Si no sos líder y sos como muy apagada, se nota. Es, hasta cierto punto, hacer tu personaje. Por ejemplo, viendo la partitura ves y decís: «Aquí hago este movimiento; aquí, este, y tenés tantas cosas que hacer».
Vos le das la interpretación. ¿Y eso pasa incluso con los clásicos?
Sí, todo. Por ejemplo, en un período cuando no se había metronomizado la música, con un metrónomo, que es lo que te da el tiempo, y yo digo: «Esta música la quiero llevar a 150 golpes por minuto». Pero antes, en el período barroco clásico, no existía eso. Solo se escribía como adagio. Son las palabras técnicas. En italiano es como lento, pero eso es diferente para cada uno. Entonces, da mucho la variante de cada quien.
¿La orquesta sí debe saberse las piezas?
Fíjate que no. Normalmente, no. Hay diferentes tipos de orquestas. Están las juveniles, las escuelas orquestas y las profesionales. Normalmente, no las tienen estudiadas. Ellos cada semana están cambiando música. Entonces, vos se la ponés y la tocan. Leen la partitura. Cambia mucho. En cambio, en la juvenil, sí, porque le das la partitura, la estudia, la lleva a la casa, hace seccional. Hay mucho más estudio porque no tienen esa habilidad. También se llama lectura a primera vista. Se la das y ya la pueden tocar. En cambio, en juvenil primero tienen que solfearla y es más lento el proceso porque no tienen esa habilidad todavía. Igual que a la lectura no entrás de un solo.
¿Cómo son los movimientos de manos del director? ¿Cómo es esa comunicación entre vos y los músicos? ¿Hay un estándar o a medida van ensayando se acostumbran a tus movimientos?
Ellos se acostumbran porque cada director tiene un estilo, pero hay cosas generales. Por ejemplo, esta mano, la derecha, siempre da los tiempos. Eso no cambia. Te da los cuatro cuartos: un, dos, tres, cuatro. Y la izquierda es más de expresividad: si hay una cosa que es «legato», si es algo más «staccato». Esto va cambiando. Eso es como las generales. De ahí, hay miles de movimientos y dependen de cada director. Hay unos que usan batuta, hay otros que no. Hay un director que usa un palillo y esa es su pelazón [ríe]. Yo ocupo una batuta.
¿Y esa batuta tiene algún significado para ustedes como directores?
Sí, se ocupa porque es una extensión de tu brazo. Así se da a conocer. Hay veces que es muy pequeño y las orquestas son muy grandes. Es mentira que te van a ver. Entonces, eso te ayuda a la visualización de los músicos. Hay diferentes tipos de batutas. Hay más pequeñas, que normalmente son para orquestas de cámaras. A mí me gusta más la batuta. Es que así me enseñaron, porque los coros no ocupan batuta, porque ellos son más expresivos con las manos. En cambio, uno sí necesita eso.
¿Tenés la misma desde que empezaste?
No, no. Pero de hecho tengo una batuta que me la regaló la maestra Lizzi. Esa allí la tengo. Pero es muy pesada, no la ocupo mucho. Lo que pasa es que, como son de madera, siempre las quiebro [ríe]. Entonces tengo varias. He comprado una como de PVC, pero muy pesada, no la ocupo mucho. Entre más ligera, mejor.
¿Cuánto tiempo te demoras en prepararte para un concierto? Ahorita, para este que voy a dirigir me agarraron en curva. Llevo dos semanas. Depende, me ha tocado de una semana para otra.
¿Y cómo es tu proceso? ¿Sos una «morning person» o sos nocturna?
En la mañana no funciono. Yo empiezo a estudiar desde las 9 de la noche hasta las 2 de la mañana. A esas horas funciono. Primero empiezo con una leída general, luego vuelvo. Hago una cosa que se llama análisis de compás. Ese lo tenés que hacer para ver cómo está estructurada la obra.
¿Eso es antes de hacer tu interpretación?
Sí, eso es antes. Luego la voy viendo armónicamente, qué factores están allí. Luego empezás con los matices: si hay fuerte, si hay piano, si hay acentos. De allí, darle como unas cuatro leídas y empiezo. Ya más o menos la escucho. Porque eso me dijo mi director: que nunca la escuchara antes de analizarla, porque, si lo hacés, ya te predisponés a eso, a esa interpretación.
Es decir, te contaminás.
Ajá, cabal. Entonces, tenela vos analizada y cuando ya tenés el concepto ya podés ir viendo cómo la vas a llevar vos e ir variando. Después de todos esos análisis ya empiezo a escucharla.
¿Y cómo se clasifica el tipo de director o qué tipo de directora sos?
Fijate que no hay una clasificación, pero sí hay en Europa. Hay agencias de músicos que catalogan a los directores. Allí hay unos de categoría A, que son los top, que dirigen orquestas como la de Viena, la Filarmónica de Berlín, solo monstruos de orquestas. Pero aquí como categoría no tengo, porque aquí no se maneja. Aquí es juvenil o profesional.
¿Sos la única directora en el país? Con estudio, sí. De dirección coral está Paola Burgos. De orquestal, solo yo. Soy la única mujer directora que hay aquí, sí. De un universo oficial, el maestro German [Cáceres] e Irvin [Ramírez], ambos titulados. Hay otros afuera. En mi vida de chelista jamás se me cruzó por la mente que iba a ser directora, si no hubiera sido por Lizzi, que es como que me despierta.
¿En algún momento podrías componer?
Podría, pero no me gusta para nada. La mayoría de los compositores son directores. Pero a mí lo que me encanta de la música es la orquesta.